Por: Nicolás Tereschuk (politólogo, titular del Instituto Argentina Grande)
Abelardo Vitale (comunicador, titular de la Diplomatura en Comunicación Política de la UBA)
Violeta Carrera Pereyra (investigadora del Instituto Argentina Grande)
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Las elecciones del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires -que ocurrieron con una situación socioeconómica deteriorándose aceleradamente- arrojaron dos elementos para analizar: un triunfo por casi 14 puntos de diferencia para el peronismo de Fuerza Patria y un ausentismo unos 10 puntos mayor que las marcas históricas -un récord que, aún así, evidenció una disposición a ir a votar mayor que la registrada en otras provincias que tuvieron elecciones legislativas este año-.
Una pregunta interesante -y aún no del todo respondida- es ¿quiénes no concurrieron a votar? Un trabajo del Instituto Argentina Grande (IAG) realizado en base a un análisis de padrones utilizados en el control de la elección por parte de fuerzas partidarias en los municipios de San Martín, Almirante Brown y Arrecifes arrojó un primer dato: las mujeres mostraron mayor concurrencia a las urnas que los varones.
Desde la irrupción de Javier Milei en la política nacional, en 2023, ya podía observarse que para entender la adhesión a su figura, la variable “clase social” no parecía alcanzar para explicar su base de apoyo electoral. De allí que otra lectura posible, que desarrollamos en 2024 en base a una encuesta nacional, era pensar que los nuevos “territorios” pasaban a ser el género y la edad.
Milei contaba con más adhesiones entre los jóvenes en general, entre los varones en general y más profundamente entre los varones jóvenes. La contracara de eso resultaban ser las mujeres y particularmente las mujeres adultas, que conformaban un polo de rechazo importante a la cosmovisión del Presidente.
En trabajos cualitativos posteriores publicados por el IAG, que nuclea a equipos político-técnicos convocados por Gabriel Katopodis, ese grupo de mujeres adultas aparecía reiteradamente como las “últimas” defensoras de alguna idea colectiva de justicia social, en contraposición al enfoque mileísta de hiperindividualismo.
Estas hipótesis parecen hoy confirmarse -al menos parcialmente- al “poner una lupa” sobre quiénes se ausentaron de las urnas el último 7 de septiembre en la elección bonaerense.
En el estudio publicado del IAG en esta oportunidad se trabajó con padrones electorales utilizados por fiscales partidarios que participaron del control del comicio mediante su relevamiento posterior a la elección que hicieron expresiones locales de Fuerza Patria en los municipios de San Martín, Almirante Brown y Arrecifes.
Si bien este análisis no pretende brindar explicaciones categóricas extrapolables al total provincial, sí permite sacar ciertas conclusiones preliminares para comenzar a comprender qué sucedió respecto a la participación.
En los tres municipios analizados, las mujeres concurrieron más a las urnas que los varones. Y esa diferencia fue mayor entre las mujeres menores de 50 años. En el caso de San Martín, la diferencia de participación entre mujeres y varones es de casi 10 puntos porcentuales. En ese caso, la diferencia más alta de participación por género tendió a ubicarse en mujeres de 25 a 49 años -en algunas de esas franjas, la brecha alcanzó más de 15 puntos-.
En la muestra de mesas de Almirante Brown analizadas, la diferencia de participación a favor de las mujeres fue de 2,4 puntos porcentuales, aunque en algunas franjas etarias de mujeres adultas duplicó esa proporción.
En Arrecifes, -con una muestra menor de mesas- la tendencia fue la misma: las mujeres fueron a votar más que los hombres (con una diferencia de 5,8 puntos porcentuales).
En suma, la baja participación, una de las claves para comprender el resultado electoral del 7 de septiembre, no se dio en forma homogénea en todos los grupos poblacionales. Un elemento central es que los que faltaron ese domingo, sobre todo, fueron los varones. Y, entre las mujeres, que son quienes sostuvieron mayores niveles de participación, puede verse un grupo especialmente activo: el de las mujeres adultas, de entre 25 y 49 años.
Estos indicios para pensar que el género fue decisivo en las elecciones de la Provincia de Buenos Aires no implican descartar otras variables que siguen siendo relevantes a la hora de ordenar el voto: la pobreza, medida con necesidades básicas insatisfechas (NBI), es hoy otro factor explicativo claro.
En 2023, la irrupción de Javier Milei en la política argentina generó una novedad en el comportamiento electoral: a diferencia de las coaliciones Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, el voto al “tercio” de La Libertad Avanza era insensible a la variable “clase social”.
Así, la opción peronista, obtenía (algo más de) un tercio del electorado aumentando sus adhesiones a medida que bajaba el nivel socioeconómico de los votantes. La opción “macrista” recibía el respaldo de (casi) un tercio del electorado sobre todo basado en la adhesión de los sectores más acomodados de la sociedad. Pero el candidato Milei reunía su tercio con votos que surgían tanto de los territorios más acomodados como de los más postergados.
Es interesante que, más tarde, en el debate público, muchas veces se confundió esto, pensando que el fenómeno Milei era puramente “popular”, visualizando a su votante (solamente) como alguien de bajos ingresos, cuando esa base de votantes siempre fue un híbrido.
A diferencia de 2023, en esta última elección La Libertad Avanza sacó más votos en municipios más ricos (ya no tiene la “transversalidad socioeconómica” que tuvo en 2023, aunque tampoco emula la composición de votos de Juntos por el Cambio de dos años atrás). En tanto, Fuerza Patria obtuvo más votos en los territorios con más pobreza, si bien en una relación no tan marcada como la de Unión por la Patria en 2023.
De lo expuesto surgen algunos lineamientos que -como siempre, equilibrando lo novedoso con los aspectos más clásicos y tradicionales de las culturas políticas de una sociedad- deberían necesariamente ser contemplados a la hora de construir un discurso y una oferta electoral en estos tiempos.
¿Y cómo se da cuenta de ese equilibrio inestable y cambiante? La respuesta no debe ni debiera estar en los consultores ni en los análisis. La respuesta la deben dar, como siempre, las y los dirigentes políticos que buscan representar y liderar a las y los argentinos de carne y hueso.