Caputo anuncia regreso a mercados internacionales pero el país está lejos de ese mundo

Salir al mercado actual y pagar las tasas que exigen los inversores a la Argentina equivale al doble de lo que le paga a al FMI. El problema es que el país ya agotó todos los canales de financiamiento y se queda sin opciones.

03 de diciembre, 2025 | 15.18

El ministro de Economía, Luis Caputo, es seguramente el mayor exponente de la historia reciente de un modelo endeudador que se repitió –con él a la cabeza—con el macrismo y ahora con el mileísmo de manera idéntica pese al pésimo resultado de la primera vez. Con la camiseta amarilla comenzó pagando a buitres para que le permitan salir al mercado, abusó de ese mecanismo y los inversores le cerraron la puerta. Fue entonces al Fondo Monetario y cerró el mayor préstamo de la historia del organismo. Terminó con una devaluación, corrida e inflación que comenzaba a espiralizarse. Ahora vuelve con Milei para hacer lo mismo, quizás en sentido inverso: mismo resultado y misma viabilidad. Un país cada vez más endeudado y, por tanto, dependiente de nuestros acreedores.

Este miércoles, en una entrevista a Bloomberg, Caputo adelantó que a principio del año próximo el país estaría en condiciones de emitir deuda voluntaria en el mercado internacional (lo que en la jerga financiera se dice: volver al mercado). La aclaración responde a que el Gobierno en estos dos primeros años emitió deuda de todos los colores, pero no fue una emisión masiva en mercados extranjeros. "Los rendimientos de los bonos en dólares del país bajaron a cerca del 10% por ciento, nivel que el ministro de Economía, Luis Caputo, señaló como aceptable para emitir deuda", detalló el medio financiero.

Dos datos a tener en cuenta: cuando el país -por negocios de Caputo- emitió un bono a cien años a una tasa de 7 por ciento, el mundo lo consideró una locura, no solo por la extensión –viable para países estables como Japón—sino por el alto costo. La última tasa del FMI a la que accedió en negociaciones es de 5,613 por ciento anual. Con un riesgo país por encima de los 600 puntos (mayor incluso a los valores de enero de este año), la posibilidad de financiarse, como calcula Caputo, en 10 por ciento, resulta un costo altísimo y evidencia que ya se están quedando sin opciones.

Tan lejos y tan cerca

En esta versión recargada de Caputo debe reconocerse la capacidad de sacar conejos de la galera para aguantar un “cachito” más, como el swap o la intervención del Tesoro de Estados Unidos, aunque ese poco tiempo extra lo tenga que pagar el país con una entrega absoluta a perpetuidad. Pero la galera se está vaciando y Caputo sale a pasar la gorra. Cuando el Gobierno vuelve a plantearse la necesidad de bajar el riesgo país y recuperar el acceso a crédito voluntario, la pregunta es: ¿cuál es la probabilidad real de que esto suceda en un contexto económico y político complejo como el actual?

El riesgo país no sólo refleja la capacidad de pago de un Estado, sino también la confianza que despierta su rumbo político y macroeconómico. El número surge en el mercado comparando el rendimiento real de un bono, en este caso argentino, con uno similar en características de los Estados Unidos. Pero también esos número alertan a las calificadoras para revisar sus notas y son esas notas las que después también impactan en el riesgo país.

Otro círculo vicioso sucede con los fundamentos de la política económica y el riesgo país. Cuando el mercado confía en la política económica mejora el riesgo país y, cuando este último mejora hay más opciones de acceder a mercados y apuntalar una política. En este caso, la mirada está en la capacidad que tendrá el país de acumular reservas. Para ello requiere un tipo de cambio más competitivo.

Los mercados internacionales observan cinco variables críticas antes de volver a prestar dinero a un país emergente de alto riesgo: equilibrio fiscal sostenible, consistencia monetaria, estabilidad política, institucionalidad previsible y crecimiento potencial. En cada una de esas dimensiones, la Argentina muestra avances parciales, retrocesos o directamente contradicciones que desalientan cualquier apuesta a mediano plazo, de acuerdo con un informe del centro de Estudios Económicos del Banco Provincia.

El informe detalló que “la persistencia de una inflación muy elevada es otro elemento que aleja al país de los mercados”. La dolarización de facto, la incapacidad del peso para funcionar como reserva de valor y los recurrentes episodios de emisión para financiar al Tesoro erosionan la credibilidad. “Ningún inversor quiere comprar deuda a largo plazo de un país cuya moneda puede perder, en un año, lo que otras pierden en veinte”, aseguró.

La Argentina es el tercer país con menos reservas sobre PBI de América Latina y el Caribe, solo por detrás de Ecuador y Bolivia. En cambio, en deuda pública con no residentes (deuda externa) tenemos el quinto menor stock y también con relación del PBI. Los casi 200.000 millones de dólares que informó el INDEC para fines de junio representan un 30 por ciento del Producto.

Entre 2011 y 2024, la Argentina fue el único país de la región que tuvo una cuenta financiera positiva (1,4 por ciento de PBI, promedio anual), pero no acumuló reservas, ya que la cuenta corriente -exportaciones netas de bienes y servicios más salidas por utilidades y dividendos y pagos de interés- tuvo un déficit algo mayor (-1,7 por ciento del Producto). En la región, ocho de diez países incrementaron sus reservas en el período, en tanto que Argentina y Bolivia fueron la excepción.

Los inversores no observan únicamente si un gobierno tiene voluntad de pagar, sino si tiene capacidad para sostener un programa económico. En la Argentina, con un proyecto de presupuesto que anticipa déficit comercial para los próximos tres años –es decir, pérdida de dólares por la balanza comercia—, esa capacidad está bajo serias sospechas.