Luciano Castro, íntimo: su unipersonal, el apoyo a la cultura y la exposición de su vida

El actor dialogó con este medio sobre su unipersonal, Caer y Levantarse, y analizó el contexto cultural actual. Luciano Castro recordó sus años como galán, reflexionó sobre la industria televisiva y contó cómo convive con la exposición de su vida privada.

20 de mayo, 2025 | 17.57

Luciano Castro lleva adelante el unipersonal Caer y Levantarse y, en diálogo con El Destape Web, revela qué significa esta obra en su vida personal y profesional. Además, el actor habló sobre el lugar de la cultura en la actualidad argentina, recordó las diferentes experiencias laborales televisivas en Polka y Underground y reveló cómo convive con la exposición de su vida íntima.

Al mismo tiempo, Castro aludió a Sansón de las Islas, la obra de la que forma parte en el Teatro San Martín, y reivindicó el apoyo al arte como combustible social. El actor contó cómo es ser uno de los galanes de la televisión argentina y se refirió a la ausencia de ficción en la TV actual y a cómo se manejan los costos en esa industria.

"En un unipersonal es todo vértigo"

¿Cómo surgió Caer y Levantarse? ¿Qué representa para vos?

- Se dio en una charla de amigos en la que Mey (Scápola) me insistía que tenía que hacer un unipersonal. Empezó a tomar forma hasta que la hicimos. A mis 50 años de edad y 30 y pico de laburo, para mí representa la posibilidad de poder demostrar algo que tiene que ver con cuando yo era pibe: cuando estudiaba teatro y hacía estas cosas. Cuando uno empieza hace mucho de esto: unipersonales, obras de texto, clásicos, como para ganar reconocimiento, que te vean como actor. Y así fue conmigo pero los años de laburo me llevaron para otro lado. La idea es mostrar algo distinto: todo cambió mucho y dije “vamos a cambiar”, mostrar algo que no se vio tanto de mí. Hago teatro independiente desde hace años, por ahí la gente ni sabe.

En cuanto a Caer, armé la idea y se la pasé a Nacho y a Pato (autores de la obra) y me desgrabaron varias veces. Y en el San Martín lo mismo, tengo la suerte de ser amigo de Gonzalo Demaría desde hace más de 20 años y le pedí que me escriba una obra, que ya lo ha hecho otras veces, y fue a parar al San Martín de casualidad. Entonces ahí enfoqué todo como una gran posibilidad: empalmé Sansón y Caer para que vean algo distinto de mí. 

Este tipo de obras genera un encuentro más íntimo con el público, ¿no? ¿Cómo es eso?

- Claro, eso en el género es casi inevitable porque vos tenés que contar un cuento, captar la atención de la gente y para eso tenés un tiempo. En los primeros minutos tenés que lograr la atención del público y a partir de ahí ya es todo interactuar con ellos. Hay sonidos y cosas que me delatan cómo vengo de atinado en la obra, si estoy contando el cuento como tengo que contar. 

Luciano Castro en Caer y Levantarse. (PH Alejandra López)

Yo nunca había hecho un unipersonal y es todo vértigo. No hay momento que no tenga sensación de vértigo. Todo depende de vos y lo único que queda es seguir.  El cuento es siempre el mismo, lo que tengo que lograr es el clima: como con los nenes, cuando les decís “chicos, escuchen que les voy a contar un cuento”. Tenés que lograr eso, no es fácil, hay que remar hasta que sucede y, si no sucede, pasará en la próxima función (risas).

¿Cómo definirías a Caer y Levantarse en pocas palabras?

- Es como una analogía de la vida. Caer y levantarse: el que no se cayó nunca, un fenómeno. No sé ni qué decirle pero es un fenómeno. Y levantarse siempre depende de uno. Hay analistas, terapeutas, amigos, amigas, pastillas, médicos, pero va a depender de vos. 

¿Y de Sansón de las Islas que podés decir?

- Sansón me da esa cosa de estar trabajando en el San Martín, un lugar donde tenés que estar a la altura todo el tiempo arriba y abajo del escenario. Siento que es estar como en una escuela de teatro: este hace esto, aquel hace aquello, está muy diagramado el San Martín. Yo no soy así, me cuesta. A mí me sirvió un montón eso porque me encontré en un lugar donde priorizan el arte, después no importa quién sabe más y quién menos, pero todos priorizan el arte. Eso a mí me gustó mucho.

¿Creés que tiene que ver con que es un teatro del circuito oficial?

- Sí. Me parece que igual, por ser parte del circuito público, debería estar explotado todos los días. Las entradas están a buen precio pero debería haber más movida cultural de invitar a la gente. Como es un teatro municipal, un teatro del pueblo, aquel que ni siquiera puede pagar la entrada debería poder venir igual y ser invitado, así pienso yo. 

En este último tiempo se habló mucho de la cultura, de bancar a la cultura. Muchos colegas tuyos se pronunciaron, ¿vos qué tenés para decir al respecto de lo que pasa actualmente en ese sentido?

- Yo nunca voy a dejar de apoyar a la cultura, es mi trabajo y es de lo que vivo. Además de este comentario egoísta que acabo de hacer, me parece que la cultura es un patrimonio nacional. Es algo que sana, que forma, que potencia a todo lo que quiera ser parte. Nunca iría contra la cultura, no me importa tampoco lo que piensen los demás. Yo siempre arengo a lo que sea cultural, siempre.

“Lucho por la educación y nunca fui un buen estudiante”, dice una letra de René. Y a mí me pasa eso, yo lucho por la educación y fui pésimo estudiante. Pero sé lo importante que es eso para la gente, sobre todo para los wachos, para los pibes: no estar formado o no estudiar es lo peor que te puede pasar porque van a hacer de vos lo que quieran. 

Luciano Castro. (PH Alejandra López)

"El boxeo y la natación me salvaron la vida"

Yendo para el lado del boxeo, ¿qué significa en tu vida? ¿Y el entrenamiento?

- El boxeo en mi vida es igual que el agua. No sé cómo explicarlo porque para mí fue parte de mi vida. Yo tenía ocho años y estaba arriba de un ring, entonces lo que logré fue rescatar lo mejor de las dos disciplinas, del boxeo y de la natación: la conducta. Además, en cuanto al boxeo, fue el lado animal del boxeador. Es conmovedor verlos, son tan genuinos: tipos que se matan a piñas y cuando terminan de pelear se abrazan, se cambian juntos. Si la raza humana tuviera esa nobleza del boxeador, seríamos bastante mejores. A eso lo quise destacar en el personaje de Caer, Junior, que tenga esa cosa de poder contar las miserias, lo que también te hace noble: cada uno tiene sus miserias y no te hace mejor ni peor. A mí, el boxeo y la natación me salvaron la vida.

Y el entrenamiento a la edad que tengo representa algo solo terapéutico y de rehabilitación: tengo muchas lesiones en el cuerpo. Hago 40, 45 minutos diarios, mínimo. No es un entrenamiento intenso ni muy fuerte, pero tengo mucha constancia, soy muy milimétrico, ya tengo una obsesión que ni siquiera sé si es buena.

¿Con la alimentación también sos así?

- Sí, más o menos. Me cuido mucho pero de repente me como dos kilos de helado y una pizza reviento como un sapo. Son cosas que de pibe no las hacía tanto, pero ahora de grande sé que no me voy a cuidar para siempre. 

Dado que en algún punto trabajás con tu cuerpo, ¿en algún momento sentiste al entrenamiento como una presión?

- No porque entreno desde que tengo uso de razón. Siempre entrené y siempre fue irme de mi casa. Amaba estar en mi casa pero amaba mucho más estar en la calle. La calle para mí era la gloria, era una locura. Me costaba mucho volver a mi casa. Pero debo recurrir a la frase “era otra época”, entonces estar en la calle era un afano, con todo lo bueno y todo lo malo. Era distinto, muchas veces fantaseo con cómo sería mi vida en la calle hoy y no sé.

¿Pero qué planes surgían en la calle? ¿Por qué te gustaba tanto?

- Porque la calle es todo, en la calle está todo. No precisás plata, no precisás nada para estar en la calle. Patear, ir de acá para allá, subirte a un bondi, a un tren. 

¿Pero con gente, con amigos? ¿O solo?

- Sí, a veces con amigos pero no muchos. Uno o dos, la yunta. Me gustaba mucho estar en la plaza a la noche y ver, era muy callejero cuando era pibe.

"En treinta y pico de años, hice seis éxitos"

Yendo para otro lado, sos uno de los galanes de televisión del país. ¿Sentís que tu imagen quedó pegada a ese rol?

- Nunca me sentí pegado a ese rol, sí supe ser galán. Siempre hago el mismo ejemplo y desafío a que me digan diez galanes argentinos de memoria, ninguno llega. Entonces, ser parte de esa lista es como ser parte de lo que surgieron campeones del mundo, poquitísimos. Más allá de eso, yo siempre demostré en mi trabajo tener otras inquietudes, ganas de hacer otras cosas. Hice programas muy buenos donde laburaba de galán también, como El Primero de Nosotros, 100 Días para Enamorarse, El Tiempo no Para. Programas que me obligaban a pelar más como actor y no dejaba de estar como galán.

Pasa que es un país exitista: laburo desde los 17 y voy a cumplir 51. En estos treinta y pico de años, ¿sabés cuántos éxitos hice? Seis. Son las menos. ¿Sabés la cantidad de veces que hice fracasos, que llegué al teatro y no estaba ni la marquesina? Yo podría seguir tirando con esos seis éxitos, pero no me quedo ahí. Mi máximo logro creo que es laburar desde los 17 años.

Claro, y reinventándote.

- Sí, en varias ocasiones. Porque primero tuve que pasar de Jugate Conmigo a a actor, de actor a galán. Siempre tengo metas por delante por suerte, sé que tengo con qué y no le tengo miedo a nada en lo que a laburo respecta. 

¿Cómo era ser parte de Jugate Conmigo cuando a vos te interesaba el teatro y la actuación?

- Es que yo me di cuenta ahí. Yo solo quería ser actor, no sabía ni siquiera si lo iba a hacer. Yo entré a Jugate de casualidad, no es que fui a un casting.

¿Cómo fue?

- Fui con un amigo, mi amigo no quedó y la directora de Jugate era muy amiga mía de Mar del Plata y me invitó a ver el casting. Ahí me vieron Gustavo Marra, un gran productor que ya no está, Guillermo Pendino y Cris y preguntaron si yo quería audicionar. Por supuesto que dije que no, no quería saber nada. Y mi amiga me dijo que era una buena posibilidad, eran unos meses. Yo a esa edad, 16, 17, no miraba tele, todavía si soñaba algo era con ser boxeador y hasta ahí nomás porque cada vez que peleaba cobraba palizas, eso también te delata de que no tenés la pasta para hacerlo.

Cuando entré, a los meses ya estaba averiguando dónde podía estudiar teatro y con quién. Yo quería ser actor y sabía que iba a ser una transición enorme. Tuve que mejorar un montón de cosas: tengo esta voz ahora y cuando empecé no podía ni hablar. Son todas cosas que aprendés: te formás, estudiás, te equivocás, te va bien, te va mal, aprendés.

"Tiene que volver la ficción a la tele"

Protagonizaste éxitos televisivos tanto con Polka en El Trece como con Underground en Telefe. ¿Notaste alguna diferencia en la manera de trabajar?

- Sí. Polka es, era, no puedo creer que estoy diciendo “Polka era”. Pero bueno, era una fábrica de hacer ficciones, punto. Mejor, peor, te gustaba más, menos. Era indiscutible para mí y no porque me haya ido bien a mí ahí, sino por una cuestión de sentido común y realidad: Polka era una fábrica de hacer ficciones.

Underground siempre tuvo un estilo más elitista si se quiere, en cuanto al producto. De no hacer tanto pero por ahí hacer uno o dos y que sean éxitos. De hecho, todo lo que hizo Underground fue un éxito. Y Polka también. Pero me parece que eso era lo que los diferenciaba: Polka podía hacer tres ficciones en un año y Underground no, pero no porque no tuviera estructura; era una decisión. 

¿Cómo ves a la industria televisiva actual? ¿Los reality shows reemplazaron a la ficción?

- Yo creo que los reality shows son parte de la tele, no creo que hayan sacado a la ficción. Es muy difícil competirle a la plataforma desde la tele abierta hoy. Hacer un programa es carísimo y antes se pagaban solos: con la publicidad no tradicional, cuando en la escena ponías una botella de una marca y obtenías un dinero, más la publicidad de la tanda publicitaria. Fortuna se pagaba la publicidad en el horario de prime time. Eso pagaba los programas, por eso también se producía mucho, sumado a que grandes productores como Suar y Ortega a ese dinero que les entraba le ponían el de sus productoras para poder duplicar el trabajo. Pero eso no existe más, entonces es muy difícil. El negocio cambió mucho, mutó para otro lado. Igual yo pienso que tiene que volver la ficción de la tele porque es parte, debería haber una ficción para la gente que ve canales de aire, como yo (risas).

De tus personajes televisivos, ¿hay alguno que sentís que pegó más en la gente? ¿Alguno te interpeló más a vos?

- No, interpelarme por suerte ninguno porque eran todos unos dementes. Y en la gente hubo varios; con el Ringo de Sos mi Hombre competíamos contra Graduados, que nos ganó todo el año con 30 puntos y nosotros hacíamos 24, 25. Mirá los numeors de los que estoy hablando. Nunca le pudimos ganar pero nunca nos fue mal. Y ese Ringo fue muy querido porque tenía una cosa de que caía bien en distintas franjas etarias, era como todo un superhéroe.

Después, lejos, el programa en el que más me divertí en mi vida riéndome que no podía parar era Las Estrellas. Encima estaba con Lamothe que no te ayuda en nada (risas), Ferro, que tampoco. Igual que en 100 Días Para Enamorarse: había escenas que decíamos "ni nos miremos".

Es que los bloopers de 100 Días son tremendos

- Y, bueno, cuando te encontrás con una Aruzzi en su esplendor o una Peterson con ganas de meter chistes, te vuelve loco. Mismo Rago. Tiene que ver con el laburo. Pero de todos los programas que hice, sobre todo de los denominados éxitos, tengo buenos recuerdos, que no siempre pasa. 

"Me jode no saber manejarme"

Estos programas de tanta masividad hicieron que tu vida privada muchas veces cobrara relevancia pública. ¿Cómo vivís y viviste eso?

- Me jode no saber manejarme, no me jode estar expuesto. Yo soy quien soy, el mismo de siempre. El que no me conoce es porque no me conoce realmente, pero si me querés decir que me conocés basándote en lo que ves en la tele no podés decirlo. Eso es lo que menos me jode, lo que más me jode es no saber manejarme a veces cuando vienen los noteros, cuando me hacen preguntas amarillas. Justamente por quien soy debería tener mucha más cintura, pero no lo puedo disimular. Es algo corporal. Me molesta más sentirme un ridículo en cómo contesto que lo que puedan decir de mí. Con las cosas que he escuchado, es obvio que salir a responder no tiene sentido porque son mentira. Antes sí me preocupaba eso, pero ya no. Cuando era pibito me afectaba más, ahora muchas veces es ver quién está hablando mal de vos y se te pasa en dos minutos. Pero tenés que tener esa capacidad, porque es fácil decirlo pero no siempre hacerlo.

 

Ficha técnica de Caer y Levantarse

  • Dirección: Mey Scápola

  • Autores: Patricio Abadi y Nacho Ciatti

  • Idea original: Luciano Castro - Mey Scapola

  • Escenografía: Gonzálo Córdoba Estévez

  • Realización escenográfica: Juan Manuel Aristegui y Grisel Nardi

  • Iluminación: Matías Sendón

  • Fotografía: Alejandra López

  • Maquillaje: Celeste Dunan

  • Diseño gráfico: Lucila Gejtman

  • Prensa y Comunicación: Varas Otero

  • Música y diseño sonoro: Nicolás Bari y Matías Niebur

  • Asistencia de dirección y producción: Nacho Ciatti

  • Participaciones especiales (audios): Osvaldo Príncipi, Rodolfo Barili, Emma garcía Torrecilla

  • Producción general: Luciano Castro - Mey Scápola