Mauricio Macri acaba de publicar "Franco. Vida de mi padre. La historia de mi mayor maestro y mi gran antagonista" (Planeta). El texto es una revisión de la relación del ex presidente con su padre, a través del cual –dice el autor– busca "encontrar una respuesta", "entender", a ese hombre al que durante muchas décadas admiró pero que después, asegura, terminó viéndolo destruir todo lo que había creado, presa de la megalomanía, el ego y un proceso de deterioro de sus facultades mentales que signó sus últimas décadas.
El libro comienza con un viaje a los orígenes de Franco, en la Italia de 1930, y una primera revelación: la familia de la madre de Franco (abuela materna de Mauricio) era fascista. El bisabuelo del ex presidente integró los Camisas Negras y fue funcionario de Benito Mussolini. Y avanza también con una segunda revelación, de la que el propio autor parece no darse cuenta. En el relato sobre ese self made man que fue Franco Macri, abundan las alusiones a que llegó de Italia pobre, sin saber el idioma, muy jovencito, sin recursos. Es algo que incluso el ex presidente dice varias veces a lo largo del texto. “Llegó sin dinero, sin contactos, con menos de 19 años”. Sin embargo, en el mismo texto, queda claro el enorme capital cultural y social con el que contaba Franco incluso desde antes de llegar a la argentina. Su padre, Giorgio Macri (abuelo de Mauricio), fue empresario, universitario (se recibió en Contabilidad y Economía en la Universidad de Padua), tuvo una empresa constructora, era un intelectual, tuvo una imprenta, fue cofundador de L´Uomo Qualunque (publicación devenida en partido político), y envió a su hijo Franco al Collegio Massimo, uno de los más prestigiosos de Roma. Cuando tenía 14 años, Franco ya había intentado ser actor y tenía conocimientos de albañilería.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Cuando en 1947 Giorgio decide emigrar a la Argentina, sus tres hijos vienen con él. A los tres días de la llegada de Franco a Buenos Aires, su padre ya le había conseguido su primer trabajo en una empresa constructora italiana. Se anota en el Colegio Nacional de Buenos Aires para rendir las equivalencias y tener el título secundario. Y meses más tarde compra con un amigo su primer terreno, en San Justo, para construir un edificio. Llamativamente, en el relato de Mauricio no hay registro de todos los recursos con los que contaba su padre para comenzar a ser quien era. De la misma manera, sobre el final del libro Macri dirá que su padre no lo ayudó en nada en su carrera política, sin registrar tampoco su propio capital social y cultural y cómo Franco se lo sirvió en bandeja.
Tras este primer acercamiento al Franco de los inicios, el libro avanza dividiendo la historia en dos momentos claros. Uno de muchísima admiración del ex presidente por el Franco empresario. Lo llama conquistador. hacedor, visionario. Resalta cómo lo conmueven y lo emocionan hasta hoy las obras que construyó su padre. El listado es deslumbrante: Aluar, Atucha, la central nuclear de Embalse, la represa Salto Grande, Ciudad Evita, varios puentes, Catalinas Norte, el Rulero, Manliba, el Ceamse, Movicom, el Fiat Duna. Franco Macri llegó a generar 25 mil empleos directos y 350 mil indirectos. No estuvo exento de polémicas, investigaciones y acusaciones gravísimas. Mauricio, en el libro, lo defiende –escuetamente– de todas. ¿Fue beneficiado por la dictadura? "Son disparates", dice. ¿Fue favorecido por la nacionalización de la deuda privada que dispuso Domingo Cavallo? Era una medida necesaria para que no quiebre el país, explica. ¿Incumplió con los pagos del canon del Correo? Perdió más plata de la que puso, lo disculpa. Y finalmente termina responsabilizando por todo a la "persecución de los Kirchner" en su contra.
Sin embargo, y aun en estos capítulos desbordantes de admiración por su padre, el ex presidente ya lo describe como un hombre manipulador –con su familia y con sus empleados– y empieza a registrar las dificultades de la relación entre ambos. Una relación que, según las varias entrevistas que Franco Macri ha dado a lo largo de su vida, los libros que han retratado su vida y las personas que lo frecuentaban, estaba signada por la poca estima que había en la mirada del padre sobre el desempeño profesional del hijo. "Es un inútil" aparece como el comentario más recordado de aquel padre sobre su hijo. En el libro, sin embargo, Mauricio se queda con la última palabra, y responsabiliza en gran parte a Franco del fracaso del vínculo y de su alejamiento del holding familiar, del que estaba destinado a ser el heredero. Dice de él: "Fue la persona que más me amó y la que más me boicoteó".
Según detalla el ex presidente, el secuestro que vivió en 1991 fue un parteaguas en la relación entre ambos:
"Toda su actuación durante aquellos días dramáticos fue impecable. Hizo todo lo que un hijo puede esperar de su padre y más. Su amor no tuvo fisuras (...) En el momento de mi liberación me encontré con el enorme amor de mi padre, correspondido por el mío hacia él, de un modo que nunca antes nos había sucedido a ninguno de los dos. Lo que yo no sabía es que allí, primero sin notarlo y después de manera cada vez más evidente, comenzaba la etapa más difícil de mi relación con él (...) Los años siguientes fueron los peores de nuestra relación. Se desató una guerra permanente. Me echaba y me contrataba todas las semanas. Me ayudaba y luego me boicoteaba.
Me empoderaba y al instante me desautorizaba. Mi futuro ya no estaba tan claro. Ser el delfín de Franco había dejado de ser una buena idea."
Llega entonces su alejamiento de la empresa familiar, cruzado por peleas y malos tratos, incluso públicos. Dice el ex presidente que su padre comienza entonces a competir con él, marcado –en la visión de Mauricio– por no poder superar el hecho de que estaba envejeciendo. Tras varios idas y vueltas por la herencia familiar –que Mauricio atribuye enteramente a Franco–, cuenta que decide hablar con el psiquiatra de su padre, quien le confirma un diagnóstico de demencia. Corría 2007 y Macri acababa de ser electo jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Son años en los que Franco tiene varias declaraciones públicas en entrevistas periodísticas que Mauricio define como “hirientes” en su contra. Cuando en 2010 el entonces jefe de Gobierno era investigado por escuchar ilegalmente a los familiares de las víctimas de Cromañón y a su propia familia, Mauricio sale a desmentir los señalamientos asegurando que era todo un armado del kirchnerismo para perjudicarlo. Le preguntan a Franco por el tema. Él responde: “Pondría las manos en el fuego por que el Gobierno no tiene nada que ver en la causa”. Cuatro años después, cuando su hijo ya estaba en carrera para ser el próximo presidente de la Nación, lo vuelven a consultar a Franco. Él asegura: “Para mí, el nuevo presidente tiene que salir de La Cámpora”.
Incluso en la última conversación que tuvieron durante los períodos de lucidez que tenía Franco en el final de su vida, terminaron peleados. Su padre le pidió que lo ayude a terminar con el malestar que vivía. Postrado, sin poder ni siquiera comer por sí mismo. Mauricio le respondió que no podía. Y Franco, una vez más, se enojó con él.
