El plan de Israel: llevar a la desesperación absoluta a los palestinos de Gaza para poder expulsarlos

Desde hace casi dos meses, las fuerzas israelíes disparan y matan a palestinos que se adentran en las zonas más peligrosas para conseguir algo que comer. Es un mecanismo pensado y diseñado por Israel y EEUU. El objetivo final: que la desesperación sea tal que acepten ser encerrados en campos de concentración, primero, y, luego, expulsados. 

12 de julio, 2025 | 00.05

Desde el 27 de mayo, miles de palestinos caminan kilómetros, se meten en zonas que Israel bombardea y ataca sin descanso; y esperan horas encerrados en corrales como si fueran ganado para conseguir algo de comida para ellos y, especialmente, para sus familias. Se llevan bolsas y también navajas porque la desesperación en la Franja de Gaza está carcomiendo el mínimo orden social que existía. Todos los días, la distribución de alimentos que crearon las autoridades israelíes con el apoyo de sus aliados estadounidenses termina con decenas de muertos y cientos de heridos por disparos de soldados y mercenarios. El sistema está diseñado para ser deshumanizante y violento, pero la gente sigue volviendo y poniendo en riesgo su vida por un kilo de harina o azúcar. La razón: el hambre es más fuerte que cualquier miedo.

Gracias a la indiferencia del mundo y al apoyo incondicional de Donald Trump, el gobierno de Israel decidió esta semana pasar a la siguiente etapa de su plan: el ministro de Defensa, Israel Katz, le anunció a la prensa israelí que van a construir "un campo" para "concentrar" a 600.000 gazatíes sobre las ruinas de la ciudad de Rafah, que ellos mismos destruyeron en el sur de la Franja de Gaza. El proyecto, al que calificó como "una ciudad humanitaria", consiste en encerrar a casi un 30% de la población de Gaza allí. No podrán salir y sólo se podrá entrar tras un chequeo de seguridad israelí. El objetivo final es que todos los 2,3 millones de habitantes ingresen a campos de concentración semejantes antes de que países vecinos "los reciban", como repitió el propio primer ministro Benjamin Netanyahu desde Estados Unidos, donde estuvo discutiendo un posible alto el fuego de 60 días con su aliado, Donald Trump.  

Hasta ahora, la población palestina en general y la gazatí en particular demostró que puede y está dispuesta a sobrevivir a casi 60 años de ocupación israelí y casi 20 años de bloqueo y constantes ofensivas militares, la última comenzó el 7 de octubre de 2023, como represalia del ataque de Hamas, que dejó más de mil muertos israelíes y más de 200 secuestrados, de los cuales 50 siguen cautivos en la franja -se cree que más de 20, aún con vida. Por eso, el plan del gobierno de Netanyahu necesita sumir a los gazatíes en la más absoluta e inhumana desesperación para que acepten ingresar a estos campos de concentración, primero, y luego -esperan las autoridades israelíes- a ser expulsados de su territorio.  

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¿Cómo se empuja a una población a la desesperación absoluta?

Después de la segunda y última tregua que Israel y Hamas acordaron en este conflicto, Netanyahu impuso un bloqueo total sobre la Franja de Gaza. Esto significa que, después de más de un año de bombardeos y destrucción masiva, prohibió el ingreso de la ayuda humanitaria más básica, la única que desde 2007 permitía: alimentos, agua, combustible y medicamentos. Hace más de cuatro meses que la ONU y múltiples organizaciones humanitarias tienen miles de camiones frenados en la región con comida, remedios, agua, etc, y no pueden hacer nada mientras dentro del devastado territorio palestino la desnutrición severa crece entre los chicos y los bebés; las enfermedades curables se multiplican y uno de cada tres personas no come durante varios días seguidos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que el 90% de las gazatíes embarazadas y lactantes ya sufren de desnutrición grave, lo que produce que no puedan amamantar, sufran partos prematuros y hasta abortos espontáneos. Y algo similar pasa con los más chicos. Unicef hace tiempo advierte que la desnutrición severa infantil está creciendo. En junio informó que, en promedio, 112 niños fueron hospitalizados por día este año por esa causa. El viernes pasado, la Unrwa, agencia de la ONU para los refugiados palestinos, mostró la foto de Salam, un bebé de siete meses, que falleció por desnutrición. "Cada día se detectan más casos", alertó.

En este contexto dramático, en el que 2,3 millones de palestinos tienen que sobrevivir al hambre y a las bombas en campamentos abarrotados y cada vez más insalubres, Israel inventó un sistema de distribución de comida y agua para humillar aún más a los palestinos. "Crearon cuatro centros dentro de zonas que tienen orden de evacuación, eso significa que la población no puede estar allí. Son zonas de combate, que están bajo control teórico de las fuerzas israelíes. Metieron unas excavadoras, hicieron una especie de campo de fútbol, con unos montículos alrededor para cerrarlo y dejar una sola entrada con corrales, como se usan para las vacas en Argentina. Adentro es como una olla y alrededor tiene alambres de púas. Sólo tiene una entrada hecha con vallas para ingresar de a dos personas", describió en diálogo con El Destape Aitor Zabalgogeazkoa, coordinador de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza.

"Además, dicen que avisan cuando van a entregar comida, pero casi nunca lo hacen. La gente asume que van a entregar y se van metiendo. A veces distribuyen a las dos de la mañana. Les marcan por qué calles deben caminar para llegar al centro de distribución. Pero lo que pasa es que son miles y miles de personas que se meten por las calles que no deben porque, claro, todo está devastado como si hubiera habido un terremoto. La gente ya no diferencia la ruta, de la calle, del escombro. Todo el mundo va con una bolsa de plástico de 20 kilos de una distribución pasada y con una navaja para pelear con la gente, si es necesario, para llevarse algo. Es la ley del más fuerte. Y, cada vez que se acercan antes de tiempo o sobrepasan las vallas o se quedan más tiempo o se meten por el lado que no deben hay disparos. Siempre. Disparan los soldados israelíes que están apostados allí y también mercenarios contratados por esta empresa. Mercenarios que han contratado sin ningún pudor, con avisos públicos que aclaraban que se requería que sepan manejar ametralladoras", continuó relatando el trabajador humanitario. 

Y agregó: "Por eso, los que llegan son los jóvenes, los más fuertes. Claramente no es una distribución para los más vulnerables. Porque cuando abren las vallas, entra todo el mundo a las corridas y en 10 minutos se ha vaciado. Toman lo que sea, hay gente que sólo toma el azúcar de diez cajas porque el kilo de azúcar vale 80 dólares (más de 100.000 pesos) acá. Por eso, dicen, si me llevo mucha azúcar, la vendo y con eso compro más comida que si me llevara una de las cajas de 20 kilos encima. Por eso ahora no están distribuyendo azúcar." 

MSF es una de las cuatro organizaciones médicas que reciben los muertos y heridos de este "sistema de distribución de comida". Desde el 27 de mayo hasta el domingo pasado, Zabalgogeazkoa tiene el registro que hubo 543 muertos y 4841 heridos. La ONU, en tanto, elevó el viernes esta cifra a 798 asesinados. Algunas de las víctimas, aclaró el trabajador de MSF, sucedieron en las también ya comunes escenas de caos y violencia que se viven cada vez que un camión con ayuda queda parado, aunque sea por unas horas. "Se han matado unos a otros, hubo atropellos y hasta soldados israelíes dispararon porque miles de personas se acercaban a sus posiciones", relató. Desesperación humana en estado puro. 

Desde el final de la última tregua, a mediados de marzo pasado, el norte de la Franja de Gaza quedó limitado a una sección "de unos 5 kilómetros por 5 kilómetros" de la Ciudad de Gaza, donde hoy viven unos 600.000 palestinos, explicó el coordinador de MSF. El resto de la población fue empujada a fuerza de bombardeos y amenazas hacia el Sur, y cada vez más hacia la zona de la costa, es decir, en la dirección contraria al límite de facto con el territorio de Israel. "Desde ayer (el martes pasado) están bombardeando una zona que está sólo llena de tiendas de campañas (carpas). Sólo hay tiendas de campaña y el mar. Hay 400.000 y pico de personas donde antes había 100.000, está abarrotado. Ya no hay ni un metro cuadrado donde meter a la gente. En las últimas 24 horas, hubo como 13 ataques contra tiendas de campaña, muy precisos, pero cada ataque se lleva al que pusieron como objetivo y a su familia. Recién recibimos seis heridos leves y una niña de cinco años con la cabeza destrozada, no va a sobrevivir. Así todo el rato, todo el rato.

6. Kareem, de 8 años, lleva una mascarilla de oxígeno en el hospital Al-Shifa tras resultar herido en un ataque aéreo que impactó su casa en la ciudad de Gaza.

Al día siguiente a esa entrevista, Israel bombardeó una zona cerca de la costa, entre la Ciudad de Gaza y el Sur, y mató a 15 palestinos que hacían cola en una clínica para conseguir suplementos nutricionales, un elemento central hoy para los chicos y madres que ya sufren de desnutrición severa. Entre los muertos, había ocho niños y dos mujeres, según denunció el hospital cercano de Al Aqsa, a donde fueron llevaron las víctimas. Ante la denuncia del hospital palestino, el Ejército israelí informó que atacó a "un terrorista de Hamas" y lamentaba cualquier daño que hubiera ocasiones a los civiles. 

Estas escenas se están volviendo parte de la desesperante rutina en la Franja de Gaza y el temor es que, dentro de una semana, la situación empeore mucho más. La ONU ya había advertido a este portal que el combustible estaba por acabarse y el coordinador de MSF confirmó que ellos también solo tienen reservas para una semana más. Esto significa que no podrán alimentar los generadores -vitales después de que Israel desconectó a la franja del sistema eléctrico como parte de su represalia- que hacen que la incubadoras de neonatos funcionen, que garantizan el funcionamiento de los quirófanos, que permiten circular las ambulancias y que necesitan las plantas desalinizadoras para convertir el agua salada del mar en agua potable. 

Palestinos desplazados intentan regresar a sus hogares en el sur de Rafah, tras 15 meses de ataques israelíes en Gaza. Rafah ha quedado completamente destruida, con casas, comercios, calles y centros médicos en ruinas, y con los sistemas eléctricos y de agua gravemente dañados.

"Hoy estamos distribuyendo no más de 9 litros de agua por persona por día y sólo 2 o 3 de ellos son potables. Estamos distribuyendo alrededor de un millón de litros al día y esto porque ya redujimos la cantidad de agua entregada por falta de combustible para los camiones. Estamos transportando un 70% por debajo del agua que sería recomendable", explicó Zabalgogeazkoa, en un momento en que la franja ya enfrenta las altas temperaturas del verano que superan los 30 grados. Según la OMS, una persona necesita 100 litros de agua al día para consumo e higiene. Solo como ejemplo, una descarga del inodoro consume entre seis y nueve litros de agua. 

Abarrotados dentro de campamentos insalubres, sin agua potable, comida o posibilidad de tratarse las enfermedades más simples, los palestinos de la Franja de Gaza enfrentan la certeza de que pueden ser despedazados por una bomba dentro de su carpa de plástico que levanta hasta 47 grados o en la cola de una clínica para buscar suplemento nutricional o dentro de un corral para ganado, rodeado de alambre de púas y soldados, la única esperanza de miles de conseguir algo de comer. En ese contexto, no parece imposible que miles de familias acepten ingresar a un campo de centración donde habrá centros de distribución de alimentos y donde, supuestamente, Israel dice que no los atacará. 

Palestinos desplazados caminan entre escombros al intentar volver a sus hogares en el sur de Rafah, tras 15 meses de ofensiva israelí en Gaza. La ciudad está devastada: viviendas, tiendas, calles y centros médicos han sido reducidos a ruinas

"Habrá gente que lo hará. La de Israel es una propuesta clara de desplazamiento de población, que a todas luces es ilegal según el derecho humanitario. Pero estoy convencido de que sí algunos lo harán. Si yo tuviera una familia aquí, por lo menos, no te matarían...o dicen que no te matarían. La gente acá no puede más. Te dicen: ya ni siquiera queremos un alto el fuego total, queremos la tregua de los 60 días (que anunció Trump) para poder respirar", contó el trabajador humanitario y puso como ejemplo a sus colegas palestinos que, a diferencia de gran parte de la población en Gaza, aún tienen trabajo. "Son gente que tiene comida porque tienen salarios decentes. Se pueden permitir comprar lo que está en el mercado, pero todos están esqueléticos comparados a hace dos años. Y si ellos están esqueléticos, imaginate cómo es la situación en una población de dos millones de personas, hay cientos de miles vulnerables que no tienen trabajo hace dos años, dependen completamente de la ayuda que no llega".

De los cuatro centros de distribución de comida que la empresa de Estados Unidos abrió desde finales de mayo con el apoyo de Israel, sólo uno queda abierto hoy. El cuello de botella para una sociedad de más de dos millones de personas es cada vez mayor y, por lo tanto, también la desesperación. Los gazatíes ya no reclaman paz ni justicia, sólo piden que paren los bombardeos y los disparos por unos días para respirar. Sin grandes costos políticos o económicos para el Estado israelí, el plan del gobierno de Netanyahu está funcionando y, por eso, el premier ministro quiere apretar el acelerador y completar la limpieza étnica de la Franja de Gaza.