Retroceso histórico en textiles: la producción nacional toca su nivel más bajo para la última década

El proceso económico actual profundiza la desindustrialización nacional: la producción textil local pasó de representar el 55% del total del consumo doméstico a solo el 33% este año. Como contracara, se disparan las importaciones textiles aunque con escaso impacto en precios.

29 de mayo, 2025 | 00.05

La crisis del sector textil e indumentaria se agudiza con el correr de los meses, poniendo en jaque el desarrollo industrial nacional. Un dato graficó con precisión el grave panorama del sector: en lo que va del 2025 se registró la menor participación de la producción nacional en el total del consumo doméstico, de la última década.  Así, el componente local pasó de representar más de la mitad del consumo total a apenas alcanzar un tercio en los primeros meses de este año. Como contracara, los productos importados escalaron al 67% de las prendas que se consumen en el país. En lo concreto, las importaciones de ropa y textiles se dispararon en el primer trimestre del año marcando un récord histórico: crecieron un 86% y 109% interanual en volumen, respectivamente.

“Se trata de un escenario de creciente vulnerabilidad para la producción local, que enfrenta una mayor exposición a la competencia desleal proveniente del exterior”, señalaron fuentes del sector y alertaron que, de mantenerse estas condiciones, “la industria nacional y el sector textil en particular, no podrá mantener su nivel de actividad”.

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Retroceso de la producción nacional

El proceso económico y político actual trae consigo la posibilidad, cada vez más cercana, de que se profundice la desindustrialización nacional, es decir, se genere una mayor pérdida de peso de la industria en toda la economía, con pérdida de ramas productivas clave de la matriz nacional que podría volverse más deficitarias en términos de insumos, máquinas y equipos.

Uno de los sectores más perjudicados es la industria textil y de la indumentaria que cerró el 2024 con una fuerte caída (-17% actividad textil y -6,2% en indumentaria) con destrucción de 177 establecimientos productivos y 9.000 puestos de trabajo directos menos (-7,0%). Según datos sectoriales, el 62% de las empresas registró un descenso en su volumen de ventas.

Como consecuencia de tal performance, el sector atraviesa hoy una realidad alarmante:  la producción nacional registra la menor participación en el total del consumo local de la última década. “La creciente pérdida de participación de la producción nacional sobre el consumo aparente desde 2015 en adelante no solo evidencia la presión externa que enfrenta actualmente la industria textil, sino también un proceso sostenido de debilitamiento estructural del entramado productivo local”, señalaron desde la Fundación Pro Tejer. 

En detalle, lo producido localmente pasó de representar el 55% del total del consumo doméstico (2015) a solo el 33% (primer trimestre del 2025). Se trata del nivel más bajo de la última década.

La contracara es clara: en el mismo periodo las importaciones de tejidos e indumentaria incrementaron significativamente su participación en el consumo aparente: los productos importados acaparan el 67% de las prendas que se consumen en el país, el nivel más alto de la serie histórica (era 45% en 2015). 

¿Qué implica esto? El impacto en esta actividad industrial se traduce en cierre de empresas, pérdida de empleo y de eslabones clave dentro de la cadena de valor. “El sector opera en condiciones desfavorables, mientras compite con productos importados favorecidos por la política económica, con consecuencias negativas para el alto grado de desarrollo tecnológico alcanzado y en la inversión futura, se profundiza la dependencia externa, en detrimento de la soberanía productiva”, alertaron desde Pro Tejer, que agrupa a diferentes empresas de la cadena de valor agro-industrial textil y de confecciones del país. 

En sintonía, consideraron que “sin una visión estratégica de largo plazo y una política de Estado que promueva la inversión, la innovación y el fortalecimiento de la industria local y, a su vez, persiga la meta de una competitividad justa, la industria nacional y el sector textil en particular, no podrá mantener su nivel de actividad, ni la cuantía del empleo federal, en un país que necesita más que nunca de todos los beneficios que pueden aportar las cadenas de valor industrial”.

Para las empresas nacionales el impacto de la entrada desregulada y sin controles de productos desde el exterior atentan directamente con la supervivencia local en el tiempo. Los últimos datos oficiales muestran que las importaciones de ropa y textiles del hogar se dispararon en el primer trimestre del año marcando un récord histórico: crecieron un 86% y 109% interanual en volumen, respectivamente. 

Sin embargo, si bien las cantidades importadas prácticamente se duplicaron, los valores en dólares crecieron mucho menos: el valor promedio por kilo de indumentaria y confecciones en tres meses del 2025 fue 26% menor al de 2024; lo mismo con importaciones de tejidos, ingresaron más de 30.000 toneladas (+155% contra tres meses del 2024), sin embargo, el valor en dólares aumentó solo un 79%. “Esto refuerza las sospechas de prácticas de subfacturación que podrían haberse generado al calor de la eliminación de controles en Aduana”, advirtieron desde el sector respecto de los precios de importación por debajo de los valores regulares.

¿Por qué se está importando tantas cantidades y a precios tan bajos? Desde Pro Tejer encuentran, al menos, tres razones principales. La desregulación comercial, ya que “se han desmantelado herramientas indispensables de administración del comercio exterior tal el caso de la derogación de los valores criterio de importación —precios de referencia mínimos utilizados para detectar subfacturación—, sumado a la flexibilización de los controles como la eliminación del canal rojo de fiscalización, del etiquetado de productos textiles y de la Declaración Jurada de Composición del Producto”. También mencionaron que “el Gobierno facilitó las importaciones con una baja de aranceles para los productos textiles, esto generó un fuerte incentivo a la importación de bienes finales e intermedios en detrimento de todos los eslabones productivos de la cadena” y a esto hay que sumar “un contexto internacional que muestra un creciente excedente de producción textil, especialmente en Asia, como resultado de la caída de la demanda en mercados clave —producto de la guerra comercial y de regulaciones más estrictas en regiones como la Unión Europea y Estados Unidos- y este exceso de stock se está volcando hacia países con menores barreras comerciales, como Argentina, muchas veces a precios de descarte”. 

Todo esto en un marco de apreciación del peso argentino. “Desde la devaluación de diciembre de 2023 a la actualidad el tipo de cambio multilateral se apreció 38%, recuperando niveles preliminares a la devaluación. Esto abarata el consumo de productos importados e incluso fomenta el turismo de compras al exterior, en un contexto donde la producción local enfrenta costos crecientes en dólares”, explicaron. 

Qué pasa realmente con los precios

Si bien el ministro de Economía Luis Caputo viene asegurando públicamente que el objetivo de la mayor apertura importadora y menor desregulación comercial es “bajar los precios locales y aumentar la competencia” desde el sector productivo textil y de la indumentaria advierten que, en la práctica, se trata de medidas con escaso impacto en lo que paga el consumidor. 

“Muchos afirman que la apertura comercial explica la caída de los precios. Se considera que durante el gobierno pasado (2020-2023) la ropa era cara y aumentaba su precio porque la economía estaba ‘cerrada’. Pero 2020-2023 fue récord de importaciones a pesar de la restricción externa, superando gestión de Macri de mayor apertura comercial relativa (+21% en cantidades frente 2016-2019). Es decir, crecieron las importaciones y aumentaron los precios. En 2024, se importó relativamente poco y los precios de la ropa aumentaron mucho menos que la inflación”, indicaron desde la representación sectorial. 

Desde dicho espacio sostienen que “el IPC no discrimina productos nacionales con importados. Se basa en estructura de consumo de 2004-05 (20 años atrás) por eso mide principalmente shoppings que tiene mayor participación importada (70% de la ropa que se vende en los shoppings es importada)”. En relación, según señalaron a este medio, a diferencia del argumento oficial, el efecto en precios al consumidor no superaría el 2% mientras -en cambio- se reduciría aún más la capacidad del país para producir bienes estratégicos con pérdida significativa de empleos (estiman -50.000 a corto plazo).

“La medida carece de perspectiva industrial al abaratar en mayor medida los bienes finales que insumos industriales, lo que se agrava con las medidas de desregulación comercial y facilitación de las importaciones”, cerraron.