Todos se fueron a Europa, menos vos

La administración Milei llega debilitada al tramo final antes de las elecciones, sostenida apenas por dólares prestados y un ancla cambiaria que ya no alcanza. Mientras los sectores populares le retiran apoyo y el gran capital busca profundizar las reformas a su favor, las reservas se consumen a un ritmo insostenible y se avecina un salto devaluatorio inevitable tras el 26 de octubre.

14 de septiembre, 2025 | 00.05

La tambaleante administración de Javier Milei sigue procesando el mazazo del 7S. El poder económico también sigue recalculando cuánto le costará un nuevo tropiezo gubernamental. Al FMI no parece quedarle mucho más margen que cerrar filas con su principal deudor, aunque es difícil imaginar que siga desembolsando los miles de millones de dólares que demandaría sostener en el tiempo el modelo argentino de dólar súper barato, el de la fiesta financiera de los ricos, el de “todos se sacan fotos en Europa” de la clase media y el de las esperanzas que nunca se cumplen para los sectores de menores ingresos.

Por eso los sectores populares fueron los primeros en abandonar a LLA, que solo conservó los votos de los más acomodados, los que cualquier diagrama de Venn mostraría en intersección casi perfecta con los más “gorilas”, el voto anti peronista duro al que apostó la polarizante campaña mileísta “Kirchnerismo Nunca Más” y que ahora parece “fue un error”. Vale recordar que parte de los sectores populares votaron al mileísmo a la espera de “un cambio”, la palabrita mágica, aunque, al parecer, sin saber muy bien de qué se trataba. El pacto tácito entrañaba sacrificio en el presente contra bienestar futuro, por lo que luego de dos años sería un milagro que se acepten mansamente dos más. Tarde para desayunarse, la previsión es que después de la esperanza insatisfecha viene la bronca, como lo mostró el 7S. Lo que corroborará el 26O es si el fenómeno se concentra en la PBA o se extiende en todo el país. Las elecciones ya sucedidas por los desdoblamientos en 9 provincias y la CABA son un indicio fuerte de que los resultados bonaerenses no serán un fenómeno acotado. El baldazo está en el aire y es frío.

Mientras tanto el gran capital sabe que los momentos de debilidad y confusión son los más propicios para sacarle cualquier cosa a los gobiernos, incluso a los propios. La fase II de la administración post elecciones intermedias es seguir avanzando con transformaciones que, tanto la recesión que avanza como el mercado, ya produjeron de hecho, como la reforma laboral, pero garantizándola en el largo plazo con legislación de dificultosa reversión. La gran burguesía también cree que existe margen para que el gobierno siga avanzando sobre los recursos previsionales, de los que hasta ahora resultó fácil apropiarse. Quizá hasta esté redactado el sueño de máxima de recuperar el súper negocio financiero de las AFJP, aunque por ahora alcanzó con abusar del fondo de garantía de sustentabilidad de la Anses. Y para completar, todavía falta avanzar sobre los remanentes de activos rentables que restan en manos estatales, que ya no son tantos, pero suman. Quedan, por ejemplo, muchos negocios y potenciales concesiones pendientes, las más urgentes son las de las rutas nacionales. Hay algo metodológico allí, hartos de romper vehículos entre pozos y bacheos, automovilistas y transportistas recibirán los peajes a todos lados como una bendición ¿quién no? Si hay demoras en todos estos planos no se debe a restricciones políticas, sino a la gran inoperancia administrativa del oficialismo.

El discurso de este lunes de Javier Milei, en el que presentará su primer proyecto de Ley de Presupuesto, seguramente brindará los indicios de cuáles serán los nuevos ajustes y las “reformas estructurales” en ciernes. También será la expresión de que el Presidente no comprendió el mensaje de las urnas y que sigue disfrutando de su alucinado micromundo. No obstante, ninguna reforma será posible si hasta el 28O no se consigue frenar una corrida contra el tipo de cambio. Pasado el día D, el salto devaluatorio será un hecho. No es expresión de deseos ni mensaje catastrofista, es la matemática de la oferta y la demanda de divisas. La sobrevida sólo podría comprarse con más crédito externo, lo que presupone una capacidad de repago infinita, o con altos niveles de refinanciación de los vencimientos en moneda dura, lo que se contrapone con un riesgo país por encima de los 1000 puntos, es decir en niveles de default.

Finalmente, en materia de activos apropiables controlados por el Estado resta detallar a los aparentemente más inasibles, las joyas más líquidas, los dólares del Banco Central y del Tesoro. No importa que la contraparte de estos activos sea deuda ya emitida o depósitos privados, el gobierno tiene la potestad de usarlos y es lo que se avecina. Si se siguen las declaraciones del equipo económico, todo indica que en el largo tránsito hasta el 26O existe una alta posibilidad de que se quemen miles de millones de dólares de reservas para sostener el sistema de bandas instaurado en abril post acuerdo con el FMI. La disputa de fondo es si los dólares disponibles alcanzarán para aguantar. Al ritmo de la demanda de los últimos meses, que seguramente se profundizará en los próximos días, parece difícil.

Actualmente las reservas netas rondan los 8000 millones de dólares, aunque el gobierno podría disponer de hasta 18.000 millones para intervenir si avanza sobre los encajes de los depósitos en dólares del sector privado. Hacer eso es un “después de mi el diluvio”, pero no sería la primera vez. Las preguntas siguen siendo, primero, si alcanzan y, segundo, qué pasará el 29 de octubre. En los próximos seis meses, además, hay vencimientos de deuda por casi 7000 millones de dólares.

El problema que surge de estos números es una secuencia conocida. A medida que el gobierno intervenga para sostener el techo de la banda, las reservas disponibles se irán reduciendo, lo que provocará el aumento de la ansiedad del mercado, es decir, se retroalimentará la demanda de divisas. Y ni hablar si las encuestas, gracias a la recesión y a que quienes “hacen sus necesidades en baldes” no entienden, se vuelven más desfavorables para el oficialismo. No por nada todos los economistas, incluso los interesadísimos en que al gobierno le vaya muy bien, se cansaron de advertir la necesidad de acumular más dólares. Pero entre que suba un poco el dólar y, con él, la inflación, y juntar divisas el gobierno presuntamente ultramonetarista optó por profundizar el “ancla cambiaria”. Se trata de otro fenómeno conocido en la historia económica local: cuando un instrumento más o menos funciona en determinado contexto, el hacedor de política se enamora de él. El ancla cambiaria sirvió en 2024, no sólo para frenar precios, sino para salir del shock recesivo de la devaluación de partida generando un efecto riqueza. Luego se sostuvo con el “cisne blanco” del blanqueo de la segunda mitad del año y con el salvataje del FMI que llegó en abril de 2025. El fin de fiesta, como cada vez que hay una crisis externa, se producirá cuando el endeudamiento se agote. Quizá esté cerca.