Familias gazatíes denuncian que siguen sin luz pese al alto al fuego

Las familias de Gaza denuncian que siguen sin luz pese al alto al fuego. Logran sobrevivir con velas y luces LED que llegan con la ayuda humanitaria, pero testigos cuentan que lo peligroso es la supervivencia entre las estructuras destruidas por el paso de la guerra.

13 de noviembre, 2025 | 23.50

En un clima de oscuridad absoluta. Así se vive en Gaza desde hace más de dos años, cuando se desató la guerra entre Hamás e Israel el 7 de octubre de 2023. A poco más de un mes de la firma del último alto al fuego en la región, las familias palestinas siguen sin ver la luz y mantienen a la electricidad como un recuerdo lejano. La supervivencia sigue reconfigurándose alrededor de velas, linternas improvisadas y el peligro constante que implica vivir en estructuras precarias sin iluminación.

Una de esas familias es la de Hanan al-Joujou, que dependió de las velas durante meses mientras intentaba reconstruir una rutina en medio de los desplazamientos forzados. Pero incluso ese pequeño recurso se volvió demasiado riesgoso: el temor a un incendio en la tienda de campaña los obligó a abandonarlas. El reemplazo fue una luz LED que pronto dejó de funcionar. Sin dinero para repararla y con las baterías a precios imposibles, la familia quedó nuevamente a oscuras, incluso para cubrir las necesidades básicas.

Esta situación se repite en prácticamente todo el enclave palestino. Antes de la guerra, Gaza dependía principalmente de la electricidad importada desde Israel, aunque siempre de manera irregular. Recibía unos 120 megavatios del país vecino, mientras que la única central eléctrica local aportaba otros 60 MW. A los pocos días del inicio del conflicto, ese frágil equilibrio desapareció por completo.

La infraestructura eléctrica, destruida tras el "asedio total"

Tras los ataques de Hamás que dejaron 1.200 muertos en territorio israelí, Israel impuso un "asedio total" a Gaza, el cual que incluyó el corte del suministro eléctrico. La central eléctrica local agotó su combustible en cuestión de días, dejando sin energía a más de dos millones de personas. Consultado por esta situación, el ejército israelí afirmó que las instalaciones civiles "no son objetivos militares en sí mismas" y que procura minimizar daños, aunque reiteró que Hamás "opera desde áreas civiles".

La destrucción casi total de la red eléctrica obligó a muchos residentes a buscar alternativas. Algunos gestionan puntos de recarga alimentados por paneles solares o generadores privados, aunque la demanda es enorme y los medios cada vez más escasos. Mohammed al-Hor, de 32 años, recuerda que su familia llegó a instalar un puesto de recarga para vehículos eléctricos impulsado por energía solar en su propia casa. Todo desapareció durante un bombardeo, que también le costó la vida a su hermano. "El punto de recarga también fue bombardeado", contó.

En marzo de este año, la situación empeoró aún más cuando el entonces ministro israelí Eli Cohen instruyó a la Corporación Eléctrica a dejar de vender energía a Gaza como "medida punitiva contra Hamás". Esa decisión profundizó la crisis en un enclave cuya infraestructura ya estaba al borde del colapso.