El futuro del peronismo está en manos del peronismo. La condena contra Cristina Kirchner sirvió para dejar de lado viejas rencillas y sirve como guía para los próximos pasos. Dos fotos de unidad (una oficial, por la tarde, en el PJ, y otra inesperada, por la noche, en los estudios de un canal de streaming) mostraron un escenario inesperado hasta hace pocos días. Queda mucho camino por recorrer pero al menos parece abrirse un camino por delante. La responsabilidad de recorrerlo y llegar a buen puerto es compartida.
Todo bajo un clima de tensión que carga el aire frío con violencia contenida. El gobierno y la oposición comparten la idea de que el conflicto todavía no estalló. La protesta está contenida: los cortes de ruta nunca se extienden demasiado, las manifestaciones callejeras, hasta ahora, tuvieron una convocatoria limitada. Otras acciones, más disruptivas, están en carpeta pero todavía aguardan a que se aclare el panorama. Sobre la mesa están las condiciones de la detención de CFK. Del otro lado, el gobierno se endurece pero tampoco escala el conflicto.
El miércoles que viene la expresidenta irá a Comodoro Py a notificarse de su condena y conocer su destino. Como en un bucle de la historia que vuelve a posarse de nuevo en el mismo lugar que antes, los tribunales federales serán el destino de una caravana masiva, en la que confluirán columnas de todos los sectores, para acompañarla, como en abril de 2016. Esta vez, además, se proponen, luego, escoltarla de regreso a su domicilio. Si la decisión del juez es otra, habrá una multitud en la calle para repudiarla.
Un día antes habrá dos reuniones que servirán para mostrar músculo. En la primera estará la cúpula de la CGT, que hasta ahora evitó comprometerse orgánicamente más que para publicar un comunicado, aunque algunos de sus gremios más numerosos fueron los primeros en salir a las rutas el martes por la tarde. En la segunda se darán cita los gobernadores. Serán de la partida Axel Kicillof, Ricardo Quintela, Mario Ziliotto, Gustavo Melella y Gildo Insfrán. La novedad sería la asistencia de Osvaldo Jaldo y Raúl Jalil, invitados pero aún no confirmados.
Ayer por la tarde, en la sede del PJ, se vio una primera foto de confluencia, en la que se vio cuál va a ser el sistema de alianzas más cercano a CFK dentro de un ecosistema peronista que se asume aún más amplio. La ausencia del gobernador bonaerense no puede omitirse como un dato político pero tampoco debe leerse como una ruptura. Es un mensaje que hace ruido en la comunicación con un sector del electorado pero es perfectamente claro hacia la dirigencia. Uno puede coincidir o no con la decisión pero a esta altura este es el escenario y no otro.
Por otro lado, la misma foto sirve para recordarnos el proverbial alcance del perdón cristinista. Sin ir más lejos, figura en un lugar protagonista el gobernador riojano, que a fines del año pasado sufrió excomunión por proponerse para presidir el PJ. Para CFK, los agravios en política duran apenas seis meses. En este caso el calendario se cumplió religiosamente. Si se mantiene esa puntualidad, la próxima moratoria cae convenientemente justo después de las elecciones de medio término. La unidad es una construcción trabajosa, que debe doler en los músculos, no en el alma.
En el kicillofismo apuestan por ese mismo camino y ayer circulaba una lectura benévola de la ausencia del gobernador en el PJ. Va en el mismo sentido, dicen, que el llamado telefónico y la reunión que compartieron Axel y Cristina la semana pasada. De acuerdo a esa interpretación, ellos dos encabezan, en igualdad de condiciones, el conjunto, y el resto de la interna transcurre por niveles subalternos. Kicillof tiene el enorme desafío de sostener esa estatura conduciendo a un sector que hasta ahora le responde sólo parcialmente.
Por ejemplo: la CGT, que se encolumna detrás suyo, puede ser un aliado valioso y potente. Pero si su rostro es Héctor Daer yendo a la Rosada a dialogar alegremente un día después de que el gobierno elimine por decreto el derecho a huelga, u Octavio Arguello bajándole la espuma a las protestas, eso va a convertirse en un problema para el Movimiento Derecho al Futuro. Conducir es, antes que nada, persuadir a los aliados de que tienen más para ganar que para perder si se ordenan detrás de una línea política. En ese arte, Cristina todavía no tiene par.
A la noche, en el programa de Tomás Rebord, se vivió otra escena inesperada y extraordinaria. Coincidieron el gobernador Quintela, Emilio Pérsico, Carlos Bianco, Anabel Fernández Sagasti, Pedro Rosemblat y Guillermo Moreno. Pero en lugar de un debate con chicanas pensadas para hacer un recorte en las redes sociales lo que se vio fue un diálogo franco y productivo entre dirigentes que descubrieron, al aire, que tienen “más coincidencias que diferencias” entre sí. Entre esas coincidencias, que el próximo gobierno peronista no va a pagar la deuda con el FMI.
Queda muchísimo por hacer, pero fue una muestra cabal de las ventajas que tiene la comunicación cara a cara y la política entendida como colaboración y punto de encuentro respecto a la lógica neoliberal e individualista del algoritmo, el like y la doma. El primero es el territorio natural del peronismo, el segundo donde mejor se mueve la extrema derecha. Pero la lección que dejó el programa de anoche es que cuando prima la política sobre las redes, incluso las redes pueden volverse un lugar fértil para hacer política. Entonces, no hay más excusas.