Proscripción y disciplina, la vendetta del capital

Qué hay detrás de la condena a Cristina Kirchner.

12 de junio, 2025 | 00.05

Aunque largamente anunciada, la oprobiosa proscripción contra la principal figura de la oposición es un shock político. Es, ni más ni menos, la historia que se repite, con nuevas formas, pero con el mismo fondo: la negación del otro, la tragedia argentina, la tierra de los desaparecidos.

Los repúblicos, esos personajes políticos e intelectuales apañados por los grandes medios que durante los gobiernos peronistas se llenan la boca hablando de división e independencia de poderes, festejaron el más grave ataque al Estado de Derecho desde la recuperación democrática. Un ataque convalidado nada menos que por el vértice del único poder vitalicio de la República, la casta judicial. Nunca el poder, el verdadero poder, se mostró tan descaradamente desnudo. Y los rapaces de toda monta que bienviven de sus migajas aprovecharon para mostrarse festejantes y hablar de “Justicia”, esa voluntad constante y permanente de dar a cada uno lo suyo que, como volvió a quedar en evidencia, nada tiene que ver con el quehacer político cotidiano de esa gran “famiglia” de privilegiados y sobre remunerados que pueblan los juzgados.

En contrapartida, la oposición peronista mostró algunas horas de unidad frente a la adversidad, aunque todavía es demasiado pronto para vislumbrar el final de la película, es decir para saber si la proscripción a CFK dará inicio a alguna forma de sucesión sin rupturas. Algunos viejos contrincantes pusieron sus barbas en remojo y se allegaron hasta la sede partidaria de Matheu, desde donde, conocida la ratificación de la condena amañada, CFK reivindicó las causas de su lugar en la historia grande, denunció la doble vara de la casta judicial y repasó las evidentes analogías de persecución y proscripción que son parte de la historia del movimiento y, por ello, parte de la historia trágica del país.

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Desde el surgimiento del peronismo, la obsesión de las elites fue su negación. Bombardeo de la Plaza de Mayo, golpes de Estado, exilios, resistencia, guerrillas, regreso tardío del viejo líder cuando ya se habían desatado todas las furias y demonios, desaparición forzada de personas con ensañamiento en la militancia de base y sindical. De nuevo, unas elites obsesionadas con la negación de la existencia del otro hasta el paroxismo de matar, con bombas sobre la población civil, con desaparecidos que algo habrán hecho o gatillando el disparo lumpen que no salió. Hoy vuelve a repetirse la proscripción de la principal líder opositora y es una gran torpeza que quienes proscriben se olviden de la historia, que no consideren el principio de acción y reacción, que no tengan en cuenta los demonios que se desatan. Mirar solo el “40 a 30” en la foto recortada de una encuesta de opinión puede ser un error, las broncas sociales son fuerzas sumergidas de las que es muy difícil prever cómo explotarán. La proscripción desampara, enoja y hasta puede enfurecer a quienes se sienten representados por la líder proscripta.

Pero veámoslo del otro lado ¿por qué esta furia de las clases dominantes con el peronismo? El peronismo como movimiento no debería molestar especialmente al poder económico. Nunca fue anticapitalista. Como destacan sus críticos de izquierda, surgió en la segunda posguerra como una búsqueda de armonía entre el trabajo y el capital, no de derrocar al capitalismo. En línea con la doctrina social de la iglesia, una de sus banderas es la “Justicia Social”, lo que, en números se traduce, arbitrariamente, en la propuesta del 50 y 50, es decir en que el ingreso nacional se reparta en partes iguales entre el trabajo y el capital. Bien mirado, nada especialmente “confiscatorio”, ya que los capitalistas son pocos y los trabajadores muchos. Por supuesto son ideas que corresponden a su contexto histórico de emergencia, la época dorada del capitalismo y del “peligro del comunismo”, la del surgimiento y auge de los estados de bienestar y las políticas keynesianas.

No se persigue aquí hacer una genealogía del movimiento, además archiconocida, sino remarcar que lo único anticapitalista del peronismo es una estrofa de la marchita que reza que el General conquistó “a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital”, algo al parecer muy irritante. Cabe preguntarse entonces de dónde viene la gran tirria, la voluntad de negación. La primera respuesta se encuentra en el dato de no haber sido nunca neutral en la lucha de clases y de haber laudado siempre en favor de los trabajadores, lo que en el devenir significó sindicatos fuertes y legislación laboral. Desde mediados del siglo XX los capitalistas locales comenzaron a añorar el pasado de libre explotación. También a envidiar la ausencia de legislación protectiva y poder sindical en los países vecinos. En paralelo, muchas clases medias no alcanzaban a comprender que de estas políticas también dependía su existencia.

Durante la experiencia menemista, que no se quedó en el 45, el peronismo fue el mejor alumno del Consenso de Washington. Del peronismo originario solo se conservó el estilo. Hubo que esperar a la etapa kirchnerista para que se recupere, “imperdonablemente”, el sesgo en favor de los trabajadores. CFK lo recordó en los últimos días cuando dijo que en los 12 años y medio de gobiernos kirchneristas (de los que extrañamente excluye al período 2019-23) se logró el mejor reparto histórico del ingreso en favor de los trabajadores. Fue en 2015, justo el año en que se perdió el gobierno, cuando los trabajadores se llevaron, según datos de Fundar, el 53,2 por ciento del ingreso nacional, dato que seguramente está detrás de la plaza llena despidiendo a la Presidenta saliente. Desde entonces esta participación no dejó de caer y en 2024 fue del 44,1 por ciento. 

Haciendo síntesis a gran escala entre procesos económico-históricos complejos es este 53,2 por ciento lo que las elites no le perdonan a CFK y lo que resulta en su proscripción ejemplificadora. Vale aclarar que las elites son las clases dominantes, y que la estructura de clases en el actual estadio del capitalismo tiene su vértice en las clases hegemónicas de los países centrales, de las que las locales funcionan como auxiliares. Por eso se pudo observar a la AmCham, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina, pidiendo ficha limpia primero y presionando para que la Corte proscriba después. Dicho de otra manera, no es solo el estelar cuarteto local Macri-Magnetto-Rocca-Eurnekián. El país y sus abundantes recursos naturales sin explotar y posición geográfica también son parte de la disputa global. 

Finalmente insistimos en que el proceso es más complejo, porque a partir de 2011 el PIB, del que el ingreso es equivalente, se estancó, lo que agravó las tensiones distributivas y el enojo del capital, que ya venía caldeado por las tensiones con el agro pampeano por las retenciones móviles que habían estallado en 2008, el que a la vez se superpuso con el principio del fin de la etapa de auge de los precios de las commodities. En paralelo fue creciendo el peso del Estado en la economía y sus necesidades de financiamiento, otro factor de tensiones, pero nada de esto altera la cuestión de fondo: la proscripción disciplinadora para quien intente una distribución en favor de los trabajadores.

La sustentabilidad social y económica de los modelos, 2003-15 y presente, lo que debería ser la preocupación más genuina para las elites que se comporten como tales, no se discute aquí. Lo que sí queda claro es el mensaje para una clase política mayormente timorata: “Nosotros nunca perdemos, y si ganás por un rato tenés que saber que la vendetta siempre llega”. Hoy vinieron por CFK.-