La vuelta (atenuada) de los visitantes es un paso adelante

La vuelta (atenuada) de los visitantes es un paso adelante: cómo fue el regreso más esperado en este último fin de semana del fútbol argentino.

22 de julio, 2025 | 00.05

La vuelta que más expectativas suscitaba para el fin de semana era, claro, la de Leandro Paredes en un Boca cuya ausencia de juego sigue casi invariable desde hace ya largo tiempo, no obstante cambios de DT y de jugadores. Tanto que tiene difícil pronóstico su partido del miércoles por Copa Argentina contra Atlético Tucumán (en Santiago del Estero). La camiseta, la Bombonera, pesan cada vez más. En pocos minutos, Paredes ratificó su jerarquía el domingo pasado en el pobre empate 1-1 de local contra Unión, especialmente la calidad de su pegada. ¿Podrá Paredes mejorar a los demás? Boca, por momentos, parece detenido en el tiempo.

La vuelta de Paredes, y este es nuestro tema central, fue superada por otra clase de vuelta. Más bisagra para el fútbol argentino: la de los hinchas visitantes. Es una vuelta atenuada por ahora, es cierto, pero, según parece, ya decisión firme al menos por parte de la AFA y del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, que, clara afinidad política mediante, trabajan en fuerte sintonía desde hace un tiempo.

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El primer experimento el sábado por la tarde en Lanús salió bien. Era previsible. Lanús es una cancha ya utilizada en Copa Argentina con hinchas visitantes. Y Central es uno de los clubes hoy más alineados con la AFA. Caminos simplificados desde ambos lados. El problema (así es el fútbol) sucedió dentro del campo. Pero la furia de Lanús por un penal concedido a Rosario Central (acumulada por una polémica previa ante Riestra) tampoco alteró el clima de convivencia entre ambas hinchadas. Dato no menor. La de Lanús inclusive expresó todo el tiempo reconocimiento absoluto al Fideo Di María, una admiración en todas las canchas de la que muy pocos jugadores pueden jactarse en la historia moderna del fútbol argentino. Se habla de sanciones duras para jugadores de Lanús que apuntaron contra el arbitraje (Lautaro Acosta y Carlos Izquierdoz). Extraño que se hable en cambio de sanción leve contra el DT de Racing Gustavo Costas, que quiso sacar a su equipo de la cancha, furioso también él contra un arbitraje.

La segunda prueba, Instituto 0 - River 4, también parecía camino allanado. Porque el estadio Mario Alberto Kempes es uno de los más seguros, porque Córdoba tiene mucha experiencia con hinchada visitante y porque inclusive Instituto trabajó fuerte para pacificar una histórica y violenta puja interna dentro su propia hinchada, que obligaba a separar a los dos bandos cuando el club era local para evitar problemas. Fue un trabajo silencioso. Una negociación que incluyó también a representantes de ambos bandos. Por eso sorprendió cuando, apenas finalizado el partido, estallaron peleas en la platea Ardiles. ¿Un “infiltrado”, como dijeron algunos? ¿Pero infiltrado de dónde? ¿De River (no parecía) o “infiltrado” de uno de los bandos de Instituto que dijo algo supuestamente inconveniente y en el espacio indebido?

Los jugadores de River saludan a los hinchas que se hicieron presentes en el Estadio Mario Alberto Kempes para alentarlos ante Instituto.

La decisión de la vuelta de los visitantes, aún atenuada, es un paso difícil, claro, pero interesante en un país cuya máxima autoridad solo insulta y desprecia a quien piensa distinto que él. Días atrás, en su visita reciente a Buenos Aires, el escritor Martín Caparrós recordaba que el fútbol era su “espacio de salvajería feliz”. Una expresión para permitirse dos horas de una cierta locura. Sea euforia o furia. La “salvajería” (y no feliz) se mudó en estos tiempos a un escenario central para la vida institucional del país. El fútbol, nada menos, quiere dar señales de que no todo debe ser así.