Los drusos residentes cerca de la capital de Siria se resisten a la exigencia del gobierno islamista de entregar sus armas ligeras, alegando que las autoridades aún no han abordado el temor a nuevos ataques de militantes musulmanes suníes tras días de violencia sectaria.
La semana pasada hubo enfrentamientos entre combatientes suníes y residentes drusos armados de la ciudad de Jaramana, al sureste de Damasco, y posteriormente se extendieron a otro distrito cercano a la capital y al sur de la provincia de Sweida, de mayoría drusa.
Este tipo de violencia amenaza el control de Siria por el nuevo gobierno, donde bandas armadas atacan a las minorías religiosas e Israel intensifica su intervención militar bajo la bandera de la protección de la comunidad drusa.
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Las autoridades sirias han negociado acuerdos para permitir que los combatientes drusos protejan sus propias zonas como miembros alistados de las fuerzas de seguridad sirias, pero esta semana han pedido que todas las armas que posean los residentes de estas zonas sean entregadas al Estado.
"Les dijimos que en cuanto hubiera un Estado capaz de regular sus fuerzas, no tendríamos ningún problema en entregar nuestras armas", declaró Makram Obeid, miembro del comité Jaramana que negocia con el gobierno sirio.
Obeid indicó que su comité dijo a los funcionarios del gobierno que es mejor que se centren en desarmar a las bandas que ahora acosan a las minorías.
"Es nuestro derecho tener miedo, porque hemos visto lo que ha ocurrido en otras zonas", declaró a Reuters, en aparente referencia a la matanza en marzo de cientos de civiles de la minoría alauita a la que pertenece el expresidente Bashar al Asad.
Se trató del episodio de violencia sectaria más letal en años en Siria, donde una guerra de 14 años terminó en diciembre cuando los rebeldes derrocaron a Asad, que huyó a Rusia.
(Escrito por Maya Gebeily; editado en español por Carlos Serrano)