El doctor en Historia y ex director nacional electoral, Marcos Schiavi, dialogó con Portate Bien, en FM RE, sobre el rol del sindicalismo después de que la CGT participara de una reunión del Consejo de Mayo, en Casa Rosada, para discutir una reforma laboral. Para el ex funcionario, la renovación dirigencial de la central obrera no le dejará margen a una conducción "paraoficialista".
- El martes la CGT estuvo presente, con un enviado, en esta mesa del Consejo de Mayo convocada por el gobierno nacional. Dentro de los puntos a discutir estaba la reforma laboral. También le tengo que sumar en esta seguidilla de actitudes la falta de convocatoria a la marcha de la semana pasada por la prisión que le impuso la Corte Suprema Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cómo analizas estas señales que está dando la CGT en esta última semana?
- Lo primero a plantear es lo del Pacto de Mayo. Originalmente fue una significación, un humo que armó el gobierno el año pasado. Primero un pacto que se iba a firmar el 25 de mayo, terminaba firmándose en julio. Un año después hacen la primer reunión, todos miembros oficialistas o paraoficialistas. El gobernador de Mendoza (Alfredo Cornejo) está cerca de cerrar un acuerdo electoral, la senadora por Santa Fe (Carolina Losada) vota todos los proyectos oficialistas y, en ese marco, la presencia de la CGT para hablar - en el mismo día que viene el FMI - de reforma laboral es, al menos, una muestra de que hay cierto desoriente. En el resumen, en los últimos 10 días a la CGT la invitaron a dos reuniones: una al PJ a defender a la presidenta del PJ, que es Cristina y que está detenida y proscripta, y otra a hablar de reforma laboral con (Federico) Sturzenegger. Fueron a la Casa Rosada, no fueron al PJ.
- Después de la reunión, desde la CGT se planteó que van a sostener los derechos de los trabajadores durante las negociaciones. ¿Te parece que eso es posible, viable, con las señales que ya dio este gobierno en materia laboral?
- A mí me parece que ser dialoguista con este Gobierno no rinde. No es que vos hoy tenés provincias dialoguistas mejor financiadas que provincias opositoras, o intendentes dialoguistas o fuerzas políticas dialoguistas que están mejor que las que son claramente opositoras. No le veo ninguna mejora para un movimiento obrero y para trabajadores argentinos que hace 10 años vienen con salarios en caída, con empleo en caída. Nada de la reforma laboral que puede proponer Sturzenegger va a mejorar la situación de trabajadores que, en los últimos 10 años, perdieron 10% de participación en el PBI. Pasamos de rondar los 50 a rondar los 40 puntos, y eso no tiene que ver con una caída del Producto, sino que tiene que ver con que esa participación dejó de ser de los trabajadores y pasó a otras manos. Esa es la agenda de la CGT.
- ¿Cómo fue evolucionando la clase trabajadora, en este último tiempo, para llevarnos también a este nuevo escenario de laburantes que deciden desprenderse de las imágenes más tradicionales de la fábrica?
- El 40% de los trabajadores y trabajadoras de Argentina son trabajadores informales, por ende no tienen el resguardo legal correspondiente y no tienen organización sindical. Esos trabajadores están huérfanos de representación. Ahora, la representación no es un espejo. Desde la dirigencia uno tiene que también dirigir, conducir a la sociedad y plantearle horizontes mejores. No puede actuar en espejo a una sociedad. Es verdad, hace 10 años que el mercado de trabajo –después de 4 años de macrismo, 2 años de pandemia, otros 2 años de Milei, etcétera– no hay mejoras. Bueno, el desafío es conducir, representar a esos trabajadores hacia un horizonte de mejoría, no de mejorismo, de mejoría, de poder ofrecerle una agenda propositiva y a la ofensiva que pueda ver en el horizonte que va a estar mejor, capaz que en un año no, capaz que en dos años no, pero pronto puede estar mejor.
- ¿Cómo afecta a la imagen de la central obrera y del movimiento obrero este tipo de actitudes? Porque la derecha ya demonizó a las estructuras sindicales y, tal vez, los gestos de los últimos diez días generan ruidos en aquellos sectores que normalmente apoyan este tipo de organización.
- Te lo planteo en un par de puntos. Primero, que la CGT es mucho más que su triunvirato. La CGT son sindicatos, delegados, trabajadores regionales y es parte de lo mejor de la historia de Argentina. La CGT es la que nos permitió, con la movilización de los trabajadores, construir una sociedad donde el bienestar estuviera democratizado. En segundo punto, la CGT, más allá de ciertas resistencias en algunos sectores, la sociedad y sobre todo los trabajadores esperan del CGT mucho más. Eso es bueno, porque significa que la ven como una herramienta de poder popular y, en ese sentido, creo que es algo de lo que agarrarse. En tercer punto, no hay que perder de vista que a fin de año se viene una renovación de la CGT, de la conducción, que está en discusión en estos momentos. Frente a un gobierno que piensa en una reforma laboral, un gobierno donde el salario no crece y donde no se le da importancia a la caída del empleo, y donde la principal opositora al gobierno está detenida y proscripta, no va a haber mucho margen para que la nueva conducción de la CGT sea paraoficialista. Yo me imagino una renovación con una agenda a la ofensiva y representando una oposición a este gobierno. Déjenme ser optimista.
- ¿De qué se alimenta ese optimismo?
- Cristina decía “yo soy una militante política, tengo la obligación de ser optimista”. Me pasa lo mismo, tengo la obligación de ser optimista.
- ¿Vos estás viendo que este tiempo demanda otra cosa, que debería haber alguien que no se siente más en la Casa Rosada a discutir una reforma laboral?
- Yo creo que lo que pasó en los últimos 10 días fue desafortunado. Eso no desanda todo el camino y la historia del movimiento obrero y la CGT. De vuelta, no le veo margen ni vinculación posible con el gobierno para que la CGT, posrenovación de fin de año, se vuelva sentada en la Casa Rosada a negociar una reforma laboral.
- ¿Cuál es la demanda de este momento histórico a la dirigencia política? Se habla mucho de la necesidad de radicalizar el discurso. La derecha, en general, no se suele tirar a la izquierda para ganar una elección, pero el progresismo a veces intenta ir hacia el centro y, por lo tanto, se derechiza un poco para ser competitivo en las elecciones. ¿Hay que radicalizar un poco ese discurso y las propuestas?
- El desafío, para mí, de cara a lo que se viene, es cómo hacer para que nosotros recuperemos un pueblo que viva bien, que coma cuatro veces al día, que tenga una vivienda, que pueda soñar con irse de vacaciones, que tenga servicios básicos universales, o sea, que tenga salud y educación, no importa si estás en Jujuy, Río Negro o en Quilmes. Ese debería ser el horizonte. ¿Eso significa radicalizarse? No sé, tal vez sí, tal vez no. Siempre uno se radicaliza o deja de radicalizarse en espejo o en relación a las otras fuerzas políticas. Si las otras fuerzas políticas lo que le van a ofrecer a la población es que gobierne el FMI, bueno, tal vez terminemos necesariamente radicalizándonos. No porque nosotros queramos, sino porque la pantalla se corrió mucho a la derecha.
- Cuando la gente siente que no se le transforma la vida, que no se le mejora la vida, la transformación como algo positivo, va perdiendo sentido todo. Entonces también hay una necesidad tanto de la dirigencia política como de la dirigencia sindical de volver a eso, la transformación de la vida de las personas.
- Uno de los hechos más importantes de lo que va del año, en términos electorales, es que la gente dejó de ir a votar, y dejó de ir a votar básicamente porque piensa que su voto no vale, que su voto no transforma. Y eso me parece que hay que recuperarlo en base a un planteo general. Cuando un gobierno asume con el voto popular, no hay excusas. No debería haber excusas del estilo “en realidad vos elegiste una parte y la otra parte hay que negociarla en una mesa redonda, como si fuéramos iguales con las cámaras empresarias nacionales e internacionales. ¿Por qué no? Porque el que está sentado en la Casa Rosada tiene decenas, 10 millones de votos, 11 millones de votos, depende cómo le haya ido en la elección. Esos 10, 11 millones de votos no pueden valer lo mismo que 10 cámaras empresarias. Ese es el norte. ¿Es un norte radicalizado? Yo no lo veo, simplemente es volver a cuestiones básicas de soberanía política.