Familias de los asesinos de Fernando Báez Sosa: quiénes son y cómo están ahora

En el documental “50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa”, los padres de los rugbiers finalmente rompen el silencio. Entre culpas, desconcierto y un apellido marcado para siempre, revelan cómo viven hoy y qué sintieron al enterarse del crimen que paralizó al país.

13 de noviembre, 2025 | 18.44

El estreno del documental 50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa volvió a poner en el centro de la escena un caso que Argentina no puede olvidar. No sólo porque el asesinato de Fernando Báez Sosa conmovió transversalmente a la sociedad, sino porque durante años una parte clave permaneció en silencio: las familias de los jóvenes condenados.

Ahora, por primera vez, hablan. Lo hacen desde un lugar incómodo, inevitable, atravesado por la culpa y la pregunta imposible: ¿qué falló? En sus relatos, la tragedia no empieza ni termina en Villa Gesell. Se extiende hacia hogares que cargan con el peso de la exposición, la vergüenza pública y la necesidad de buscar alguna respuesta que no existe.

Javier Thomsen

El hombre recuerda con precisión quirúrgica el instante en que todo se quebró. Estaba en una reunión cuando sonó el teléfono: el padre de Matías Benicelli le avisó que “los chicos tuvieron una pelea y murió un chico”. Lo que llegó después fue un aluvión imparable: mensajes, rumores, titulares que lo pintaban como un “poderoso con contactos” y a Máximo como el “líder de una banda criminal”.

Javier desmiente todo: “Decían que yo pagaba jueces, que iba a sacarlos en un minuto”. Si bien niega cualquier red de influencia, admite otra cosa: la culpa. “Lo que más me pasó por la cabeza es qué no hice. Qué pude haber hecho más”, asegura. Recuerda a su hijo como “una luz”, un chico sociable y no especialmente estudioso, pero sí dedicado al deporte. Aún así reconoce que algunas conductas del grupo lo inquietaban.

Mauro Pertossi

El impacto también fue devastador para Mauro Pertossi, padre de Ciro y Luciano. Al enterarse del crimen, rompió en llanto. La contradicción lo atraviesa: él mismo jugó al rugby y creía que el deporte formaba mejores personas. Sin embargo, reconoce que su mundo se dio vuelta de un día para otro.

“Mis hijos no son asesinos”, repite. Siente bronca cuando recuerda cómo los señalaban en la calle. “Cuando te gritan ‘asesino’… Si tenés hijos, no podés gritarle eso a otro padre”, reclama. Como otros familiares, insiste en que no pertenecen a ningún sector de poder. “Somos trabajadores”, subraya, en una frase que busca desmarcarlo de los relatos mediáticos.

Los padres de los asesinos de Fernando Báez Sosa.

María Paula Cinalli

Entre los testimonios, uno de los más duros es el de María Paula Cinalli, madre de Blas. Se enteró del crimen por teléfono, al mediodía. “Era la primera vez que Blas se iba solo con amigos”, recuerda. Crio a su hijo sola y lo acompañó desde la tribuna cuando comenzó a jugar al rugby.

Durante el juicio se mantuvo en silencio absoluto: ni televisión, ni radio, ni entrevistas: “¿Qué iba a decir? Nada. Había un chico muerto”. Relata el shock del primer encuentro en la cárcel: candados, rejas, y un papelito que aún guarda. Blas le escribió: “Mami, no te hagas problema porque yo a ese chico no lo toqué”. Sobre el supuesto “pacto de silencio”, fue tajante: “¿Pacto de qué? ¿Con quién iba a hacer un pacto yo?”.