Netflix vuelve a adentrarse en la mente del horror con Monstruo: La historia de Ed Gein, una docuserie que explora la vida del asesino y profanador de tumbas que inspiró clásicos del cine como Psicosis, La masacre de Texas y El silencio de los inocentes. A través de testimonios, material de archivo y dramatizaciones, la serie reconstruye la historia de uno de los criminales más perturbadores de Estados Unidos, nacido en Wisconsin en la década de 1900.
Desde su infancia, Ed Gein creció bajo la opresión de una madre que era fanática religiosa y que lo educó con una visión enfermiza sobre la pureza y el pecado. Tras su muerte, Gein se aisló en la granja familiar y comenzó una espiral de locura que lo llevó a desenterrar cadáveres y a fabricar objetos con restos humanos. La serie no se centra solo en los crímenes, sino en el deterioro psicológico que llevó a Gein a perder todo contacto con la realidad.
El final: un retrato de Ed Gein
En los últimos episodios, la docuserie muestra el descubrimiento de los horrores en la casa de Gein en 1957, tras la desaparición de Bernice Worden. La policía encuentra máscaras hechas con piel humana, órganos conservados y muebles fabricados con huesos. Ed confiesa haber exhumado cuerpos y asesinado a dos mujeres, aunque asegura que no lo hizo por placer, sino “para traer de vuelta a su madre”.
El final presenta su juicio: declarado mentalmente insano, Gein es internado en un hospital psiquiátrico, donde permanece hasta su muerte en 1984. La serie cierra con un tono sombrío, subrayando que su historia no busca glorificar al asesino, sino mostrar cómo la represión, el aislamiento y el fanatismo pueden destruir la mente humana.
Reflexiones en "Monstruo: la historia de Ed Gein"
- La frontera entre la locura y la maldad es más difusa de lo que parece.
- La represión moral y religiosa puede transformarse en una presión para el horror internalizado.
- El aislamiento social y la falta de atención a la salud mental tienen consecuencias devastadoras.
- Mirar más allá del morbo y entender que los verdaderos monstruos se construyen desde el abandono y la incomprensión.
- Pensar en los límites éticos del entretenimiento: hasta qué punto contar la historia de un asesino sirve para reflexionar, y cuándo se convierte en una forma de explotación del dolor ajeno.