El fenómeno se repite cada año, pero parece haber alcanzado un nuevo pico este 2025. En parques, avenidas y veredas de Buenos Aires, una nube de pelusas flota en el aire, se acumula en los cordones y tapa desagües. Lo que muchos confunden con polvo o contaminación, en realidad es una fase natural del ciclo de los plátanos de sombra, una especie traída hace más de un siglo que hoy domina el arbolado porteño.
Su belleza y capacidad de dar sombra los convirtieron en aliados del urbanismo moderno, pero cada primavera despiertan un lado oscuro: alergias, rinitis y broncoespasmos que afectan a miles de vecinos. De acuerdo al último censo de arbolado urbano, realizado por el Gobierno de la Ciudad en 2018, hay más de 70.000 plátanos en Buenos Aires. Y ahora están todos floreciendo al mismo tiempo.
El origen de la pelusa: una semilla voladora con efecto colateral
El doctor Diego Fernández Romero, jefe de Alergia e Inmunología del Hospital Británico, explicó a Infobae que lo que se ve en el aire “es la infrutescencia del árbol: la típica bolita formada por semillas con un penacho de pelos que el viento desparrama”. Es decir, no es una simple pelusa, sino la semilla del plátano, diseñada por la naturaleza para volar. Cuando entra en contacto con las mucosas nasales o los ojos, genera irritación, picazón y estornudos, aunque no necesariamente alergia.
El verdadero problema llega con el polen, que el árbol libera entre septiembre y noviembre. Invisible y liviano, puede recorrer kilómetros flotando en el aire y es el responsable directo de las rinitis alérgicas. La doctora Patricia Portillo Mazal, del Hospital Italiano, detalló que el polen del plátano “tiene un gran poder alergénico y produce síntomas intensos como congestión nasal, lagrimeo y broncoespasmos”.
Un árbol porteño con historia: de Sarmiento a las alergias
El plátano llegó a Buenos Aires durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868–1874), cuando el impulso por “civilizar” la ciudad incluyó llenar las avenidas de árboles resistentes, que dieran sombra y soportaran la contaminación. El resultado fue una postal inconfundible: copas verdes, veredas frescas… y, con los años, otoños dorados y primaveras insoportables para los alérgicos.
Su estructura robusta y longeva lo convirtió en un emblema urbano, tanto como los jacarandás o los tilos. Pero la masiva presencia del plátano tiene un costo sanitario: cada primavera, hospitales y farmacias registran un aumento de consultas por rinitis, conjuntivitis y asma estacional, especialmente en días ventosos, cuando el polen se dispersa con más fuerza.
Alergia a los plátanos: cómo afecta y qué se puede hacer
Las manifestaciones más comunes incluyen estornudos repetidos, congestión, picazón de ojos y garganta, y en casos más severos, tos y dificultad respiratoria.
La doctora Stella Maris Cuevas, especialista en alergias, explicó que “el polen del plátano es tan liviano que puede viajar hasta 30 kilómetros, por eso incluso quienes no viven cerca de estos árboles sufren los síntomas”.
Los expertos recomiendan usar antihistamínicos de segunda generación, soluciones salinas nasales y corticoides tópicos bajo indicación médica. También sugieren mantener las ventanas cerradas, usar gafas y barbijos al aire libre, limpiar con trapos húmedos y evitar tender ropa en exteriores durante los días de máxima polinización.