De la parálisis al colapso: la ciencia sin rumbo ni respaldo

08 de mayo, 2025 | 10.33

La comunidad científica argentina atraviesa una crisis de magnitud inédita. Desde la asunción del gobierno de Javier Milei, se ha desplegado una estrategia sistemática de desarticulación del sistema nacional de ciencia y tecnología. Lejos de tratarse de una reorganización, se trata de un proceso deliberado que paraliza instituciones, desmantela capacidades y deja a sus protagonistas en la incertidumbre total.

El primer golpe fue la virtual desactivación de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i). Todos los contratos plurianuales con instituciones públicas y privadas fueron congelados. Cientos de proyectos quedaron suspendidos, y numerosos grupos de investigación se vieron forzados a paralizar sus actividades.

Se ha reducido a la política científica hasta la irrelevancia. La política científica nacional se maneja desde una subsecretaría sin presupuesto ni autoridad, encajada dentro de una secretaría menor dedicada a la digitalización administrativa.

Universidades asfixiadas, salarios de miseria

A esta parálisis se sumó el estrangulamiento presupuestario de las universidades nacionales, que ya venían golpeadas por años de restricciones. Muchas hoy apenas apuntan, aunque sea con una calidad inferior, a sostener sus funciones básicas de enseñanza. La investigación, directamente, está siendo abandonada.

En el CONICET, la situación salarial es crítica. Los ingresos de los investigadores jóvenes rondan la línea de pobreza. Investigadores con décadas de trayectoria han perdido la posibilidad de sostenerse dignamente. La consecuencia es previsible: una aceleración dramática de la fuga de talentos.

Equipos fuera de servicio, infraestructura en decadencia

El deterioro no se limita al capital humano. También se está perdiendo infraestructura clave. Equipos complejos adquiridos con esfuerzo público —como espectrómetros, microscopios, resonadores magnéticos— están quedando fuera de servicio por falta de mantenimiento, insumos o personal técnico. Lo mismo ocurre con sistemas básicos de operación, como climatización, extracción de gases o aire comprimido. Cada laboratorio que se apaga es una pérdida concreta de capacidad nacional que costará años —o décadas— recuperar. Si es que se recupera.

FONDOTEC: sabotaje presupuestario y eliminación

En los últimos días, el gobierno decidió cerrar el Fondo Fiduciario para la Promoción Científica y Tecnológica (FONDOTEC).El FONDOTEC era una herramienta central del esquema de financiamiento de la Agencia I+D+i. El argumento oficial fue su escasa utilización: de los más de $28.000 millones disponibles, se habrían utilizado solo $33 millones.
 
Un curioso argumento porque fue el mismo gobierno el que dejó fuera de funciones a la Agencia I+D+i que es el organismo encargado de manejar esos fondos, impidiendo toda posibilidad de implementación. Primero se bloquea, luego se acusa de ineficiencia, y finalmente se elimina. Un mecanismo conocido, perverso y eficaz frente a una ciudadanía confundida por un caos informativo impulsado por el propio gobierno.
 

El modelo: subdesarrollo planificado

Desde el discurso oficial, además, se desprecia abiertamente la ciencia, se ridiculiza a los científicos y se reemplaza el ideal de conocimiento compartido por promesas individuales de enriquecimiento rápido. No se estimula más a los jóvenes a estudiar, pensar y formarse, sino que se les vende la idea de que el vivo es el que mejor chicanea por redes sociales. De trabajo no se les habla y se les vende la especulación con criptomonedas como salida laboral.
 
Nada de esto es accidental. El plan es claro: convertir a la Argentina en una economía primaria, sin industria, sin tecnología y sin pensamiento crítico. Una sociedad disciplinada por la precariedad, orientada exclusivamente a exportar materias primas e importar todo lo demás.
 
Lo dijo sin eufemismos el ministro Caputo: el espejo es Perú. Estabilidad macroeconómica, caos político, informalidad estructural, y una gran mayoría de la población en pobreza o precariedad permanente.

Ciencia y futuro: un vínculo roto

La investigación científica no es decorativa: es el punto de partida para entender el mundo, dominar tecnologías y generar innovación. No existen posibilidades de desarrollo sin inversión en conocimiento. Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur, China: todos lo entendieron. Argentina, en cambio, está renunciando a su derecho a construir un futuro propio.

Cuidar lo que queda, prepararse para reconstruir

Hoy, la comunidad científica no solo está golpeada. Está desconcertada, sin canales institucionales, sin respaldo presupuestario, sin herramientas para continuar. Pero incluso en esta oscuridad, es vital proteger lo que todavía no ha sido destruido.
 
Las capacidades que logren sobrevivir —por frágiles que sean— serán esenciales cuando llegue el momento de reconstruir. Ese momento llegará. Cuando la ciudadanía comprenda que este experimento no fue ni nuevo ni honesto. Solo más brutal, más entreguista y más cruel.
 
Nos deja más pobres, más endeudados, más dependientes. Por eso, aunque hoy no haya respaldo estatal, hay una tarea urgente: sostener con dignidad lo que queda. Para que, cuando la Argentina decida reencontrarse con su futuro, la ciencia siga estando ahí.