Un reciente estudio determinó que las personas que respetan los horarios de las comidas (desayuno, almuerzo, merienda y cena) tienen más probabilidades a la longevidad que quienes llevan un ritmo de alimentación alterado. Los números de la investigación que podría marcar un antes y un después en las nuevas generaciones.
Investigadores de Reino Unido siguieron a 2.945 adultos mayores durante más de tres décadas analizando cómo cambian sus horarios de comida a lo largo de la vida y determinaron que, con los años, las personas tienden a desayunar y cenar más tarde. Pero esto podría ser perjudicial para la salud.
La investigación, que se publicó bajo el Estudio Longitudinal de la Universidad de Manchester sobre Cognición en el Envejecimiento Normal y Saludable, recopiló datos desde 1983 hasta 2017 y los participantes, de entre 42 y 94 años al inicio, informaban regularmente a qué hora desayunaban, comían y cenaban, además de precisar cómo eran sus rutinas de salud y hábitos. El estudio no solo midió relojes, sino que también analizó la salud de los participantes a lo largo del tiempo y llegó a una conclusión sorpresiva.
Un descubrimiento impactante
Conforme los encuestados crecían, quienes tenían más problemas físicos o psicológicos (fatiga, problemas de salud bucal, depresión y ansiedad fueron algunos de los documentados) solían desayunar más tarde. Este descubrimiento remarcó la idea de que madrugar o trasnochar no solo afecta el sueño, sino también los ritmos de la alimentación y la longevidad. De hecho, diez años después de iniciado el estudio la supervivencia era del 89,5 % en el grupo temprano frente al 86,7 % en el grupo tardío.
De todas maneras esta investigación no quiere decir que desayunar tarde cause sí o sí la muerte, pero puede ser un termómetro de que se deben hacer algunos cambios de hábitos para mejorar la salud y tener un mejor envejecimiento.
