La economía argentina enfrenta una crisis global con un Presidente y un ministro de Economía que desentonan, en conceptos y en capacidad de gestión, para amortiguar sus inevitables costos.
Casi todos los países perjudicados por la estrategia de Estados Unidos de elevar aranceles de importación reaccionan subiendo los propios y/o reclamando un espacio de negociación para aminorar los efectos negativos del proteccionismo impulsado por Donald Trump.
Javier Milei, en cambio, festeja una medida que perjudica a empresas locales de diferentes sectores productivos, e incluso postula una reducción recíproca de aranceles sin entender la esencia de la iniciativa trumpista: por un lado, disminuir las compras de productos del exterior para impulsar la producción nacional, y por otro, aumentar los ingresos del Tesoro con la recaudación adicional de aranceles para desacelerar el ritmo de crecimiento del déficit fiscal y, en consecuencia, el de la deuda pública.
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Trump no está hablando de incrementar un flujo equitativo del comercio internacional reduciendo aranceles, como propone Milei, sino que quiere reducir las importaciones del resto del mundo, incluidas las de Argentina. Tiene el objetivo primario de aminorar el déficit comercial y, para ello, busca sostener las ventas externas y reducir las compras del exterior.
El silencio de la Unión Industrial Argentina
La incomprensión de Milei acerca del nuevo escenario global puede repercutir en costos aún mayores para la economía nacional. Proponer un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos o llevar los aranceles a cero para el intercambio bilateral desconoce que ambas economías no son complementarias (una le vende a otra lo que no produce), sino que son competitivas (las dos producen lo mismo).
No es un misterio que entre economías competitivas, la más fuerte será la dominante en el vínculo del comercio bilateral. El dogmatismo ideológico de Milei, si avanza en la práctica, será una tragedia para la mayoría de las ramas productivas competitivas de las estadounidenses.
Varias cosas son llamativas en esta etapa política de sumisión de un Presidente aperturista a los pies de otro proteccionista, que lo es además de la principal potencia económica occidental. Pero una de ellas resulta impresionante: el silencio de la Unión Industrial Argentina a nivel institucional y también de la mayoría de sus miembros representantes de diversas actividades productivas.
El programa económico en general y la estrategia económica internacional en particular del gobierno liberal-libertario tienen el sello antiindustrial. Esta es la política más amplia y contundente de todas las implementadas por gobiernos de derecha, desde el plan de Martínez de Hoz en la última dictadura militar, pasando por el de la convertibilidad de Menem-Cavallo y, finalmente, por la desplegada durante el gobierno de Macri.
En esta oportunidad, con Milei, no hay ni un rubro que reciba un tratamiento proteccionista, como tuvo el grupo Techint, Arcor de la familia Pagani o Ledesma de la familia Blaquier, entre otros grandes grupos económicos, en cada uno de los procesos regresivos mencionados.
¿Cómo afectará a la economía argentina?
Existen motivos políticos e ideológicos para explicar el mutismo de los industriales. De todos modos, es impactante el avance arrasador de la política liberal-libertaria sobre sus actividades y observar la reacción tan tibia, como la pronunciada por el titular saliente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, que parece expresar vergüenza o miedo, en lugar de reclamar con firmeza la protección de sus propios intereses.
Ante la carencia de reflejos defensivos del sector que saldrá más perjudicado por la política de Trump, entre las que se destacan las actividades siderúrgica (Techint) y de aluminio (Aluar), resulta oportuno el informe de la consultora C-P, de los economistas Federico Pastrana y Pablo Moldovan, “Guerra comercial y hegemonía. Trumpconomics 2.0”. Analiza el impacto sobre la economía argentina, destacando las siguientes consecuencias:
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“Los riesgos de recesión global, e incluso la posibilidad de éxito del programa Trump y su impacto sobre la economía china, generan una amenaza sobre los precios de los commodities. Se trata de un riesgo que podría afectar no solo la dinámica del sector agropecuario, sino incluso las perspectivas de la producción hidrocarburífera. Este último sector ya venía golpeado por el anuncio de subas en la producción de la OPEP”.
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La “racionalidad” detrás de la suba de aranceles de Trump implica trasladar a los socios los costos de la suba de aranceles. En este contexto, los riesgos de devaluaciones en socios complican la tendencia a la apreciación del peso. El escenario tiende a incrementar la fragilidad externa del programa económico de Milei y los riesgos de reversión del proceso de desinflación”.
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“Las expectativas de aumento de la inflación en Estados Unidos podrían inducir a la FED (banca central estadounidense) a subir la tasa de interés, revirtiendo el sendero de bajas iniciado en 2024. Una suba de tasas profundizará la recesión y absorbería los dólares del mundo, en un proceso de fly to-quality”.
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“Se trata de un factor de riesgo adicional para la Argentina, que necesita reabrir el acceso a los mercados internacionales de crédito para afrontar los abultados vencimientos de deuda pública”.
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“La disputa sobre la evolución de la tasa de interés en los Estados Unidos se encuentra aún abierta. Trump ejerce presión a la baja sobre la FED, priorizando la actividad y la competitividad del dólar”.
¿Por qué Trump tumbó el tablero del comercio internacional?
Ambas potencias están lanzadas a una disputa por la hegemonía global. Mientras China lo hace con una economía capitalista centralmente planificada, Estados Unidos intenta un movimiento defensivo con la elevación general de aranceles, para preservar su lugar de privilegio, que ya no posee.
Este giro de la estrategia exterior impone un clima de incertidumbre y volatilidad a la economía global, como quedó en evidencia con el colapso de las bolsas mundiales.
En los hechos, Trump reconoce implícitamente que Estados Unidos ha retrocedido en términos relativos como potencia hegemónica en la competencia con China. La modificación del cuadro de aranceles de importaciones sería el primer paso de un programa que busca compensar las cuentas por el lado comercial, pero también pretende neutralizar el avance chino y fomentar la relocalización de inversiones productivas en Estados Unidos.
Trump hizo esta movida con el riesgo de arrojar la economía estadounidense y, por lo tanto, también la global, a la recesión. Está convencido de que el actual ordenamiento económico mundial provoca la desindustrialización de los Estados Unidos y favorece el desarrollo de China en amplias áreas productivas y tecnológicas estratégicas. Por caso, en la fabricación de autos eléctricos (la china BYD desplazó del primer lugar a Tesla, de su aliado Elon Musk) y en la producción de bienes y servicios incorporando Inteligencia Artificial (IA).
La carrera industrial y tecnológica la está liderando China
En la producción mundial, Estados Unidos ha caído del 32% en 1980 al 24% en 2020, y en el comercio mundial retrocedió del 14% al 11%. China concentra ahora el 35% de la producción manufacturera mundial, cuando registraba el 5% en 1995, proyectándose al 50% para el 2030.
Trump apuesta a modificar esta tendencia dinamitando el sistema económico vigente y sus instituciones más representativas, como la Organización Mundial de Comercio. ¿El FMI también estará incluido en esta lista?
Pastrana y Moldovan explican que, para la administración republicana liderada por Donald Trump, la industria nacional es una pieza fundamental para el control de la producción, la carrera tecnológica y la defensa.
“El problema de la desindustrialización tiene influencia no solo para la disputa por la hegemonía global, sino también para la política interna. La destrucción de puestos de trabajo y el deterioro del tejido social en parte de la geografía norteamericana expresan este problema”, indican.
“Si no tienes acero, no tienes país” aseguró Trump. Aquí aparece el objetivo de la reindustrialización que propone con la exigencia de la relocalización en Estados Unidos de las plantas que sus multinacionales (Nike, Apple, entre otras) distribuyeron en otros países, en la etapa de la globalización con apertura comercial y búsqueda de costos laborales bajos para incrementar la tasa de ganancia corporativa.
Milei repite un error histórico de la clase dominante
Una observación histórica de la década del '30 del siglo pasado resulta ilustrativa para identificar el desvarío del gobierno de Milei: con las diferencias que existen entre ambos momentos, el presente se asemeja a la desorientada elección de los sectores dominantes con su representación política apostando al imperio en decadencia (Inglaterra), con el Pacto Roca-Runciman de 1933, en lugar de estrechar vínculos con la potencia emergente (Estados Unidos).
La forma de generar confusión hoy acerca de la comprensión de lo que está pasando en la economía mundial es pretender cancelar este debate diciendo que lo que necesita Argentina es un programa de capitalismo occidental con reglas claras que respete la propiedad privada.
Este postulado no tiene un anclaje consistente con el presente e interviene en la discusión pública como si nada hubiera cambiado en el mundo económico y geopolítico en los últimos 25 años y, para peor, como si nada cambiará para adelante.
Estados Unidos pide y no da; China da y pide
En este complejo período que está alumbrando de ordenamiento del poder económico mundial, en el cual predomina la incertidumbre, abrazar incondicionalmente a uno de los dos principales jugadores de este tablero sólo preanuncia dificultades.
Una y otra potencia interviene en Argentina en función de sus propios intereses, y con este parámetro se debe evaluar el vínculo del país con cada una de estas potencias.
Milei carece de la necesaria capacidad de negociación en este terreno resbaladizo y elige subordinarse a Estados Unidos sin recibir, por el momento, nada a cambio.
Por lo pronto, Mauricio Claver-Carone, extitular del BID y encargado de América latina del Departamento de Estado, afirmó que "queremos asegurarnos que ningún acuerdo con el FMI termine prolongando el swap que tienen con China".
Esta línea de crédito es por unos 18.000 millones de dólares. Sin estos recursos, las reservas brutas del Banco Central entrarían en terreno de colapso: el viernes, sumaban 25.119 millones.
Realizar la antipática resta de ambas cifras revelaría el desastre al que conduciría la economía argentina en caso de que Milei siguiera el consejo de Claver-Carone, o estuviera obligado a hacerlo desesperado por conseguir los dólares del Fondo Monetario. Es preferible no hacer este cálculo ni especular cuál podría ser el precio del dólar y, en el actual estado de las reservas internacionales, cómo quedarían las cuentas del Banco Central, incluso con el préstamo del FMI.
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