Modelo al límite: desempleo, salarios en baja y un Presupuesto que consolida la recesión

El gobierno sostiene la desaceleración de la inflación a costa de la producción, el empleo y el consumo. Uno de cada tres trabajadores es pobre y la corrección cambiaria golpeó aún más los ingresos. Po qué lo peor todavía no pasó.

22 de septiembre, 2025 | 00.05

A un mes de las elecciones de medio mandato, el escenario económico pone sobre la mesa el impacto de un modelo que priorizó sostener la desaceleración de la inflación, pero a costa del fuerte deterioro de indicadores clave de la economía real. En este marco, se agrava la crisis del mercado laboral con menos empleo, más precariedad y caída de los ingresos, y pierde dinamismo el crédito que amenaza a un ya golpeado mercado interno. El deterioro es generalizado y muestra que este modelo ya dio todo lo que tenía para dar y, al mismo tiempo, que lo peor todavía no pasó.

Al respecto, la reciente corrección cambiaria produjo una drástica "licuación" del valor de los salarios que se desplomaron en dólares en un contexto de profunda recesión, donde el impacto en la suba de precios fue más limitado por las dificultades de convalidar nuevos aumentos ante la sostenida caída del consumo. Esto ocurrió en una coyuntura donde, además, los nuevos datos del mercado de trabajo evidencian serios problemas de empleo -alta desocupación, menos horas trabajadas y más informalidad laboral- que pegan también por el lado de los ingresos, consolidando un modelo económico expulsivo y precarizador que afecta las condiciones de vida de la mayor parte de la población: en Argentina, casi uno de cada tres trabajadores es pobre. 

El Presupuesto 2026, lejos de revertir estas realidades, cristaliza el ajuste en marcha, en tanto fue diseñado para sostener la contracción del gasto público, priorizar la deuda y blindar un superávit financiero, mientras avanza la desindustrialización, la recaudación recae cada vez más sobre los ingresos de trabajadores y jubilados y menos sobre la riqueza acumulada, y se agrava el desmantelamiento estatal que afecta el acceso a servicios básicos. De esta manera, “la apuesta del gobierno es volver a ofrecer un futuro que justifique seguir padeciendo este presente, pero en el mejor de los casos solo podrá mostrar la estabilización de la situación actual”, alertó Luis Campos, coordinador del Monitor de Indicadores Sociales, del IEF- CTA, todo esto sin resolver los principales desafíos macro y con altas chances de agravar la recesión. 

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Modelo al límite: ¿qué sigue?

La política económica enfocada estrictamente en lo electoral no es gratis: la actividad económica ya venía estancada en el primer semestre de 2025 y las estimaciones privadas no descartan un descenso en el tercer trimestre, al punto que ya recortaron el crecimiento de la economía (en torno al 4,0%) a contramano del proyecto de Presupuesto 2026 estimó una suba del 5,4% para este año.

En este escenario, los limites del modelo libertario muestran el agotamiento de un programa que atacó directamente a la producción, el empleo, los salarios y el consumo, afectando las condiciones de vida de la mayor parte de la población que hoy ve como el “esfuerzo” que la dupla Milei-Caputo le pedía hace un año atrás, se canaliza a contener la exigencia de dólares del mercado, al que ya no le cierran las condiciones que le ofrece el gobierno para hacer sostenible el carry trade. En ese sentido, los datos concretos muestran que el modelo ya dio todo lo que tenía para dar. 

El ajuste del mercado de trabajo implicó más desocupación, menos horas trabajadas y más precariedad laboral. En detalle, los últimos datos difundidos recientemente por el INDEC, indican que en el segundo trimestre del 2025 el desempleo se ubicó en 7,6%, por encima de los niveles previos al gobierno de Javier Milei. En dos años, se sumaron 326 mil desocupados. No es menor considerar que si bien el nivel se sostuvo en torno al piso alcanzado en 2024, la economía es 6,3% más grande, es decir que, la actividad se recuperó tras la fuerte recesión del primer año libertario, pero no generó los puestos de trabajo prometidos con la reforma laboral que el gobierno aprobó con la “Ley Bases”. Además, si se pone el foco en las y los trabajadores que buscan activamente una ocupación o trabajar más horas para llegar a fin de mes (desocupados y ocupados demandantes) la presión efectiva llega al 24,7%, registrando un incremento de 2,3 puntos respecto al mismo período de 2023.

Todo esto ocurre mientras el empleo formal sigue cayendo: los asalariados formales en el total de ocupados se ubicaron en el 45,1%, el nivel más bajo de los últimos años (-1,8 puntos versus 2023 y -4 puntos versus 2017). A su vez, la caída del empleo no fue mayor porque se expandió la cantidad de asalariados no registrados en el total de ocupados (de 26,9% a 27,3%), mientras que el cuentapropismo pasó de 23% a 23,7%. Respecto a 2023, ambas categorías en conjunto pasaron del 49,6% al 51,0%. En conjunto, la informalidad tal como la define el INDEC, alcanza al 43,2% del total de ocupados (+1,8 puntos respecto a fines de 2023).

¿Dónde fueron los trabajadores que perdieron sus puestos asalariados registrados? “Unos al desempleo y otros a puestos no registrados e independientes. Es decir, empezaron a trabajar por su cuenta (en alguna aplicación, vendiendo algo, utilizando su oficio) o encontraron un trabajo, pero en negro”, analizó el economista Federico Pastrana de la consultora C-P y agregó “tener un puesto más precario implica menos derechos (vacaciones, aguinaldo), si te enfermás o te vas de viaje no cobrás y tiene, en promedio, un ingreso entre el 40 y 60% de un trabajo registrado. Es decir, la precarización laboral no solo es menos protección e inestabilidad sino también menos ingresos”.

Sobre el panorama actual del cuentapropismo, se trata del tipo de ocupación que más creció en la última década y principalmente se presenta como una alternativa para la generación de ingresos ante la falta de oportunidades de empleo asalariado. Según un informe del centro Fundar, el 77% se concentra en cinco ocupaciones principales: comercialización directa (30,1%), construcción (18%), industria (13,6%), cuidado de personas (8,2%) y reparación (7,1%). Asimismo, este diverso segmento de trabajadores es el más expuesto a la pobreza: casi uno de cada dos (46,5%) son trabajadores pobres. 

En correlato, al observar la dinámica sectorial del mercado laboral en los últimos dos años se detecta que cuatro de las doce ramas de actividad perdieron peso en el total de ocupados, mientras dos se estancaron y cuatro se incrementaron. Principalmente, se redujo el peso de la industria manufacturera (-2,2 puntos), la administración pública (-1,7) y la construcción (-1,1). Por el contrario, creció hoteles y restaurantes (+2,1), el comercio (+1,3) y el transporte (+0,9).

“En el mejor de los casos el gobierno podrá estabilizar la situación actual, y no le va a resultar sencillo. Los datos de junio -antes del tembladeral de las últimas semanas)-mostraban un estancamiento del empleo formal, según la información del Sistema Integrado Previsional Argentino -SIPA”, consideró Luis Campos, Investigador del Instituto de Estudios y Formación de la CTA – Autónoma. Para el especialista estamos ante un modelo que “no crea empleo” a la par que “el salario también está estabilizado en niveles muy deprimidos. La inflación desaceleró, pero la actualización salarial también”. De hecho, “nada indica que podamos esperar buenas noticias del tercer trimestre, más bien todo lo contrario”. Esto se explica en gran medida porque “los sectores ganadores del modelo no tienen por sí solos un impacto significativo en el mercado de fuerza de trabajo y un ejemplo es el caso de Neuquén, donde en la última década el empleo formal privado creció un 30,8% pero en todo el país la variación fue del 0,1%, por lo que los efectos directos de Vaca Muerta solo se sintieron a nivel local”, detalló. 

En los límites de un modelo que no crea empleo ni mejora salarios aparece el combo de privatizaciones, nuevos ajustes en el Estado, y reformas laborales y previsionales regresivas que muestran, al mismo tiempo, que lo peor todavía no pasó. 

Si se pone la lupa puntualmente en la situación de los ingresos, lejos de la dinámica de recuperación de la segunda mutad del 2024, en lo que va de este año el derrotero fue a la baja. Sobre ello, mientras el jefe de Estado insiste en la mejora de los salarios en dólares (desconociendo la significativa apreciación del tipo de cambio real de este último tiempo y su impacto en el poder adquisitivo real) lo cierto es que la volatilidad cambiaria y la escalada del dólar de estas últimas semanas llevó también a una caída significativa del salario medido en dólares. “Es el precio del ajuste, que no se manifestó en una espiralización de precios, sino licuando el valor de los salarios y costos argentinos en moneda dura”, señaló un informe del Instituto Argentina Grande (IAG). El dólar subió, campeón, y eso impactó en los ingresos.

Según el centro de estudios, “el modelo económico inicial se sostuvo sobre una fuerte devaluación del peso seguida de un "crawling peg" (microdevaluaciones diarias) a un ritmo controlado y menor al de la inflación. Esto generó, una apreciación real del tipo de cambio que sirvió como ancla nominal para los precios, a la vez que produjo una mejora artificial y temporal del salario medido en dólares, que el gobierno destacaba, aunque no se reflejaba en el poder real de compra. Sin embargo, este atraso cambiario era una solución transitoria que generaba tensiones sobre la competitividad y la balanza comercial, volviéndose insostenible. El punto de inflexión llegó con el nuevo acuerdo con el FMI y el levantamiento de las restricciones cambiarias (cepo), y con las elecciones el dólar subió más de 20%, esta corrección cambiaria no produjo una disparada inflacionaria inmediata y proporcional”. 

Pese e ello, “debido a un contexto de profunda recesión y una demanda agregada ya muy deprimida, el "pass-through" -paso a precios del alza del dólar- fue limitado. Las empresas, ante la imposibilidad de convalidar nuevos aumentos por la caída del consumo, absorbieron parte del impacto”, evaluaron. No obstante, una vez más, nada es gratis: el salario medido en dólares se desplomó ya que el valor del dólar en pesos subió mucho más rápido que los salarios. Pero, esta vez, la caída del poder adquisitivo real (salario contra inflación) fue más moderada.

En relación, la inflación (IPC-INDEC) de agosto fue del 1,9% mensual. En lo que va del año traccionaron para arriba los servicios (subieron 28,2% contra la suba del 19,5% del IPC; y del 15,6% de los bienes). Por lo menos dos fenómenos podrían estar aconteciendo: “primero, luego de la devaluación se usó el dólar como ancla (subiendo menos que la inflación). Segundo, y sobre todo, la caída sostenida de la actividad y de los salarios reales en todo el 2025 sirven como “anclas”: no suben porque no venden. Los salarios y los bienes (particularmente vestimenta y electrodomésticos, pero también alimentos) son de las pocas cosas que aumentaron menos que la inflación desde el cambio de gestión”, consideraron desde el IAG.

De acuerdo con un informe reciente de los trabajadores estatales ATE del INDEC un hogar tipo necesitó en agosto casi dos millones de pesos para cubrir gastos básicos mientras que la remuneración mediana de los asalariados privados rondó a mitad de año apenas 1.300.000 pesos. El informe señala que, desde la asunción del actual gobierno de La Libertad Avanza, la inflación acumulada llegó al 226,5 %, con una pérdida del 27 % del poder de compra en el caso testigo de la administración pública. La situación de los trabajadores monotributistas también es crítica, con un ingreso neto mensual de $584.235, acumularon una pérdida de más de $5.000.000

Las inconsistencias de los números oficiales

En el segundo trimestre de este año (último dato disponible) el PIB cayó 0,1%: el consumo privado retrocedió 1,1% y la inversión bajó 0,5%, a la vez que las exportaciones se contrajeron 2,2%, y solo creció el consumo público (+1,1%), tendencia que se sostendría en los restantes trimestres del año. Considerando este escenario es que las estimaciones del gobierno para 2025 despiertan dudas ya que se prevé que el tipo de cambio se ubicará en $1.325 para diciembre próximo, cuando las proyecciones del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) lo posicionan en $1.484, mientras que este mes ya cotizó arriba de $1.500. En materia de inflación, la cifra es 24,5%, cuando el mercado arrojó ya una previsión de inflación a diciembre más elevada (28%) mientras que el PBI crecería 5,4% según el oficialismo, pero estimaciones privadas recortaron el crecimiento de la economía al 4,0% para este año.

“El Presupuesto 2026 no baja la inflación ni reactiva la economía. Consolida la recesión como ancla, ajusta partidas sociales y productivas, reconoce déficits externos estructurales y profundiza la dependencia del FMI. El superávit no es solución sino la excusa para más ajuste. Plata hay, lo que falta es voluntad política. Y al revés de lo que dice Milei: lo peor no pasó”, señaló un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP). 

Sobre los principales componentes de la actividad económica, el oficialismo proyecta que el consumo crezca 10,2% en 2025. Sin embargo, “difícilmente pueda mostrar el dinamismo que plantea el Presupuesto ya que desconoce que los salarios reales todavía se encuentran por debajo de 2023 y no muestran señales de recomposición en lo que resta de del año. En paralelo, las tasas de interés para el financiamiento al consumo superan el 100% anual, lo que restringe severamente la posibilidad de sostener la demanda por la vía del crédito”, consideraron desde el centro económico. 

En el caso del consumo masivo, ligado al poder adquisitivo de los sectores populares, evidenció un menor dinamismo. Según INDEC, las ventas de supermercados acumuladas a junio se ubican un 4% por encima de igual periodo 2024, aunque se mantienen 8% por debajo del primer semestre 2023. En el caso de los autoservicios mayoristas, las ventas del primer semestre 2025 están un 6,5% por debajo de igual período 2024, ubicándose un 18,3% por debajo del primer semestre 2023. 

En el caso de la inversión, el Gobierno plantea una suba del 26,5% en 2025 y 9,4% anual el año que viene. Sin embargo, ya cerraron casi 17.000 empresas (1.624 industriales), la inversión privada no energética cayó 25% y la apertura importadora promueve más importaciones de bienes de capital que acumulación local y se suma una caída sostenida de la producción en ramas clave como la textil, metalmecánica, línea blanca, caucho y plástico, automotriz. Por lo que “no tiene sentido esperar un boom inversor en medio de recesión y desindustrialización”. 

Grandes firmas internacionales como HSBC, Procter & Gamble, Telefónica, Clorox o Nutrien abandonaron el país, vendiendo sus activos y llevándose utilidades al exterior, y a nivel doméstico, el panorama es igual de negativo. Según balances de las principales empresas no energéticas que cotizan en bolsa, la inversión cayó 25% en términos reales desde fines de 2023 y está 50% por debajo del pico de la gestión Cambiemos. Esto revela que “incluso los grandes grupos locales hoy recortan gastos de capital. La única excepción es el sector energético (YPF, Pampa, Vista), cuyas inversiones crecieron de manera excepcional”, detallaron los especialistas. 

Por último, en cuanto al esquema financiero, sostener el dólar proyectado ($1.423 en diciembre del 2026) para más que difícil de cumplir porque implica bajarlo de los niveles vigentes ($1.515). Además, el propio Presupuesto admite déficit comercial (–USD 2.447 M en 2025 y –USD 5.752 M en 2026). “Esta proyección es insostenible en medio de las tensiones del esquema financiero que se experimentaron a lo largo de los últimos meses. Incluso la relativa calma cambiaria que se logró en las últimas semanas tiene poco de estructural ya que, además de los múltiples mecanismos de “apretón monetario”, de intervención en el mercado de dólar futuro, el Tesoro interviene vendiendo dólares y sobre todo cuenta con el aval del FMI para que el Banco Central venda parte de los dólares del crédito en el techo”, dijeron desde el IPyPP.

Es decir que la “estabilidad” de corto plazo, en realidad, está sostenida en reservas prestadas y en un esquema de bandas cuya credibilidad el propio mercado da por terminada después de octubre.