Las tecnológicas que militarizan el mundo: el nuevo rostro del poder digital

07 de noviembre, 2025 | 19.25

Amazon, OpenAI, Palantir y Anduril están reconfigurando el mapa del poder mundial. Lo que antes era competencia por la innovación tecnológica hoy se traduce en alianzas estratégicas con el complejo militar-industrial de Estados Unidos. En paralelo, despidos masivos y récords de ganancias muestran la otra cara de una economía digital que concentra beneficios mientras automatiza el trabajo y extiende su influencia a la seguridad y la guerra.

Amazon, por un lado, anunció un plan de despidos que afectará a más de 14 mil empleados en todo el mundo, incluso cuando sus beneficios superaron los 21 mil millones de dólares en el último trimestre. Y por el otro, la empresa invertirá más de 125 mil millones en inteligencia artificial, centros de datos y energía, y acaba de sellar un acuerdo con OpenAI por 38 mil millones. La operación implica que ChatGPT funcionará sobre la infraestructura de Amazon Web Services (AWS), utilizando cientos de miles de procesadores gráficos de Nvidia. La misma Amazon mantiene inversiones en Anthropic, rival de OpenAI, y construye un campus de 11 mil millones en Indiana dedicado exclusivamente a la computación de IA.

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En este nuevo tablero, Palantir Technologies ocupa un lugar central. Fundada con capital del fondo de inversión de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), In-Q-Tel, la empresa liderada por Alex Karp y Peter Thiel se consolidó como proveedor clave del Pentágono y del Departamento de Seguridad Nacional. Sus plataformas Gotham y Foundry integran inteligencia artificial para analizar datos en tiempo real, prever amenazas y automatizar decisiones militares. Programas como Project Maven o TITAN marcan el inicio de una guerra algorítmica, los algoritmos procesan en segundos lo que antes exigía semanas de análisis humano, reduciendo el tiempo entre la detección y la respuesta, y desplazando gradualmente el control humano hacia sistemas autónomos.

El alcance de estas corporaciones va más allá de los campos de batalla. Palantir colabora con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en sistemas de vigilancia fronteriza y rastreo de migrantes. OpenAI, propietaria de ChatGPT, firmó un contrato de 200 millones de dólares con el Pentágono y mantiene alianzas con Anduril Industries, la compañía que produce drones y sistemas de defensa automatizados. Su sitio web parece un videojuego: una estética que no oculta la lógica del entretenimiento aplicada a la guerra.

La relación entre tecnología y militarización no es nueva, pero hoy adquiere una dimensión total. Lo que se conoce como “ludocapitalismo”, la fusión entre trabajo, juego y control, convierte al videojuego en dispositivo de entrenamiento. Desde los simuladores militares hasta America’s Army, desarrollado por el Departamento de Defensa estadounidense, la gamificación se transformó en una herramienta de reclutamiento y disciplinamiento. La guerra se vuelve entretenimiento; el entretenimiento, guerra.

Este proceso configura un nuevo tipo de hegemonía, donde las plataformas tecnológicas operan como brazos del Estado y del capital financiero. Amazon vende potencia informática a gobiernos, Palantir procesa datos de inteligencia, OpenAI desarrolla algoritmos duales civiles y militares, Anduril arma drones autónomos. El resultado es una fusión entre economía digital y seguridad global que difumina las fronteras entre defensa, vigilancia y consumo. La promesa de la eficiencia tecnológica encubre una expansión sin precedentes del control social.

En nombre de la innovación, las grandes tecnológicas están consolidando un poder que ya no solo modela mercados, sino también decisiones políticas y militares. La inteligencia artificial, presentada como revolución productiva, se revela como arquitectura de dominio. Frente a ello, el desafío no es solo regular a las corporaciones, sino repensar el sentido de la tecnología en nuestras sociedades, si servirá para ampliar la libertad humana o para perfeccionar sus mecanismos de obediencia.