Bárbara Di Rocco: su amistad con Vanessa Show y las dudas sobre su muerte, el día que Moria Casán la sacó del trabajo sexual y el escándalo de la serie de Cris Miró

La actriz, escritora y activista Bárbara Di Rocco dialogó en un mano a mano con El Destape, a raíz del lanzamiento de su nuevo libro ¡Que me quiten lo bailado! Biografía de Ana Lupez.

04 de diciembre, 2025 | 07.05

La vida de Bárbara Di Rocco bien podría una película, por los emocionantes vaivenes que atravesó hasta llegar a su presente como actriz, escritora y activista por los derechos de las personas LGBTIQ+. En los últimos años emprendió una misión: ir en la búsqueda de las trans históricas que pasaron por el espectáculo y darles una merecida reivindicación. De esa iniciativa surgió su nuevo libro ¡Que me quiten lo bailado! Biografía de Ana Lupez, que sigue la historia de una de las artistas trans pioneras en Argentina.

En un mano con El Destape, Bárbara Di Rocco adelantó su libro, repasó su historia personal y su camino por los medios, la polémica con la serie de Cris Miró y los proyectos en los que se vio envuelta y marcaron su recorrido.

Estás presentando un libro sobre la pionera vedette trans Ana Lupez, pero antes de hablar de ella quiero ir a la raíz del libro: Vanessa Show. ¿A Ana la descubriste por ella?

- Sí, todo empezó con Vanessa. Me acerqué a ella con el propósito de hacer un documental sobre su vida y sin querer terminé convirtiéndome en su nieta. Empezamos con largas charlas por teléfono durante la pandemia, hasta que un día me abrió las puertas de su casa. El día que nos conocimos cara a cara, me encontré con una señora grande y bastante sola… me vi reflejada y pensé que podría ser yo en mi vejez.

Vanessa Show (Fotos de archivo)

Durante un tiempo la cuidé y a la par digitalizaba sus fotos, en las que encontré muchas caras desconocidas. Si bien Vanessa era muy diva y le encantaba hablar solo de ella, en una de nuestras charlas deslizó que en su momento como vedette también hubieron otras que, a la par suya, tuvieron su carrera. Ahí aparecieron Ana Lupez y Evelyn Pérez, quienes fueron sus amigas. Lamentablemente, en medio del proyecto del documental Vanessa murió y tuve que hacerme cargo de su sepelio, además de intentar resguardar todo el gran archivo que tenía y seguir con la película ya sin ella. 

¿Tenés mucho material grabado junto a Vanessa?

- Muy poco, su muerte fue justo durante la pandemia… Grabamos el funeral nada más, el cajón y la despedida.  Todavía me acuerdo de Vanessa prestándome su ropa para Sex (hace referencia al espectáculo de José María Muscari). “Ponetela, para que ese puto explote”, decía (se ríe). En otro momento, me vio en el espejo con ropa de ella y me aseguró: “Yo me veo en vos”. Y eso me partía al medio.

Vanessa Show en su juventud (Fotos de archivo)

¿Vos estuviste en sus últimos momentos?

- Hasta el final de su vida, hasta el día que me abrieron la habitación del hospital y la vi tapada con una bolsa de nylon.

Vanessa no cuidaba mucho su salud y en la clínica no se sentía nada cómoda y se quería ir. Cuando fui a ver el cuerpo, un enfermero me dijo que había tenido que sedarla porque “estaba muy inquieta” y yo no sé si ese cuerpo estaba para sedar. La única verdad es que lo hicieron y nunca más se despertó. Entonces a mí me quedaron dudas… Pero bueno, para los médicos yo no era nadie como para reclamar una autopsia, porque no tenía ningún vínculo sanguíneo con ella.

Lo que planteas es una posible muerte por mala praxis. Es algo grave.

- Sí, muy grave. Que yo sepa nadie de su familia exigió una autopsia o entró en instancias legales para ver qué pasó realmente con Vanessa y las causas que la llevaron a su muerte.

Bárbara Di Rocco.

Recuerdo que tras la muerte de Vanessa Show fuiste muy criticada por algunos magazines de televisión…

- Los putos cizañeros están siempre diciendo que las travestis son malas personas porque es algo que vende. Pensaban que me había acercado a Vanessa con no sé qué intenciones por detrás y nunca me preguntaron, solo hicieron suposiciones. Mis intenciones siempre fueron reivindicar su figura, hacer su documental y llevar adelante una muestra en el Teatro San Martín, que ya estaba pactada pero nunca pudo montarse.

Tras la muerte de Vanessa, su familia se quedó con sus fotos y sus trajes. Le vendieron todas las fotos en dólares al Archivo de la Memoria Trans, que luchó por preservar ese material. Una actitud miserable la de la familia… Es como si alguien apareciera con fotos de un desaparecido y tratara de venderlas a una Madre de Plaza de Mayo. Esta situación que pasó con los bienes de Vanessa habla de la realidad de muchas trans: cuando morimos, las familias aparecen para ver qué quedó. Siempre hay buitres.

Pienso que el documental ahora será más desafiante: tenés que hablar de la historia de Vanessa, en medio de su ausencia.

- La película está hecha en un 60%, la estructura ya está hecha. Ahora lo que yo quiero es dramatizar: si voy a hablar de una Vanessa Show en los ‘60, llegando a Buenos Aires y bailando en un teatro, quiero darle trabajo a una actriz trans. Quiero lograr una película que haga que los espectadores se fascinen con las trans locales, porque si hablamos de historias sobre nosotras siempre terminamos citando cine y series de afuera, como La Veneno o Pose.

Si a Ana Lupez le hubieran hecho una serie en HBO, poniéndole una gran cartelera, ahora estaría todo el mundo queriendo sacarse una foto con ella. Y eso no estaría pasando. ¿Por qué? Porque para algunas personas sos importante recién cuando te morís.

Y Ana está viva.

- Y en muy buen estado. Ella misma vino a presentar el libro de su vida, contó anécdotas y se divirtió mucho. 

"Los argentinos somos cipayos: decimos 'Orgullo' y hablamos de Stonewall, pero olvidamos a los nuestros"

Poca gente lo tiene presente pero Ana Lupez es una de las pioneras trans en ser vedette, bailar y actuar. ¿Qué te incentivó a acercarte a ella?

- Ir en la búsqueda de las trans pioneras. Así fue que encontré a Ana en Mendoza, a sus 82 años. Lo primero que me dijo apenas me vio fue: “Quiero que hagas mi libro. Es una historia que vengo juntando hace muchos años y vos sos la indicada para contarla”. A su biografía le puse mi corazón porque siento que todas las de esa camada merecen un reconocimiento, un abrazo, un aplauso. Son una generación olvidada por el Gobierno y por la sociedad, que desconoce cómo fue el pasado de nuestra comunidad.

Bárbara Di Rocco y Ana Lupez (Gentileza: Bárbara Di Rocco).

Incluso creo que es algo pendiente dentro de la comunidad travesti-trans. De las figuras conocidas de los medios, muy pocas reivindican a las históricas.

- Es verdad. Hay muchas que siguen estando y no hay una conciencia de eso. Pasa que los argentinos somos medio cipayos cuando hablamos de “Orgullo” y nos encanta nombrar la revuelta de Stonewall o a figuras como Marsha P. Johnson, pero acá tuvimos nuestra resistencia y grandes luchadores. Algunos espacios y personas siguen en pie todavía y hay mucha gente que no sabe, no está enterada o no quiere enterarse.

Después de la dictadura mucha gente se encargó de borrar parte de nuestra historia trans y también nosotras no fuimos muy bien educadas para aprender quienes estaban detrás nuestro. Siempre nombramos a las actuales, porque se fueron hace muy poco, como Lohana Berkins, Diana Sacayán o Pía Baudracco, pero hubo una historia mucho más atrás. Malva Solís, por ejemplo, fue una de las referentas de la agrupación Maricas Unidas Argentina (MUA) y no hay muchos jóvenes que tengan un registro de su historia.

¿Vanessa Show y Ana Lupez fueron las primeras vedettes trans argentinas con reconocimiento?

- Hubo varias más. Ya en la escena de teatro argentino en los ‘50 y los ‘60 había mucha escena de transformismo y travestismo. La vedette francesa Coccinelle, por ejemplo, vino al país en el año 1962 ya casada y con documento y partida de nacimiento cambiada a Femenino, y causó una revolución porque competía con la mismísima Nélida Roca, gran vedette de la revista porteña de esos años.

La visita de Coccinelle plantó una semilla de lo que sería la inclusión en el medio porque tanto Vanessa, Ana, Evelyn y muchas otras terminaron siendo “sus hijas” durante los años que se exiliaron de Argentina. Ella las recibió en su bar, su disco y en sus espectáculos.

Foto de archivo de Ana Lupez (Gentileza: Bárbara Di Rocco).

¿Qué recordás de las charlas con Ana sobre ser artista trans en los ‘50? Imagino que no debe haber sido fácil plantarse ante un escenario e imponer respeto…

- Bueno, en realidad descubrieron un negocio en eso y ella la pasaba muy bien actuando. De eso hablé con Ricardo Montesino, dueño de Bar Sur (hace referencia al mítico bar tanguero del barrio de San Telmo, esquina Balcarce-Estados Unidos), que era uno de los lugares donde se presentaba Ana. En esos años los shows de travestis generaban mucho dinero y a la gente le daba curiosidad ese mundo, pero no desde el morbo o la burla, sino desde el interés por ver un espectáculo de calidad con escenas y diferentes montajes.

El tema con Ana y su reivindicación artística local es complejo, porque ella hizo su gran carrera en España. Es muy conocida en la noche de Barcelona como artista y como empresaria. A pesar de haber estado bien instalada allá, ella trató de volver a Argentina en varias oportunidades pero acá no era tan conocida… una de las veces que regresó fue cuando Cris Miró era estrella en el Maipo. Y terminó dándose cuenta de que no iba a hacer espacio para las dos.

Uno de los aspectos que me interesa de la vida de Ana es que también fue una de las primeras personas en someterse a una cirugía de reasignación de género.

- En ese aspecto, Argentina tiene una historia muy larga con la identidad de género y la inclusión. En el año 1966 hubo un cirujano de renombre llamado Francisco que operaba en el Hospital de Clínicas y realizaba operaciones de reeducación genital, que terminó detenido y condenado a 7 años de prisión por amputación y por quitar la virilidad de las personas. Desde ese momento, en el país se hizo muy presente la necesidad de hablar de estos temas porque ya se estaba operando y de manera clandestina. Ana fue la primera en hacerse la cirugía de manera legal, en España y en los años ‘80.

Ana Lupez en modo vedette (Gentileza: Bárbara Di Rocco).

"La calle me preparó para la vida"

¿Tenés familia?

- Sí, mi familia está compuesta por muchas maricas y muchos travestis, pues son mis Navidades, mis cumpleaños, mis caídas, mis éxitos, las que me acompañan son ellas. Con mi otra familia hubo un gran distanciamiento, después de la muerte de mi mamá en 2012. Había cosas que no teníamos en común y nos separamos.

A veces veo a muchas compañeras que se rompen el lomo trabajando y que cada pesito que hacen lo mandan para su casa, y se encuentran con que si ellas no tuvieran esa plata, la relación con sus familiares sería peor. Yo no quise caer en esa situación y por eso decidí mantener las cosas bien con los míos, pero no compartirles mucho de lo que me pasa.

¿Por qué fue ese distanciamiento?

- Al principio me rechazaron. Una vez mi papá me pegó un cartel en la puerta de mi habitación que decía “el viernes te vas”, y cuando llegó el viernes tuve que agarrar mi bolso e irme. Lo primero que hice para comer fue ir a la calle, trabajé en la zona roja -la ruta-, en cabaret, ese es mi currículum y lo que me preparó para la vida.

Cuando me hice grande entendí que yo me tuve que exponer a un montón de cosas por ese cartel y encontré que yo ya no los aceptaba más a ellos. Me di el gusto de decirlo en su momento.

Bárbara Di Rocco posa con su libro ¡Que mequiten lo bailado! Biografía de Ana Lupez.

¿Está vivo tu papá?

- Sí.

¿Nunca te pidió perdón?

- En diciembre del año pasado hice una función con la compañía de teatro de unas amigas, “Las Bombas Nicoleñas”, y mi papá estaba sentado en la primera fila viendo el show. Me sorprendí mucho, fue una manera de cerrar un ciclo y creo que fue su forma de pedir disculpas. Aprecié mucho ese gesto, pero siento que cada uno tiene que seguir su camino.

¿En qué momento de tu vida te descubriste mujer?

- No sé si alguna vez me sentí mujer, prefiero acuñar para mí el término travesti. Nunca tuve la fantasía de niña rica blanca de enamorarme de un chico y anotarme a jugar al polo; la verdad es que mi femineidad se fue curtiendo como la piel lastimada de mis compañeras travestis, en la noche. Eso era lo que me identificaba y aún hoy siento que la vida travesti tiene otro rumbo más, aunque todavía estamos encasilladas en la línea de lo binario, que es donde estamos muchas porque hay que encajar para poder acceder a un trabajo.

¿Fuiste mucho tiempo trabajadora sexual?

- Muchos años, sí. Hice calle, departamentos privados, de todo. A la par de ser trabajadora sexual, escribía y sacaba libros infantiles.  Todo lo que fui armando en mi vida fue gracias al trabajo sexual: haber publicado libros, haber comido, haberme pagado el techo.

¿Cómo es el perfil de un cliente?

- No hay perfil, te encontrás con muchísimas personas: tipos que te han salvado la noche, tipos que han sido una basura, instancias amorosas y otras muy violentas. En esos años tuve que aprender a cuidarme a mí misma porque también tenía que lidiar con varones que no querían ponerse preservativos.  Sí puedo contarte que me he cruzado con personas importantes, con poder… Pienso que eso me limita un poco a tener ciertas oportunidades, ya que hay personas muy perseguidas con la idea de que se revele que estuvieron con una trans.

El día que Moria Casán la llevó a la televisión y el escàndalo con la serie de Cris Miró

Siempre te mostraste muy agradecida a Moria Casán. ¿Fue la primera persona que te dio un lugar en los medios?

- Sí. Yo trabajaba en la calle y fui a presentar mis libritos infantiles a Incorrectas, el programa de Moria, mi gran madrina artística, y terminé consiguiendo trabajo de verano como panelista, porque les gustó mi apariencia y mi forma de hablar. Pasé de la noche a la mañana (se ríe).

Eso me cambió la cabeza en absoluto y descubrí que me gustaba ser una periodista improvisada. A los productores les pedía que me mandaran con tiempo las grillas de invitados, para poder investigar sus vidas y hacer preguntas. Así empecé a conocer el mundo artístico, las cámaras y los eventos, tratando de llevar siempre un mensaje a otras chicas trans: hay un montón de cosas que se pueden hacer más allá de estar parada en una esquina, solo hay que descubrir esas capacidades.

¿Ser una trans hegemónica te hizo más fácil el camino?

- No sé si soy hegemónica. Para algunos sí, para otros no. Yo tengo mi vozarrón, mi espalda, soy de “arco y flecha”, dirían mis amigas (se ríe). A cualquier persona que le pongas un buen maquillaje y un buen pelo es hegemónico.

Vuelvo a Incorrectas. ¿Compartiste panel con Fabiola Yañez?

- No llegué a estar con Fabiola. Ahí rotaba gente como un shopping, compartí con varias pero no con ella. Sí con Silvina Escudero, Floppy Tesouro, Sofía Zámolo… Hubo una situación muy graciosa porque cuando empecé a trabajar en la calle había un cartel con Sofía Zámolo haciendo una publicidad de lencería y a mí me parecía bellísima. Tan bella que cuando los tipos me preguntaban mi nombre, yo les decía “Sofía”. Cuando le conté a Sofía Zámolo que en mis años en la calle usaba su nombre, se cagó de risa.

Voy a cerrar con un un tema áspero: la serie de Cris Miró y tu participación en los libros. Sé que no saliste contenta del proyecto…

- No, fue una desilusión. Se me propuso editar el guión, lo hice con muchas ganas, fui hasta la productora con muchas ideas y me hicieron firmar como una pelotuda un documento donde no tenía ningún derecho sobre mi trabajo. El director hizo lo que hizo y a la serie le fue pésimo. Hoy, con el diario del lunes, veo toda la situación y pienso que un gay no puede ni debe representar ninguna historia sobre ser trans, porque no siento que entiendan las perspectivas de lo que vivimos en el día a día.

Voy a ser más concreto: ¿qué es lo que te molestó de la serie?

- Que no se representó realmente la figura de Cris Miró como tenía que ser. Habíamos pactado que a ella no se la iba a ver tirada en la cama sufriendo, porque el tema de su enfermedad era algo que se podía evitar. Con sus últimas fuerzas antes de morir, Cris estuvo ayudando en un evento a fundaciones para la lucha por la prevención del VIH. Esa parte se ignoró y prefirieron ponerla tirada en una cama, revolcándose de dolor y de agonía, argumentando que eso “era lo que vendía”. Ganó el morbo.