“Me encantaría tener todo eso. ¿Como lo vas a pagar? ¿Quién va a pagar la factura por esos programas?”, le preguntaron a Zohran Mamdani, el alcalde electo de Nueva York, en una entrevista. El periodista se refería a las promesas de campaña de Mamdani, el joven inmigrante musulmán y socialista democrático que triunfó en las elecciones para gobernar la ciudad que es epicentro financiero y simbólico del poderío estadounidense con propuestas que van desde transporte y jardines maternales gratuitos hasta viviendas para jóvenes a precios accesibles pasando por una red de comercios administrados por el gobierno con precios bajos.
La respuesta de Mamdani, un hábil declarante, empezó así: “Para responder a esa pregunta, primero explicaré algunos de los apoyos que ha recibido Andrew Cuomo”, el ex funcionario de Bill Clinton que gobernó el estado de Nueva York de 2011 a 2021 y renunció en medio de acusaciones de agresión sexual. “El apoyo de Elon Musk -continuó Mamdani- es uno de los más caros que Andrew Cuomo recibió, ya que le costó a él y a la ciudad de Nueva York 959 millones de dólares en exenciones fiscales que le otorgó a Musk cuando era gobernador de este estado. De hecho, es más dinero del que costaría hacer que todos los colectivos fueran gratis en la ciudad de Nueva York”.
Con este ejemplo alcanzaba, pero Mamdani no se quedó en ese rodeo a la pregunta sino que fue al hueso: “Por eso, he dicho claramente que deberíamos cobrarles más impuestos al 1% más rico, un 2% adicional a los que ganen más de 1 millón de dólares al año y que las corporaciones más grandes paguen los mismos impuestos que pagan en Nueva Jersey pero los paguen en Nueva York. Todo esto financiaría nuestra agenda económica y protegería a nuestra ciudad de Trump. Hablamos de Donald Trump, Elon Musk y Stephen Miller (asesor de Seguridad Nacional de Trump). Ellos son los artífices, de muchas formas, de la crisis de autoritarismo que los neoyorquinos afrontan. Y Andrew Coumo se rehúsa tanto a cobrarle impuestos a los donantes multimillonarios de Donald Trump porque sabe que son los mismos cuyos cheques está cobrando para volver a ser alcalde”.
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Mamdani ganó las elecciones contra ese aparato político sostenido por Musk y las amenazas de Trump de que cortaría fondos para Nueva York. Lo hizo desde una identidad política que amenaza el statu quo de reparto entre demócratas y republicanos, el Socialismo Democrático. Y generó una expansión utópica indigerible para todo lo que Trump y Musk representan, sintetizada en una obviedad: no son imbatibles. Y es más: les pudo ganar alguien que representa todo lo opuesto a ellos. Esa onda expansiva llegó rápido a la Argentina, donde el establishment mediático alineado con Javier Milei tiene entre sus tareas instalar que no existe otro camino.
Que Mamdani mencionara específicamente las exenciones impositivas de Musk, no es casual. El hombre más rico del planeta pregona la disolución de los Estados y exalta su propio mérito mientras reclama menos regulaciones estatales que, una vez que fue lo suficientemente poderoso, se dedicó a incumplir. Uno de sus fanáticos argentos, Federico Sturzenegger, antes de volver a ser funcionario publicó un artículo en Perfil titulado "El enfoque Elon Musk de la regulación". Escribió que Musk se quejaba de "las múltiples regulaciones y requisitos que pesaban sobre la industria espacial", de las "especificaciones y testeos, entre otros, que inflaban los costos de producción de manera innecesaria", que "al final, Musk mandó a la mierda todo eso", "abriendo la posibilidad de la exploración espacial a costos que eran una fracción de los de la NASA". Agregó que "nuestra legislación está perversamente saturada de este tipo de restricciones, las mismas que volvían loco a Elon Musk y que tuvo que ignorar para poder construir una industria aeroespacial exitosa". Ahora Sturzenegger es ministro de Regulación a Favor de Algunas Empresas para evitarles el trauma: les arma las leyes a medida.
Pero lo cierto es que la historia de Musk no es la que cuenta él y menos la que escribió Sturzenegger. En su libro "El Estado emprendedor", la economista Mariana Mazzucato desarma el relato del empresario exitoso por exclusivo mérito propio y usa justamente el caso de Musk. "La historia de la innovación energética financiada por el Estado se repite en la actualidad, no solo con la energía renovable, sino también con las empresas «verdes» -explica Mazzucatto-. Tesla Motors, SolarCity y SpaceX, todas ellas dirigidas por el emprendedor Elon Musk, están surfeando una nueva ola de tecnología del Estado. En conjunto, estas empresas de alta tecnología se han beneficiado de 4.900 millones de dólares de apoyo gubernamental local, estatal y federal, en forma de subvenciones, exenciones fiscales, inversiones en construcción de fábricas y prestamos subvencionados. El Estado también forja la demanda —crea el mercado— de sus productos al conceder desgravaciones fiscales y reembolsos para los consumidores de paneles solares y vehículos eléctricos, y al firmar contratos por valor de 5.500 millones de dólares con SpaceX y de 5.500 millones de dólares con la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) y las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos".
Párrafo siguiente, Mazzucato detalla dos cosas que pasan inadvertidas: "La primera es que Tesla Motors también se ha beneficiado de un enorme préstamo garantizado con financiación pública por valor de 465 millones de dólares. La segunda es que Tesla, SolarCity y SpaceX han recibido inversiones directas en tecnologías revolucionarias por parte del Departamento de Energía de Estados Unidos en el caso de las tecnologías de las baterías y los paneles solares, y por parte de la NASA en el caso de las tecnologías de misiles. Tecnologías que SpaceX está utilizando en sus acuerdos comerciales con la Estación Espacial Internacional. Esto no debería ser una sorpresa: el Estado estuvo detrás del desarrollo de muchas tecnologías clave que más adelante fueron integradas por el sector privado en innovaciones revolucionarias. Por supuesto, estas empresas están contribuyendo a empujar la frontera de la innovación al llevar más allá las tecnologías financiadas por el Estado y están contribuyendo de forma crucial a la transición hacia una economía más sostenible desde el punto de vista medioambiental. Pero todo lo que escuchamos en los medios de comunicación es el mito parcial del emprendedor solitario".
El propio Donald Trump, en su primera presidencia, escribió: "Cuando Elon Musk vino a la Casa Blanca pidiéndome ayuda en varios de sus muchos proyectos subsidiados, fueran carros eléctricos que no llegan muy lejos, autos sin conductores que chocan o cohetes que no van a ningún lado, con subsidios sin los cuales él no tendría valor, y diciéndome cuán fanático de Trump y republicano era, yo podría haberle dicho ‘arrodillate y suplica’, y lo hubiese hecho”. Lo puso en su cuenta de Twitter, que Musk le censuró. Luego se amigaron, Trump designó a Musk en su gabinete y le dio una motosierra y después el choque de egos descompuso nuevamente el vínculo pero no los alejó del proyecto que comparten: un mundo para los megamillonarios.
El ejemplo de Mamdani sobre las exenciones impositivas de Musk que se pueden usar para llevar adelante el programa económico por el que lo votaron no es exclusivo de Estados Unidos o Nueva York. Marcos Galperín, el argentino más rico pero con domicilio en Uruguay para eludir impuestos en su país, también es beneficiario de exenciones impositivas. Entre 2024 y lo que va de 2025 no pagó 114 millones de dólares de impuestos. Así consta en las presentaciones de Mercado Libre ante la SEC estadounidense. Es un beneficio legal, gracias a la ley de promoción de economía del conocimiento que le exime de impuestos y cargas sociales. Lo insólito es que la ley para promover nuevas empresas tecnológicas, no para incrementar la rentabilidad de la mayor empresa del país.
Esa es la más visible: Galperín tiene otras ventajas que no se mencionan. La más evidente es que opera como un banco pero sin todos los controles que tienen los bancos, lo que le evita desde las áreas de información financiera que requiere el Banco Central hasta el convenio colectivo de los trabajadores bancarios con salarios más altos que los que Galperín abona a sus trabajadores, pasando por que no está obligado a tener dinero inmobilizado por los encajes bancarios y lo soluciona con la letra chica de su plataforma que dice: "Mercado Pago ofrece servicios de pago y no está autorizado por el Banco Central a operar como entidad financiera. Los fondos acreditados en cuentas de pago no constituyen depósitos en una entidad financiera ni están garantizados conforme legislación aplicable a depósitos en entidades financieras". Compite como un banco pero sin las reglas que tienen que cumplir los bancos, otra forma de exención.
Si las exenciones de Musk en Nueva York alcanzan para las políticas que impulsa Mamdani, las de Galperín en Argentina también se podrían utilizar para muchas cosas. Entre ellas el conocimiento. El vicerrector de la Universidad General Sarmiento Germán Pinazo lo detectó enseguida: mientras el gobierno de Javier Milei recortaba el presupuesto universitario, el profesor Pinazo detalló que con los 100 millones que el Estado le regala a Galperín sobra para los gastos de funcionamiento de todo el sistema universitario. Guillermo Durán, decano de la Facultad de Exactas, lo comparó con el presupuesto del CONICET: las exenciones a Galperín duplican los fondos anuales del organismo científico.
Mientras Mamdani señalaba lo que nadie en la política argentina señala, que con las exenciones a los más ricos se puede mejorar la vida de millones, el presidente de Mercado Libre en Argentina Juan Martín Peralta reclamaba más beneficios. En este caso, ayuda del Estado frente a la competencia, con declaraciones como esta: “Estas empresas asiáticas vende productos de baja calidad, algunas venden algo de ropa donde Mercado Libre no es tan fuerte. Pero también creo que es importante que los países regulen de alguna manera (…) Cuando uno abre para que indiscriminadamente un chino o un asiático te manden un producto por barco (…) en realidad estás dando trabajo a las empresas chinas, no a los argentinos (…) Creo que es importante tener un buen marco regulatorio que sea igual para todos los que compitan y ahí las regulaciones son sumamente importantes”.
Casi que le cambia el nombre a la empresa por Mercado Libre de Competencia. Aunque tal vez sea la costumbre. El holding que lidera Galperín tuvo, entre otros beneficios, el monopolio del QR para pagos en comercios durante varios años, lo que generó una barrera de entrada para competidores. Y mientras tuitea contra la intervención estatal ahora pide el auxilio del Estado frente a Shein y Temu, sus competidores. No se le ocurre que lo que no funciona es el modelo económico de endeudamiento para tener dólar barato. Es simplemente el meme de “Se dio cuenta”.
Otra vez los paralelismos: en 2011, en una entrevista en Bloomberg, Musk se burló de los autos eléctricos chinos BYD. Dijo que eran feos y que no tenían potencia. Menos de una década después BYD superó a Tesla como el mayor vendedor de autos eléctricos del planeta y Musk fue a reclamarle al gobierno estadounidense que pusiera barreras comerciales y regulaciones para frenarle la competencia.
A Musk no le gustan los planteos de Mamdani. A Galperín tampoco. El magnate argento que usa tuiter como un troll libertario compartió varias publicaciones sobre el triunfo de Mamdani. Una es de Gad Saad, un profesor universitario, que escribió: “Una civilización se construye sobre un conjunto de valores internalizados. Numerosas civilizaciones han desarrollado visiones radicalmente diferentes sobre cómo organizar las sociedades, y estas han competido en un proceso similar a la selección darwiniana para establecer qué ética civilizatoria permite el máximo florecimiento. El excepcionalismo estadounidense es uno de esos sistemas y ha dado lugar a la sociedad más grandiosa que el mundo haya conocido. La empatía suicida la destruirá porque la tolerancia occidental es su talón de Aquiles. Recuerden mis palabras”. O sea, hay que impedir que los inmigrantes de otras religiones e ideologías tengan derechos políticos.
Galperín retruiteó también a William Wolfe, director ejecutivo del Centro para el Liderazgo Bautista con un pasado en el Departamento de Defensa de Estados Unidos pero ahora volcado a la difusión religiosa. Wolfe compartió un gráfico donde marca una reducción de la población blanca de Nueva York desde 1910, cuando era del 98%, al 2020, cuando fue del 32%. Y escribió: "Es sumamente importante entender que Mamdani en realidad no fue elegido alcalde de la histórica ciudad estadounidense que conocemos como “Nueva York”, porque esa ciudad ya no existe. Debido a la inmigración de reemplazo masiva intencional, la ciudad de Nueva York es ahora una metrópolis del tercer mundo que lleva la Gran Manzana como un traje de piel. Los estadounidenses no eligieron a Mamdani, lo hicieron los extranjeros. Y su elección no es el principio del fin para Nueva York, es una sentencia de muerte. Finalmente, es un recordatorio de que todo en este momento inevitablemente se reduce a la inmigración. Si no detenemos la migración masiva y aceleramos las deportaciones, la desnaturalización y la remigración, esto sucederá una y otra vez hasta que Estados Unidos no sea más que una conglomeración heterogénea de Bombays, Mogadiscios y Ciudades de México”.
