Caputo vende dólares del FMI y desata el caos

La dupla Milei-Caputo empezó a rifar los dólares del FMI, provocando el colapso de las cotizaciones de acciones y títulos públicos. Pierde reservas mientras el mercado anticipa la devaluación y se convoca al fantasma del default. La fragilidad política profundiza la crisis económica.

18 de septiembre, 2025 | 19.31

El mejor ministro de la historia, según la celebración del presidente Javier Milei, abrió la puerta que nunca tenía que tocar si quería evitar el colapso de las cotizaciones de acciones y títulos públicos. Luis Caputo, el mismo que antes había provocado, con la que será una histórica frase que recordará este período liberal-libertario, “Comprá, campeón”, empezó a vender muchos dólares del Fondo Monetario Internacional a través del Banco Central.

El primer día entregó 53 millones de dólares y al segundo día, 379 millones de dólares. Esta velocidad de pérdida de reservas, que estaban destinadas al pago de los vencimientos de capital e intereses de la deuda pública, no frena la presión cambiaria, sino que, por el contrario, la acelera.

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No es un misterio que cuando Caputo abriera la puerta de los dólares del FMI para defender una paridad cambiaria —1474,50 pesos, el techo de la banda— iba a provocar un desastre.

La venta de dólares del FMI que tiene de reservas el Banco Central provocó el colapso de las cotizaciones de acciones y títulos públicos.

La mala gestión de Caputo anticipa otra futura devaluación

Al utilizar los dólares del préstamo del FMI, Caputo está desarmando el único ancla que el Gobierno exhibía para enfrentar la presión cambiaria y el derrape de las cotizaciones. La paradoja es que, en lugar de disciplinar a los especuladores, terminó incentivando la demanda de dólares.

El mercado ya había comenzado a especular con una devaluación inminente, convencido de que el esquema de banda cambiaria es insostenible con el actual nivel de reservas. La intervención con dólares del FMI no disipa esa expectativa, sino que la potencia: los operadores descuentan que el tipo de cambio oficial no resistirá hasta después de las elecciones de octubre.

¿Por qué Caputo empezó a vender dólares del FMI? No existe una única respuesta, pero una aproximación debe tomar en cuenta la existencia del combo de soberbia e impericia en la gestión monetaria y cambiaria.

La sucesión de horrores en el manejo de este frente hipersensible de la economía argentina, una fragilidad que no es desconocida, está hundiendo el mercado bursátil hasta niveles que pueden provocar un derrumbe generalizado.

El ministro de Economía, Luis Caputo, reúne el combo de soberbia e impericia en el manejo de la crisis financiera.

El riesgo que se suma ahora es un eventual default

Este escenario de presión cambiaria abre otra amenaza aún mayor. El comprometer los dólares que estaban reservados para pagar deuda convocó un riesgo adicional: el default de la deuda pública. 

El riesgo de la potenciación de la corrida se debe a que no pocos en este negocio juegan a comprar activos tomando deuda (en jerga, apalancados). Cuando se produce semejante derrumbe de las cotizaciones, tienen que salir a liquidar esos papeles comprados con deuda o bien reponer garantías en ese crédito recibido para especular.

Los quebrantos pasan a ser más elevados que las fortísimas caídas nominales de un día de acciones y títulos públicos. Quienes conocen la dinámica del mercado bursátil saben que este derrape es apenas la aceleración de un proceso de destrucción de capital especulativo, que comenzó cuando se recibió la asistencia financiera del Fondo Monetario.

La operatoria de Caputo expone otro elemento central: la ausencia de controles sobre los movimientos de capitales, que facilita la fuga de divisas en los momentos de crisis. La historia económica argentina ofrece antecedentes claros —la dictadura, los años de Carlos Menem y Mauricio Macri— donde el ingreso de capitales especulativos terminó en abruptas salidas, devaluaciones y ciclos de endeudamiento.

Destrucción del capital ficticio

El capital especulativo que se evapora por el derrumbe de las cotizaciones se denomina “ficticio”. Es una definición que explica el incremento de un capital por la valorización de activos de la esfera bursátil y de las finanzas, sin la correspondiente expansión de la actividad productiva ni inversión en la economía real, o sea, sin la generación de bienes que acompañen este ciclo de valorización financiera.

El fuerte retroceso de los activos viene a destruir ese dinero ficticio-monetario sin contrapartida en el valor de bienes tangibles. La depreciación de parte de ese capital ficticio hasta alcanzar un nuevo equilibrio es un proceso abrupto. Se precipitan quiebras, defaults de deudas, depresión de cotizaciones de acciones y bonos, e inflación de bienes y activos refugio, como el oro u otros metales preciosos.

La crisis financiera generalizada que empieza a asomar tiene además un componente político: el respaldo que el FMI le ha dado al programa económico de Milei. La decisión del organismo de permitir el uso de los desembolsos para intervenir en el mercado cambiario —algo expresamente prohibido en sus estatutos— revela el carácter político del apoyo. Esta complicidad erosiona la credibilidad del Fondo y lo vincula directamente con los costos sociales y económicos de un colapso financiero.

El Banco Central empezó a rifar los dólares del FMI. Así abrió las puertas del infierno: el peligro del default.

Milei perdió el ancla principal de su gobierno: el político

A ese cuadro de inestabilidad financiera se superpone un dato político clave: Milei viene de sufrir derrotas resonantes en el Congreso. Tanto en Diputados como en Senadores, el oficialismo quedó en minoría y sus vetos presidenciales fueron rechazados por amplias mayorías opositoras.

A esto se sumó la paliza electoral que recibió en las elecciones legislativas de la Provincia de Buenos Aires, donde el peronismo consolidó su predominio, y las perspectivas negativas que enfrentan los candidatos libertarios de cara a las elecciones legislativas nacionales de octubre.

La combinación de crisis financiera y debilidad política es explosiva: deja al gobierno de Milei sin capacidad de controlar el frente económico y sin respaldo para aplicar medidas de contención cuando el sistema entre en pánico.

El mercado especula con una devaluación inminente, convencido de que el esquema de banda cambiaria es insostenible con el actual nivel de reservas.

El ajuste sin fin de Milei sólo adelanta una crisis más profunda

No es que una crisis financiera se exprese de diferente forma dependiendo de si una economía está más o menos ordenada en materia fiscal o de endeudamiento. En todo caso, puede tener más o menos impacto, pero su desarrollo adquiere condiciones parecidas. El disparador real es la carencia de dólares suficientes en el Banco Central. Y Caputo empezó a rifarlos. ¿Qué puede salir mal a partir de esta decisión? Hizo lo mismo en el 2018, siendo presidente del Banco Central, y el gobierno de Macri comenzó su larga agonía.

El derrape financiero seguido de recesión y la aplicación de ajustes fiscales para enfrentar la crisis termina profundizándola, y así se debilita aún más la situación patrimonial de bancos y empresas.

Si la crisis se extiende a partir del estallido de la burbuja mileísta, el peligro es la aparición del miedo de los ahorristas sobre el futuro de sus depósitos. Esta eventual sangría de recursos restringe la liquidez de las entidades bancarias, que reaccionan cerrando el crédito al consumo y a empresas, al tiempo que reclaman la cancelación de préstamos ya otorgados.

Como la economía está en recesión y las medidas ortodoxas que se han dispuesto profundizan esa tendencia, más se obtura el circuito de financiamiento porque desaparece el préstamo. Al mismo tiempo, aumenta la morosidad de la cartera crediticia y todo el sistema bancario entra en una situación de estrés máximo.

Sin la recuperación de la economía real, el ajuste ortodoxo de Milei conduce inevitablemente a la prolongación y profundización de la actual crisis económica, social y política, con riesgo de un colapso financiero generalizado.