El Papa que llevó la mirada social del "fin del mundo" al Vaticano

Tenía 88 años. Centró su papado en un discurso social y más humano. Quiso reformar la Iglesia Católica y se animó a criticar a los países más poderosos para reclamar un mundo sin guerras ni olvidados.

21 de abril, 2025 | 06.59

Murió el papa Francisco a sus 88 años. Fue el primer pontífice latinoamericano, el primer papa argentino y el primer papa jesuita. Su última aparición fue durante el domingo de Pascua. Se había encontrado con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, feligrés de la rama más conservadora del catolicísimo y, luego, asistió a la Misa desde el balcón de la Basílica de San Pedro, donde ante miles de fieles se pronunció por la libertad religiosa, el respeto hacia los demás y contra el odio. "Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes", dijo.

Bergoglio nació en el barrio porteño de Flores, era hincha fanático de San Lorenzo y dio sus primeros pasos en la Iglesia Católica a los 21 años. Fue amado, odiado y cuestionado. Sobrio y austero. Usaba lenguaje llano y hacía chistes. La prensa internacional lo llamó el "Papa del fin del mundo". Era argentino. Llegó al máximo cargo de la Iglesia Católica el 13 de marzo de 2013 luego de la intempestiva renuncia de su antecesor el alemán Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) y se convirtió en el primer Sumo Pontífice jesuita y latinoamericano de la historia.

El papa Francisco era un reconocido hincha de San Lorenzo.

"Cuando estoy en la intimidad me digo una verdad a mi mismo, que soy un pobre desgraciao (SIC) a quien Dios le tuvo mucha misericordia, creo que así, con esta verdad, puedo ser recordado. La misericordia de Dios es genial", respondió entre sonrisas Francisco durante una entrevista exclusiva que dio a la hoy disuelta agencia nacional Télam, cuando la periodista Bernarda Llorente le preguntó cómo quería ser recordado.

Allí, también reconoció su trabajo sobre las transformaciones que llevó adelante en la Iglesia desde que llegó, con su estilo descontracturado y su lenguaje llano para dirigirse a sus fieles, en los que apostó por una Iglesia más abierta, con llegada a los pobres y con apertura para las mujeres.

"Había que hacerlas, porque todos lo esperaban, ahora lo próximo es una mujer prefecta de un dicasterio, que las mujeres vayan entrando", sostuvo. De hecho, ese fue uno de sus últimos actos históricos: en enero de este año designó a Raffaela Petrini en la Gobernación del Estado del Vaticano, organismo que ejerce las funciones administrativas de la Santa Sede.

Sus familia y sus inicios

Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 fruto del matrimonio entre el piamontés Mario, que era contador y empleado del ferrocarril, y la argentina Regina Sivori, ama de casa y cuidadora de cinco hijos.

Antes de llegar al país, el padre del Papa se salvó de una tragedia. La familia Bergoglio tenía pasajes para subirse al barco Princesa Mafalda, que zarpó de Génova el 11 de octubre de 1927, con destino a Buenos Aires, pero nunca llegó. La embarcación se hundió frente a las costas de Brasil el 25 de octubre y el hecho fue catalogado como una de las tragedias de la navegación italiana moderna. La familia llegó, finalmente, en 1929.

Cuando en una entrevista el periodista Jorge Fontevecchia le preguntó si eso había sido obra del destino, Francisco respondió: "El destino cada uno va caminando en la vida y Dios va eligiendo. (Creo en) el destino en cuanto previsión de Dios sí, pero no como algo inmodificable. El destino, es la vocación que Dios te da y te deja el camino libre y vos podés aceptar el llamado de Dios o no aceptar". 

Sus estudios y su camino al papado

Cuando todavía era Jorge estudió en la Escuela Técnica N°27 Hipólito Yrigoyen y se diplomó como químico, lo que le sirvió para ingresar a trabajar en un laboratorio donde hacía análisis bromatológicos. Para ese momento, ya era consciente de su vocación religiosa y a los 21 años decidió convertirse en sacerdote: ingresó en el seminario diocesano de Villa Devoto, de la Ciudad de Buenos Aires. Pero un año después, pasó al noviciado de la Compañía de Jesús: quería ser jesuita y misionar en Japón. La diferencia entre los caminos -en simples palabras- es que el segundo suma al voto de castidad y obediencia, un voto de pobreza y están a disposición del Papa.

Recién fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969. Meses más tarde, viajó hacia España para hacer la tercera probación de su noviciado, último paso para ingresar a la Compañía de Jesús. Para 1973, ya había sido nombrado provincial de los jesuitas argentinos, cargo que mantuvo hasta 1979, fue su época más controversial y la más disputada hasta el día de hoy.

En junio de 2024 Axel Kicillof fue recibido por el papa Francisco.

Durante esos años, fue maestro de novicios, profesor en la facultad de teología, consultor de la provincia de la Compañía de Jesús y también rector del Colegio. Siguió con su vocación docente a lo largo de casi toda su vida.

Fue ordenado obispo en 1992, de la mano de Juan Pablo II, tras ser estrecho colaborador del cardenal Antonio Quarracino. Había comenzado su camino hacia el papado, de alguna forma: en 1997, fue promovido a arzobispo coadjunto de Buenos Aires, arzobispo -luego de la muerte de Quarracino- y nombrado cardenal en plena crisis de 2001, cuando convocó a los fieles a no asistir a Roma, sino a destinar el dinero de los viajes para os pobres.

Según figura en la biografía publicada en la página del Vaticano, como arzobispo impulsó un proyecto misionero, centrado en la comunión y en la evangelización, dos puntos clave que intentará llevar a lo largo de su vida, con eje en el trabajo conjunto, la fraternidad y en la asistencia a los pobres y a los enfermos. En 2009, impulsó la campaña de solidaridad por el bicentenario de la independencia del país: doscientas obras de caridad para llevar a cabo hasta 2016.

En febrero de 2024 Francisco había recibido a Javier Milei.

Junto con Quarracino, también, fueron partícipes del movimiento de renovación del Concilio Vaticano II y tuvieron afinidades con la teología de la liberación. Según el periodista Horacio Verbitski "abjuró" de ella "al aproximarse el golpe de 1976, cuando disciplinó a la Compañía de Jesús y dejó librados a su suerte a los integrantes que no quisieron abandonar a los sectores populares".

Las años oscuros de la dictadura y la versión de Bergoglio

Desde 1999, el periodista Verbitsky, que también dirigía el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), comenzó a hacer públicas sus investigaciones en el diario Página|12. Allí acusó que Jorge Bergoglio no ayudó a víctimas de la dictadura cívico militar (1976-1983). De hecho, esas denuncias salieron a flote en 2005, tras el fallecimiento de Juan Pablo II cuando casi lo eligen a él por sobre Benedicto XVI. La historia cuenta que cientos de correos con esta información llegaron a los cardenales, supuestamente, por orden del entonces presidente Néstor Kirchner (base de una relación cargada de tensiones con los Kirchner después).

La historia específica a la que el periodista hizo referencia en aquellos años involucra a Francisco con el secuestro en 1976 de dos curas, Orlando Yorio y Francisco Jalics. Ambos fueron detenidos por los servicios de seguridad y llevados a la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada (ESMA), donde se presume fueron torturados y luego liberados tras cinco meses de cautiverio sin mayor explicación. Verbitsky sostuvo que Bergoglio les habría pedido que se fueran de la villa de Flores en donde trabajaban y, al negarse, hizo saber a los militares "que no los protegería más". 

Sin embargo, tras ser citado en la causa Esma, Bergoglio testificó que siempre intentó ayudar a los padres Jalics y a Yorio y, finalmente, nunca fue imputado en la causa por falta de pruebas.

Cultivador de un bajo perfil 

El 13 de marzo de 2013, la limusina papal lo esperaba para transportarlo mientras los cardenales, quienes lo habían elegido un rato antes como el primer Papa latinoamericano de la historia, se iban en autobús. Pero la rechazó. "Me voy con los muchachos en autobús", aseguró Bergoglio, según el cardenal estadounidense Timothy Dolan. Ese gesto no fue el único que tuvo, en realidad, solía llevar su vida de esa manera.

A lo largo de su papado, Francisco vivió en Santa Marta, un hotel que tiene el Vaticano, en lugar de hacerlo en el Palacio Apostólico. El lugar fue construido originalmente para los enfermos de cólera en la epidemia que azotó Roma en 1881 bajo el pontificado de León XIII. Hasta sus últimos días, se levantaba de madrugada, se vestía y se afeitaba solo porque “es un asunto personal”. 

En sus tiempos de cardenal, para transitar por Roma, se tapaba la túnica con un traje negro para pasar desapercibido.

Antes de llegar al Vaticano, su vida era más o menos similar. Cultivaba el bajo perfil, viajaba en subte y en colectivo y cuando iba a Roma lo hacía en clase turista. Vivía solo en un pequeño departamento en la Curia, cerca de la catedral de Buenos Aires y allí se confesaba, al igual que los demás sacerdotes, ya en el Vaticano, también lo hacía cada 15 días. "Soy un pecador", decía de él mismo e insistía en que Dios "siempre perdona". Es apasionado del tango y de la literatura y no solía aceptar invitaciones a restaurantes.

Hasta cuando pudo, se cocinaba su propia comida, pero en los últimos años su salud comenzó a deteriorarse. A fines de 2023, había sido hospitalizado por un cuadro respiratorio y en 2022 se operó por problemas en el abdomen. Desde mayo de ese mismo año, de desplaza en silla de ruedas, andador y bastión, debido a un problema en su rodilla derecha. 

La polémica por su salud 

En 2013, cuando Bergoglio asumió su cargo al frente de la Iglesia Católica, cientos de portales alrededor del mundo pusieron el ojo en su salud. Repitieron en más de un portal y en más de un video que sólo tenía un pulmón y eso era motivo de tensiones hacia adentro de la curia que poco lo quería, sobre todo, del lado más ortodoxo y conservador.

Eso, de todas formas, no era cierto: de joven Bergoglio sufrió una pleuresía (una enfermedad que inflama los pulmones) y a raíz de ello le extirparon la parte superior del pulmón derecho, lo cual lo hace susceptible a las infecciones pulmonares.

Eso, de todas maneras, no le impidió hasta último momento continuar con sus tareas, sus viajes y sus prédicas.

Un reformista cercano con los pobres y crítico con los políticos

Lavaba pies de a reclusas y reclusos, en Buenos Aires y en Roma, también, llamó a los curas a salir a las calles, a profesar la fe. Cuando disertó ante 20 mil jóvenes en Río de Janeiro, en 2013, los llamó a "hacer lío".


"Esta civilización mundial se pasó de rosca, porque tal es el culto que se ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida, que son la promesa de los pueblos: la exclusión de los ancianos y de los jóvenes, los jóvenes tienen que salir a luchar por esos valores", les dijo ante la catedral que estaba tan atestada que miles quedaron fuera.

Al mismo tiempo, llevaba adelante fuertes gestos políticos. Intervino en el conflicto entre Cuba y Estados Unidos, para el descongelamiento de las relaciones bilaterales, en Venezuela, y en el de Ucrania y Rusia, donde siempre mantuvo su vínculo pese a las tensiones de Occidente. También pidió por la paz en la Franja de Gaza. Respecto a la Argentina fue tal la distancia que mantuvo que nunca visitó el país durante su papado. Su relación fue tensa con los Kirchner hasta que se convirtió en Papa y mantuvo varios encuentros con Cristina Fernández.  Su vínculo con Mauricio Macri fue aún más tenso y, ni hablar, con Javier Milei, a quien igualmente recibió -tal vez bajo el ideario de que Dios "todo lo perdona"- pese a que lo llamó "el representante del maligno en a tierra".

Con esas formas, Bergoglio, que será más bien recordado como Francisco, desafiaba a los poderes políticos de turno alrededor del mundo y llamaba a la evangelización. Incomodaba también a las estructuras internas históricamente conservadoras de una de las instituciones más antiguas del planeta. Creía que la Iglesia debía "evitar caer en la tentación de ser administradora y no pastora". Para él, se trataba de "transformar las estructuras para transmitir y facilitar la fe".