La pobreza alcanza a uno de cada cinco trabajadores en Argentina, lo que implica un universo de 4,5 millones de personas, de acuerdo a lo revelado por un informe de la Fundación Mediterránea. El reporte refleja que la tasa de pobreza por estado ocupacional muestra que, aun teniendo empleo, el 21,6% de los ocupados no logra superar la línea de pobreza.
En términos absolutos, esto equivale a 4,5 millones de personas sobre un total de sobre un total de 21 millones de trabajadores. Al señalar que “la pobreza es, en parte, un reflejo del mercado laboral”, el análisis puntualizó que “entre los desocupados, la incidencia trepa al 58,9%, lo que confirma el impacto directo de la falta de empleo en la vulnerabilidad social”.
Sin embargo, sostuvo que “lo más preocupante es que tener trabajo tampoco exime de la pobreza, especialmente cuando se trata de ocupaciones precarias o de baja productividad”, y remarcó que “los datos resumen una realidad preocupante, tener trabajo, en muchos casos, ya no alcanza para garantizar un nivel de vida digno”.
El mapa de la pobreza entre los trabajadores
En este marco, la entidad aseveró que “la clave, entonces, no es solo tener un empleo, sino la calidad de las inserciones laborales”, precisando que “al observar la pobreza entre los ocupados según tipo de trabajo, la incidencia recae fuertemente sobre los trabajadores informales”. Entre los trabajadores independientes no registrados, el 40,5% son pobres; entre los asalariados informales, el 37,5%.
En contraste, los independientes registrados (monotributistas o autónomos) presentan una tasa de pobreza del 12,3%, y los asalariados formales del 9,7%. Incluso dentro del empleo formal, hay sectores de baja remuneración, como el servicio doméstico, “donde persisten altos niveles de vulnerabilidad”.
En esa línea, el documento manifestó que “estos datos invitan a repensar el vínculo entre crecimiento, empleo y pobreza". Argentina "necesita generar más puestos de trabajo, pero sobre todo, empleos formales y productivos”, indicó el reporte, y recalcó que “la creación de empleo en sectores de baja productividad puede mejorar las estadísticas de ocupación, pero no resuelve el núcleo del problema que son los ingresos laborales insuficientes”.
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En este contexto, señaló que “las políticas activas de empleo, formación técnica y la transición hacia la formalidad cumplen un rol estratégico”. Por último, el documento afirmó que “invertir en capacidades y generar incentivos a la contratación formal no solo mejora los ingresos, sino que reduce las brechas de vulnerabilidad” y agregó que “la articulación con el sector privado resulta fundamental para generar empleos en actividades de mayor valor agregado”.