Por primera vez en 17 años, Kylie Minogue volvió a poner un pie en un escenario argentino. Y no fue cualquier regreso: fue una explosión de euforia, una carta de amor mutua entre una diva del pop global y un público que no la olvidó nunca. En un Movistar Arena colmado, la artista australiana de 57 años desplegó el Tension Tour con la energía de quien recién empieza, pero con la seguridad y el carisma de una estrella que lleva más de tres décadas marcando el ritmo del pop mundial.
La noche empezó con Lights Camera Action y un grito colectivo. Vestida de rosa chicle, Kylie apareció como si nunca se hubiera ido. A partir de ahí, todo fue hit, sudor, lágrimas, y brillo. Mucho brillo. En el centro del estadio, una bola de boliche gigante resumía la propuesta: una fiesta disco para bailar, revivir y celebrar.
Una fiesta de dos horas: hits, moda y emoción
Con un setlist de 24 canciones, la artista recorrió más de 25 años de carrera. Sonaron Better The Devil You Know, Locomotion, Supernova, Slow, Magic, On a Night Like This, Padam Padam, entre muchas otras. Todo envuelto en una producción digna de Las Vegas: ocho bailarines, una banda afilada, pantallas hipnóticas, coreografías vibrantes y al menos siete cambios de vestuario que fueron desde el glamour ochentoso hasta el electro-pop más futurista. Cada look nuevo era celebrado como un acto sagrado.
En un momento, Minogue se trasladó a un pequeño escenario trasero, más íntimo, donde regaló rosas y le cantó a una fan un verso de Hold On To Now, en lo que llamó su wild rose moment. También ofreció una versión acústica de Say Something que puso la piel de gallina.
Pero si hubo un instante que selló el pacto con el público fue cuando Kylie apareció con un vestido brillante con la bandera argentina para encarar Slow y posteriormente Can’t Get You Out Of My Head, su clásico inmortal con casi 1 billón de reproducciones en Spotify. Fue imposible no emocionarse: ella con los ojos vidriosos, el público coreando como si no hubiera un mañana.
Cada canción terminaba con una ovación ensordecedora. Kylie se mostró conmovida, sorprendida, como si realmente no pudiera creer la intensidad del público argentino. Y ese gesto, lejos de fingirse, se sintió real. "No puedo creer cómo cantan", dijo varias veces.
Minogue tiene 15 discos de estudio, más de 80 millones de copias vendidas, decenas de premios y un lugar asegurado en el Olimpo pop. Pero lo que más impresionó anoche fue su humildad escénica, su capacidad de hacer sentir a cada uno de los 15 mil asistentes que esa noche era única.
Love At First Sight fue la despedida, un cierre perfecto para una noche sin errores. Fue un espectáculo con alma de boliche, corazón de diva y cuerpo de leyenda. Si alguien necesitaba una prueba de que Kylie sigue siendo una fuerza imparable en el pop mundial, Buenos Aires la confirmó con cada grito.