En una tarde cálida y perfumada por notas de Malbec y conversación, Agus de Alba nos recibe en su atelier para una cata privada. Somos un grupo reducido de periodistas, sentados alrededor de una mesa larga, donde cada copa parece reflejar un pedazo de su historia. Entre risas, anécdotas y silencio atento, Agus —sommelier, comunicadora y creadora de Hola Vino— habla con la naturalidad de quien vive lo que enseña.
“Hola Vino cumple 10 años y lo seguimos disfrutando cada vez más”, dice con una sonrisa. La experiencia, explica a El Destape, está pensada para que cualquiera pueda acercarse al mundo del vino sin sentirse intimidado. “La dividimos en dos partes: primero, un momento aperitivo, más relajado, con una barra y cócteles con vino; y después, la gran degustación, donde el público se sienta y probamos tres vinos más. Hay más de 25 sommeliers sirviendo en simultáneo. Es una fiesta, pero también una charla que busca dar contexto, conectar el vino con lo social y lo cultural”.
Esa mirada 360 que propone Agus es una de las claves de su proyecto. “Siento que en el mundo del vino se habla mucho de lo técnico, de la ficha, de los aromas. Pero pocas veces se habla del contexto, de los momentos históricos y sociales que explican cómo llegamos hasta acá. Y eso, para mí, es fundamental: entender el vino como una bebida cultural”.
La conversación fluye mientras el vino corre. En cada pausa, Agus vuelve a lo mismo: la idea de que el vino no debería generar distancia. “Me pasa mucho que la gente dice: ‘No, yo no nací en Mendoza, no sé de vinos’. Pero el vino está en nuestra historia, en las mesas de nuestros abuelos, en el vino con soda, en los rituales cotidianos. No hay que tenerle miedo: lo único necesario es venir con ganas, con presencia”.
Durante la charla, recuerda una anécdota que la marcó. En una edición anterior de Hola Vino, alguien del público le preguntó si existía un árbol genealógico de las variedades criollas. “Era la primera cata a la que venía esa persona, y me sorprendió el nivel de curiosidad. Eso me confirmó que el conocimiento no tiene que ver con la formación previa, sino con las ganas de estar presente”.
Agus De Alba, toda una vida dedicada al vino
Agus lleva casi 20 años dedicada al vino, aunque empezó muy joven. “Empecé a los 18, y siempre sentí que lo que más me costó fue la edad. Me decían ‘¿qué va a saber esta pibita?’. Si hubiera sido hombre, seguro hubiera sido más fácil. Pero con el tiempo aprendí a agradecer ese recorrido, porque me dio una voz propia”.
Esa voz se consolidó también en su propio vino, Blanc de Alba, un proyecto que nació junto al enólogo Juan Pablo Michelini. “Queríamos llamarlo Abismo, por la canción de Illya Kuryaki, pero no pudimos registrar el nombre. Igual, el espíritu quedó. Es un vino que hicimos en un huevito de hormigón, con mucha libertad, con mucha música alrededor”.
La música, de hecho, atraviesa toda su forma de entender el vino. “No puedo separarlos. Tomar un vino y escuchar un disco van de la mano. A mí me marcó mucho mi infancia musical: a los cinco años mi mamá me regaló Chaco de Illya Kuryaki y El amor después del amor de Fito Páez. Esos discos me formaron tanto como los vinos”.
Cuando le pregunto cuál es la mejor ocasión para tomar vino, no duda: “Todas. Solo, con amigos, en una cita, en un asado. Lo importante es tener tiempo para detenerse".
En ese punto se detiene y sonríe, consciente de la paradoja. “El vino, para mí, es mi vida entera. Es mi forma de ver el mundo. Todo lo que hago, leo o pienso está atravesado por eso. Y lo más mágico es que me sigue sorprendiendo: cada vez que hablo de vino, sigo sintiendo la misma curiosidad que cuando empecé”.
Antes de despedirnos, le pregunto por el futuro de Hola Vino. Agus cuenta que, además del clásico encuentro en el Konex, que este año tendrá lugar el domingo 30 de noviembre, luego la experiencia saldrá de gira por Mar del Plata, Rosario, Córdoba y Bariloche, antes de volver a Buenos Aires. “El vino es federal —dice—, y hay que salir del eje Chacarita-Colegiales. Hay gente en todo el país con ganas de aprender y de disfrutar. Lo lindo de nuestro trabajo es que trabajamos con el placer, con la gente que viene a pasarla bien”.
Sobre la “moda” del vino y las nuevas experiencias que lo mezclan con tarot, cerámica o música, Agus es clara: “Todo lo que acerque el vino a la gente me parece positivo. Lo importante es que vuelva a la mesa, que vuelva a ser parte de nuestra vida cotidiana. Después, cada uno elegirá desde dónde conectarse”.
