La crisis económica desatada por el gobierno de Javier Milei parece no tener piso. La actividad económica en la provincia de Santa Cruz sufrió una caída interanual del 8,7% en octubre. Aunque mostró una recuperación intermensual del 2,5% en la medición desestacionalizada, la leve mejora resulta insuficiente para revertir la tendencia recesiva.
Santa Cruz arrancó el 2025 con un crecimiento del 27,3% en enero, pero luego se desplomó. La recuperación observada en la primera mitad del año se revirtió rápidamente, y el segundo semestre confirmó el ingreso a una fase recesiva profunda que afecta tanto al comercio como a los servicios.
La dinámica económica provincial muestra que la recesión de 2025 excede el plano comercial y se proyecta sobre toda la estructura productiva provincial. Los informes recientes revelan una contracción persistente, agravada por señales externas que profundizan el deterioro: el cierre de más de 150 comercios en Río Gallegos expone un nivel de estrés operativo que trasciende la caída de ventas y refleja colapso de liquidez, ausencia de crédito y dificultad para sostener costos fijos mínimos.
"A este proceso se suma la declaración de emergencia administrativa y económica en Río Gallegos y el desdoblamiento del pago de salarios estatales por parte del Gobierno provincial. Estos hechos amplifican la fragilidad sistémica: el sector público es un demandante central de bienes, servicios y empleo. Cuando las administraciones locales admiten su incapacidad de sostener gastos corrientes sin medidas excepcionales, la consecuencia inmediata es una contracción adicional del consumo y un aumento de la incertidumbre entre comercios y proveedores dependientes del flujo estatal", afirma el documento elaborado por la Federación Económica de Santa Cruz (FESC).
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Las empresas, especialmente las PyMEs relevadas, señalan que las dificultades para afrontar aguinaldos, mantener planteles y cubrir impuestos no responden solo a la baja de ventas, sino a un entorno donde la cadena de pagos está deteriorada. La fuerte proporción de endeudamiento registrada en la Encuesta Provincial de Actividad PyME (EPAP), elaborada por la FESC entre el 10 y el 30 de agosto, confirma que el financiamiento dejó de canalizar inversiones y se transformó en un mecanismo defensivo para sostener operaciones mínimas. La coexistencia entre caídas sectoriales, cierres definitivos y emergencias fiscales municipales describe una economía donde la recesión no es coyuntural, sino estructural, con actores públicos y privados operando al límite.
Cayó la actividad económica en Santa Cruz: cuáles fueron los rubros más golpeados
El desempeño sectorial de octubre confirmó que ningún rubro escapa al contexto desfavorable. Alimentos y Bebidas, tradicionalmente más resistente, registró una caída interanual del 4,2%, la menor del relevamiento. Servicios, que incluye hotelería, turismo y actividades profesionales, cayó 7,3% interanual, aunque mostró una recuperación intermensual del 2,3%. La demanda de servicios privados y turísticos se mantiene deprimida, con perspectivas conservadoras para la temporada de verano que se aproxima.
El panorama es aún más negativo en Calzado, Indumentaria y Textiles, con una contracción del 9,5%. El consumo se desplazó definitivamente hacia bienes esenciales, recortando categorías consideradas prescindibles. Ferreterías y Construcción retrocedió 9,8% interanual, con la construcción privada paralizada. Los comercios subsisten gracias a pequeñas refacciones y mantenimiento básico, mientras que el sector de muebles y decoración atraviesa su peor crisis en años. Farmacia y Perfumería registró la mayor caída interanual (-13,2%), pero también el mejor desempeño intermensual con un repunte del 17,6%.
Las expectativas empresariales reflejan el difícil momento que atraviesa el sector privado provincial. Casi la mitad de los encuestados (47,4%) considera que su situación empeoró respecto al año anterior, mientras solo el 20% reporta mejoras. Este balance negativo se traduce en una marcada retracción de la inversión: apenas el 22,1% considera que es un buen momento para invertir, mientras el 36,8% descarta cualquier proyecto de expansión.
Sin embargo, las perspectivas a futuro muestran un atisbo de optimismo. El 58,9% espera una mejora en los próximos 12 meses, aunque esta expectativa convive con un 15,8% que prevé un empeoramiento. Este panorama mixto sugiere que, si bien predomina la cautela, existe cierta confianza en una eventual recuperación vinculada a la reactivación del consumo interno y la estabilización macroeconómica.
