El consumo en Argentina y qué nos dice sobre el modelo Milei

26 de junio, 2025 | 14.04

En los últimos días, el INDEC publicó los resultados preliminares del Producto Interno Bruto (PIB) del primer trimestre de 2025. Uno de los datos más comentados fue el crecimiento de la economía -5,8%- pero principalmente sobre el consumo privado -11,6%-.

Antes de cualquier evaluación debemos tomar en cuenta contra qué estamos comparando. En este caso, contra el primer trimestre de 2024; el pozo de la crisis posterior a la suba de 118% del dólar en diciembre de 2023.

En cualquier caso, como siempre, la realidad suele ser un poco más compleja que un solo dato agregado. En esa complejización del análisis se abre una buena ventana para observar el funcionamiento del modelo económico del gobierno.

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¿Qué dicen y qué no dicen los datos?

Como resumen muy rápido podemos decir que efectivamente el gasto en bienes y servicios de consumo en Argentina está creciendo respecto a 2024. Pero eso no implica que todos los argentinos estén consumiendo más. Crece, pero no necesariamente para todos.

El consumo privado es uno de los componentes más importantes del PIB (68% del total). Ese agregado refleja el gasto que realizan las familias en todos los bienes y servicios; desde alimentos y medicamentos pasando por servicios públicos, hasta electrodomésticos, turismo o automóviles. Como tal, a lo largo del tiempo algunos tipos de consumo pueden subir y otros bajar, pero el efecto sobre el total depende de las cantidades consumidas y de sus precios. Por ejemplo, si una parte de la población compra más viajes al exterior, eso puede compensar (estadísticamente) la caída en la compra de productos básicos como alimentos porque son más costosos. Por ello, no alcanza con observar su evolución para concluir sobre la situación de todos los hogares.

De hecho, aunque el agregado “Consumo privado” haya alcanzado un máximo en el primer trimestre, si se analiza en términos per cápita (es decir, dividido por la población), se encuentra aún un 2% por debajo de ese máximo. Pero, lejos de implicar que el ajuste lo hacen todos por igual, la desigualdad implica que algunos están consumiendo menos y otros más.

Como en los datos macroeconómicos de cuentas nacionales del INDEC no se desagrega el Consumo privado en sus componentes —como sí lo hacen otros países—, debemos recurrir a otras fuentes. Si tomamos las estadísticas de ventas en supermercados y shoppings, también del INDEC, vemos que muestran una recuperación respecto al pozo de 2024: por ejemplo, las ventas en supermercados crecen un 4,3% en los primeros 5 meses, pero en los autoservicios mayoristas los datos muestran una caída de 6,6% en el mismo período.

Podemos recurrir a estimaciones privadas, como las de la consultora Scentia donde sumando todos los canales -supermercados, farmacias, etc.- el acumulado en el año (enero-mayo) muestra un crecimiento mínimo de 0,6%, pero si focalizamos en supermercados y autoservicios da una caída del 5,4%. Si ello lo complementamos con indicadores simples se observa que el consumo de bienes durables (electrodomésticos, motos y autos) y turismo al exterior viene creciendo fuerte ayudado por abaratamiento relativo -dólar barato mediante- y resurgimiento del crédito, pero los “no durables” (almacén, bebidas) continúan mal.

Entonces, el crecimiento es impulsado por consumos específicos de los sectores más ricos de la sociedad como el turismo y autos 0km, donde los ingresos altos y el crédito habilitan retroalimentándose su compra. Otros consumos más “mixtos” -donde se cruzan consumos “populares” y de “alta gama”- también muestran buenos resultados como las motos. Pero, son esencialmente los consumos básicos los que no repuntan.

El origen de los ingresos, el mercado laboral

Como no es posible hacer un argumento definitivo que vincule estratos sociales y consumo, los datos no son perfectos ni infinitos, podemos complementar esa mirada de “consumos” con la evolución de las fuentes de ingresos. Y ello nos lleva al mercado laboral.

Con datos para el mismo período -enero-marzo 2025- la Encuesta Permanente de Hogares dio resultados preocupantes. Por un lado, no mostró mejoras frente al pozo de la crisis 2024; sino que mostró un empeoramiento de la calidad del empleo con aumento de los asalariados no registrados y del cuentapropismo. Lo cual vino a complementar la información ya disponible del SIPA que muestra que, desde marzo 2024, se perdieron unos 70 mil puestos de trabajo registrados -privados, públicos y de “casas particulares”. En resumen, un mercado laboral débil y más precario.

Si nos concentramos en el poder adquisitivo lo que se observa es que la recuperación durante 2024 ha sido magra. El mejor segmento -los asalariados registrados del sector privado- recuperaron apenas un 10% respecto al pozo de la crisis -recuperando su mal nivel de noviembre 2023- y los asalariados públicos recuperaron aún menos -y se mantienen 15% por debajo de noviembre 2023-. De manera similar los jubilados, que han recuperado más desde el pozo, también se encuentran con niveles muy bajos en términos históricos; siendo que las mínimas -por congelamiento del “bono”- se encuentran aún por debajo de noviembre de 2023. En resumen, los ingresos no muestran ninguna recuperación fuerte producto de esa misma debilidad del mercado laboral como de políticas deliberadas; como los techos en las paritarias y en el salario mínimo.

En conjunto, el empeoramiento de la ocupación y la mejora magra de los ingresos hacen difícil pensar que sean los sectores populares los que están empujando tal crecimiento del consumo. Algo que es coherente con los tipos de consumo que vienen creciendo -y cuales no lo hacen-.

Ventana al “modelo Milei"

A 18 meses del gobierno de Milei estos resultados no son parte de una crisis coyuntural, ya son expresión de su modelo económico. Si analizamos sus vectores principales encontramos el dólar barato, la apertura comercial y un ajuste fiscal que se fundamenta en las jubilaciones, la obra pública y el empleo estatal.

Al no ser novedoso conocemos bien sus efectos. La sobrevaluación y apertura castigan los sectores productivos no vinculados a los recursos naturales, que genera empleo relativamente de buena calidad en las ciudades. El ajuste a jubilaciones y salarios estatales y el techo a paritarias y el salario mínimo reducen el mercado interno, dificultando aún más esa dinámica. Finalmente, la ausencia de obra pública tiene un impacto muy fuerte en la construcción un sector muy relevante en términos de empleo. En conjunto, es un esquema sumamente excluyente que daña los sectores productivos, pero abarata consumos como los durables y el turismo si es que tu nivel de ingresos y ocupación te los permiten.

En definitiva, el consumo está creciendo, sí. Pero no por una mejora generalizada y siempre en comparación contra el pozo de la crisis de 2024.

Para un crecimiento robusto del consumo, necesitamos un mejor mercado laboral. Eso requiere una modificación de las políticas laborales -eliminación del techo a la paritarias y al salario mínimo, aumento de jubilaciones, reformas progresivas de la regulación laboral- y del esquema macroeconómico -dejar de atrasar el dólar, comprar reservas y reiniciar la obra pública-.

En síntesis, si buscamos otro resultado, debemos buscar otro modelo. Con estabilidad como condición, pero con otra mirada sobre los sectores productivos, el empleo y los ingresos. Los caminos están, conviene comenzar a discutirlos.