“No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá, y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente.”
Estas palabras del ex presidente estadounidense William Taft (1909-1913), dichas a comienzos del siglo XX, parecen ser la fuente de inspiración del actual mandatario Donald Trump. La visita del vicepresidente JD Vence a Groenlandia, del canciller Marco Rubio al Canal de Panamá, y del almirante Alvin Hosley, jefe del Comando Sur del Pentágono, a Tierra del Fuego busca cerrar un cerco en torno a nuestro continente.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Este avance ilegal de Estados Unidos sobre la región está apuntalado por una fuerte militarización que presidentes como Javier Milei y el ecuatoriano Daniel Noboa facilitan con sumisión.
En el caso de Ecuador, Noboa no sólo permitió la instalación de una base naval estadounidense en la isla Galápagos (con el consiguiente despliegue de aeronaves, buques y tropas), sino que autorizó la reconstrucción de la base de Manta por parte del Pentágono.
Aún más grave, Noboa selló una alianza estratégica con el ex marine Erik Prince, fundador de la empresa de mercenarios Blackwater, para que provea a las fuerzas de Ecuador de “asesoramiento y capacitación”. Por las numerosas acusaciones que tiene Blackwater por los crímenes cometidos contra civiles en Irak y Afganistán, debió cambiar su nombre por Academi,
La Constitución de Ecuador, por una reforma aprobada durante la presidencia de Rafael Correa, prohíbe explícitamente el establecimiento de bases militares y tropas extranjeras en el país. Con la excusa del narcotráfico, Noboa logró burlar la Constitución y llamar a la “cooperación internacional para fortalecer nuestras capacidades y enfrentar con mayor eficacia los desafíos en seguridad”.
La excusa del narco o el crimen organizado podría ser usada también en Argentina ¿Puede ser casualidad que la incautación de media tonelada de cocaína, en el río Paraná, coincida temporalmente con la operación militar “Presidente Julio Argentino Roca”, en Salta, para el “control del delito organizado” y con la visita del jefe del Comando Sur a Tierra del Fuego, al que se le permitió husmear en la Base Austral Integrada de Ushuaia y el Polo Logístico Antártico, proyectos estratégicos para el dominio del Atlántico Sur y la Antártida?
Si las piezas del rompecabezas se muestras dispersas y disociadas nunca se entiende cuál es el verdadero plan.
“EEUU necesita desplegar todo tipo de armas de guerra: aviones, buques y submarinos nucleares. Pero no es para combatir el narcotráfico ni el crimen organizado. Necesitan la base de Galápagos por China, como parte de su estrategia del control del Pacífico.”, opinó en su cuenta de la plataforma X, Andrés Arauz, ex candidato presidencial por el partido correísta, Revolución Ciudadana.
La misma lógica puede aplicarse a los pasos interoceánicos y geoestratégicos de Panamá y Tierra del Fuego.
El Canal de Panamá
A comienzos del siglo XX, el plan del ex presidente Taft y sus tres banderas de barras y estrellas tenía como objetivo expulsar del continente a las potencias dominantes de Europa, especialmente al Reino Unido. Hoy, en los documentos militares y de inteligencia estadounidenses, aparece China como enemigo o “actor estatal externo” (ESA, external state actors).
Vale la pena retroceder en la historia. En 1880, la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá, de origen francés, que venía construyendo las esclusas para compensar el desnivel existente entre ambos océanos, fue víctima de una serie de operaciones de prensa que afectaron su imagen además de otros inconvenientes. En 1889, la empresa francesa del Canal de Panamá quebró y en 1992, con la ayuda del banquero J.P. Morgan, el gobierno del presidente Theodor Roosevelt (mentor y antecesor de Taft) compró la concesión francesa por 40 millones de dólares, 60% menos de lo invertido.
Panamá era entonces una provincia de Colombia. Washington venía instigando a un sector de la burguesía panameña a independizarse con la promesa de que, separados de Bogotá, harían grandes negocios. El 3 de noviembre de 1903 Panamá declaró su independencia. Ese día varios buques de guerra norteamericanos se estacionaron frente a las costas del canal. En 1914, EEUU inauguró su sede del Comando Sur en la Zona del Canal, donde también instaló su “fábrica de militares genocidas”, la Escuela de las América.
Por un acuerdo con el ex presidente James Carter, el canal volvió a mano de su dueña, Panamá, en 1999. Donald Trump busca ahora readueñarse de ese punto militar y comercialmente estratégico. Comenzó su cruzada desde el inicio mismo de su mandato, en enero 2025, culpando a Panamá de ceder el control del canal a China y de cobrar tarifas inapropiadas a EEUU.
Dos semanas después, viajó el secretario de Estado, Marco Rubio. La presión sobre el presidente panameño, José Raúl Mulino, fue tal que el mandatario anunció, de inmediato, que no renovaría el memorándum de entendimiento de la “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, firmado con China en 2017.
El desfile de funcionarios estadounidenses en Panamá no cesó. Al almirante Holsey, del Comando Sur, le siguió su jefe, el ministro de Defensa, Peter Hegseth, presentador de televisión, escritor y oficial de la Guardia Nacional. “Hoy el Canal de Panamá enfrenta nuevas amenazas”, dijo Hegseth. “EEUU no permitirá que la China comunista ni cualquier otro país ponga en peligro la operación ni la integridad del canal. Quiero ser muy claro. China no construyó este canal, no opera este canal y no armará este canal", amenazó el jefe del Pentágono.
La obsesión estadounidense está alimentada, no sólo por la caída, cada vez más clara, de su influencia en la región y el mundo, sino por la creciente presencia china, no a través de presiones militares sino de infraestructura beneficiosa para el país anfitrión y para Beijing.
Washington siente ese desafío y quiere frenarlo. En el caso de Galápagos y de Panamá, la pesadilla se llama “Puerto de Chancay” en Perú, un centro logístico de avanzada que está prevista como una de las escalas de la “Ruta de la Seda” china en nuestra región. El megapuerto (el primero inteligente en América latina) permitirá a Brasil y Bolivia tener salida al Pacífico. Se espera que Chancay produzca 4.500 millones de dólares más de ganancias y genere 8.000 empleos directos en Perú.
La estratégica Tierra del Fuego
“EEUU quiere reforzar la colaboración militar de larga data entre ambas naciones con el objetivo de fortalecer la seguridad regional y avanzar en intereses compartidos”, dijo el jefe del Comando Sur quien además visitó Base Austral Integrada de Ushuaia y el Polo Logístico Antártico. La embajada estadounidense en Buenos Aires explicó las razones: “interiorizarse sobre las operaciones en la base y el papel clave que desempeñan en la protección de las rutas marítimas vitales para el comercio global”.
Gustavo Melella, gobernador de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, no acompañó la visita ya que considera que se trata de una entrega de la soberanía argentina por parte del gobierno nacional. Para Melella, agitar el fantasma del peligro chino es sólo una artimaña para justificar esa entrega. “Es evidente la hipocresía por parte de un enorme sector de la política nacional, cuando mediante una operación mediática se quiso hacer creer que se construiría una base china en Tierra del Fuego”.
“Tierra del Fuego es una zona de paz y no necesitamos bases militares extranjeras, que además incumplirían resoluciones de la ONU que hoy citamos en nuestra cruzada por Malvinas”, agregó el gobernador.
Cuidado. La ocupación colonial militar se va concretando aceleradamente. Una base en el continente o en Tierra del Fuego, a pocos kilómetros de la base militar de la OTAN en Malvinas, no sólo es una ocupación ilegal sino el peligro cierto de que Argentina se vea involucrada en una guerra ajena. Si la OTAN es capaz de guerrear en Europa “hasta el último ucraniano”, EEUU que quiere conservar su poder hegemónico a como dé lugar, podría usar a nuestros jóvenes como carne de cañón.