Un consenso recorre la Argentina política: el gobierno de Milei deberá cambiar su estrategia de gobierno, porque de continuar por esta vía, será muy difícil que termine su mandato. Luego de la goleada electoral bonaerense y la avalancha de votos parlamentaria de esta semana, la debilidad del gobierno libertario se hizo patente para propios y extraños. ¿Qué debería hacer ahora el gobierno de Milei?
Hace menos de un mes, en una cadena nacional el presidente declaró que “si quieren volver atrás me van a tener que sacar con los pies para adelante”, reafirmando que el sendero elegido se seguirá hasta las últimas consecuencias. Hace una semana ratificó lo anterior señalando que "sabemos que es difícil, pero este es el único camino posible y lo vamos a defender con uñas y dientes". La seguridad del primer mandatario en torno a la estrategia elegida no pareciera rasgarse ante el primer escollo, aunque tenga dimensiones impredecibles, como el que está desplegándose durante estos últimos días.
¿Podrá Javier Milei rectificar el rumbo económico y político de su gestión con las mismas tácticas políticas y decisiones económicas? Aferrarse a su frase de cabecera “toda marcha de acuerdo al plan”, cuando el contexto económico y político se convirtió en realmente adverso ¿resultará una estrategia adecuada para recuperar centralidad política y apoyo popular- ciudadano?
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Siempre resulta oportuno traer al gran pensador político florentino Nicolás Maquiavelo, un estudioso de la política en tiempos renacentistas, y quien describió como nadie la naturaleza política de los líderes y sus pueblos. ¿Qué nos sugiere Maquiavelo en ese texto excepcional que es el Príncipe, esos 26 capítulos cortos lleno de historia y sabiduría? Para Maquiavelo la virtud y la fortuna resultan ser dos conceptos capitales del pensamiento político occidental. Por virtud Maquiavelo entiende el momento subjetivo del Príncipe, es decir, todo lo que el líder está en condiciones personales de realizar (o no) a lo largo de su vida política. Por fortuna, el genial florentino concibe al contexto en el que se mueve el líder, es decir el momento objetivo, en el que las condiciones externas juegan un rol fundamental y que resultan siempre ser ajenas al liderazgo. Sin embargo, ambos momentos no son asimilables, ya que, según Maquiavelo, a pesar de que el libre albedrío del líder vale cuantitativamente el 50% de las acciones, el de la fortuna, a la que en varias ocasiones el autor denomina la Diosa Fortuna, tiene “la otra mitad, o más”. Muchos especialistas en Maquiavelo se detienen a discutir acerca de porqué el maestro no ofreció una definición nítida del concepto de virtud, como hizo con el de Fortuna. Autores como Quentin Skinner logran dar con la respuesta precisa al definir a la virtud maquiveliana como un “conjunto de cualidades capaces de hacer frente a los vaivenes de la fortuna, de atraer el favor de la Diosa…”. Skinner pone el acento en el dominio de la fortuna como la cualidad más importante del Príncipe. ¿Pero es posible dominar a la fortuna? La fortuna y sus caprichos obligan al Príncipe a actuar con precaución, a estar en alerta, porque no resulta “gratis” políticamente desdeñar los vientos suspirados por ella.
Volvamos al genial florentino, “los tiempos y negocios cambian…. de manera que un gobernante que no cambie su modo de proceder se verá obligado tarde o temprano a habérselas con la mala suerte”. Profético Maquiavelo advierte acerca de la importancia de la “flexibilidad” política a la hora de las coyunturas políticas difíciles, y de la escasa eficacia que tiene aferrarse a la “estrategia de siempre”. Desde allí, insiste que, como los tiempos cambian (siempre, sin excepción) si el líder pudiera cambiar su naturaleza con ello, “la Fortuna no cambiará”. Para culminar que el príncipe triunfador será siempre aquel “que adapta su modo de proceder a la naturaleza de los tiempos”.
¿Qué hará Milei? ¿Insistirá como el caballo que está pronto a la meta con agachar su cabeza y seguir para adelante a pesar de que la Fortuna no está a su favor? ¿Logrará cambiar a tiempo e interpretando los caprichos de la Diosa virar de acuerdo al nuevo escenario? ¿Podrá el presidente, que a veces parece un primer mandatario que no sólo quiere ganar, sino y, sobre todo, tener razón, desideologizarse en pos de un mejor escenario electoral de cara a octubre?
Preguntas que con seguridad tendrán una respuesta en lo que resta de este año. A más de 500 años Maquiavelo nos legó una forma de entender la política, el poder y el liderazgo tan actual que asombra por sus parecidos. Una forma que invita a comprender el poder radical de la Fortuna en la política, y el pragmatismo de una virtud que intenta domesticarla y atraerla, pero que siempre se escabulle.