Diez puntos para una discusión sobre la política y la comunicación en 2025

22 de mayo, 2025 | 19.50

Uno de los principales desafíos a la hora de analizar el panorama político nacional es evitar la tentación de realizar “un recorte” sobre el último acontecimiento y derivar de ahí supuestas tendencias o prospectivas. En un mundo caótico y cambiante, esa tentación es grande, pero muy probablemente poco anticipatoria. Aquí preferimos intentar un abordaje que, sin desconocer la coyuntura, ponga su foco en algunas cuestiones que consideramos algo más permanentes y estables que la última encuesta. Si asumimos que algo cruje en el sistema, amerita pensar en la estructura. 


1.     Las sociedades atraviesan un momento de crisis con el sistema democrático a nivel global. La caída en la participación electoral es otro signo de la desafección social con la democracia en la Argentina y en el mundo. El malestar se expresa retirándose, aún más, de lo público, en especial en aquellas elecciones donde no se juega el poder ejecutivo y la presidencia. En estas últimas (y así se observó en Brasil, Estados Unidos y por qué no, en 2023 en Argentina), la polarización es un signo mucho más evidente que el ausentismo ¿Son polarizaciones con fórceps y también, en última instancia, propiciadoras de desafección?

2.      Esa crisis de lo público expresa una más profunda: la de los individuos. Descreimiento, apatía, epidemia mundial de enfermedades mentales y adicciones de todo tipo, implosión social y progresiva desaparición de las esferas públicas e íntimas, quedando en pie solamente la esfera de lo privado, del individualismo y del sálvese quién pueda. La política, incapaz de generar expectativas o proyectos de futuro. Y algo más: este malestar no es ajeno a los militantes y los politizados, que además de estar atravesados por la misma crisis, le suman la molestia y el fastidio por la crisis misma de la política. Digamosló: todos, los ciudadanos de a pie y los comprometidos con el debate político, estamos hinchados las bolas de lo que (no) pasa.

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3.      Crisis de “la opinión pública”, un concepto teórico que ya parece haberse autonomizado de modo casi total con los efectivos sentimientos, deseos y temores de los ciudadanos. Con una sobrerrepresentación en su formación de los flujos (des)informativos de las redes sociales y los nuevos tipos de comunicación surgidos al amparo de internet. Agrava la crisis de la esfera pública el periodismo tradicional con su legitimidad destrozada y una superpoblación de “analistas”, influencers y canales de streamings que construyen una “realidad segmentada” y carente de anclaje con las corrientes efectivamente existentes en las sociedades. Esa realidad funciona como un supuesto ordenador del debate, pero lo hace en el aire, auto centrándose en sí misma, lejos de la gente y casi en su totalidad motivada abierta u ocultamente desde el poder. 

4.      La política, y los políticos, ante el desconcierto, sobrevaloran lo que allí sucede y parecen actuar para dar batalla en ese territorio, al cabo imaginario, abandonando la búsqueda de representación y conducción de los ciudadanos realmente existentes. Pareciera que, ante una brújula que no funciona, los dirigentes renuncian a influenciar y son influenciados por los influencers. Hay que volver a poner el horno en la cocina y el inodoro en el baño.

5.      Las campañas, y los estrategas de campaña, y los consultores de campaña, centran también, al igual que los políticos, sus esfuerzos en este territorio, ahondando aún más la brecha entre la política y los individuos. Se subvierte así la razón de ser de un estratega o un consultor: en vez de intentar influir sobre la voluntad de la gente, necesitan concentrar la atención de los dirigentes y, para eso, dedican más tiempo y esfuerzos a “posicionarse” en los debates de una ínfima minoría en las redes sociales y los medios de comunicación que a pensar. Volvamos a los monjes negros ocultos tras bambalinas, por el amor de Maquiavelo. 

6.      Hay, en consecuencia, producto de una desorientación generalizada y de la emergencia violenta de nuevos patrones de consumo de la (des) información y de los debates, un sobre análisis de determinados fenómenos que poco apuntan al fondo de la cuestión. La necesidad de ese ecosistema autocentrado de analistas, opinadores, consultores e influencers de “ocupar espacio”, genera un infinito ruido poco útil para el bien público, los partidos políticos y las comunidades. Solo terminan siendo positivas para el “posicionamiento” de sus autores y su propia autoestima. Esta propia columna es un ejemplo de lo dicho y como tal debiera ser ignorada por la clase dirigente.

7.       La creciente aceleración de todos los sistemas y de toda la vida, situación que parece ser una constante desde hace al menos un par de décadas, parece haber aumentado post pandemia. Esa aceleración (de)construye nuevas subjetividades y por ende nuevos sujetos sociales aparentemente inasibles para una visión clásica del accionar político: la construcción de otro futuro diferente. Si todo dura nada, como un reel, como un hashtag, como una noticia de último momento inmediatamente reemplazada por otra de último momento, difícilmente haya modo de performar alguna noción de futuro que implique un tiempo mayor al inmediato. Y algo aún más primario: ¿alguien puede responder hoy con sencillez para qué hacemos lo que hacemos?¿para qué se quiere tener poder?

8.      Todos estos puntos son excesivamente generalistas. Y por lo tanto ameritan, cada uno de ellos, reflexiones, debates e investigaciones infinitamente más profundas. Y, por otra parte, exceden a las crisis que sufren en el mundo los progresismos y los nacionalismos populares, los cuales son afectados por ellas y por otras propias de ese sector ideológico. Pero poco podrán las fuerzas populares afrontar sus crisis específicas sin dar cuenta de las más generales.

9.     Ideas nuevas: se buscan. Dirigentes nuevos: se buscan. Formas de organización nuevas, se buscan. Para encontrarlos, empecemos por dejar de hacer lo que venimos haciendo. Nadie podrá inventar algo nuevo dedicándole su tiempo a batallar en un terreno que solo distrae esfuerzos y poco y nada aporta en relación a la emergencia de nuevas respuestas para nuevos dilemas y desafíos. Muchachos, a las cosas. 

10.   La búsqueda de lo nuevo hay que hacerlo sobre las ruinas de lo existente. Ruinas que son de sentido y no de identidad. La identidad, construida sobre valores e historia, está intacta ¿O acaso porque se pierde una elección hay que dejar de luchar por la justicia social? Quizás una pequeña luz de sentido en esta oscuridad de la estructura, es volver a pensar en las personas y evitar la tentación de pensar como las personas. Porque todos a veces nos equivocamos y también las personas lo hacen. O dejamos de pelotudear o dejamos de quejarnos. Las dos actitudes juntas no se bancan más.

 

*Director de la Diplomatura en Comunicación Política Fsoc-UBA