Después de un largo viaje en la ruta, el chofer de un camión se dio cuenta que había viajado con él una anaconda. Otra persona que tiene su comercio en la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires compró una bolsa de papas y, cuando la abrió, se percató que adentro había una rana. Algo similar le ocurrió a otro comerciante que compró un cajón de banana. No es algo usual, por lo que quienes se encuentran con especies que no son domésticas quedan desconcertados, ante la duda de cómo actuar. Muchos de estos animales, que pueden ser reinsertados en su ambiente natural tras el cautiverio, es probable que terminen en el Serpentario Educativo de Tigre, fundado años atrás por un grupo de entusiastas, entre los que estuvo el actor Federico Amador. Allí, un equipo especializado los alimentará y les brindará los cuidados necesarios para que tengan la mejor vida posible.
"Esto es un centro de rescate de fauna. Trabajamos con muchos animales que han sido víctimas de tráfico ilegal, venta ilegal o incluso mascotismo irresponsable y criaderos", explicó a El Destape Gonzalo, encargado de cuidadores del predio ubicado dentro del centro comercial Docks del Puerto, frente al Puerto de Frutos. Allí hay reptiles, como serpientes, lagartos, tortugas y yacarés; artrópodos, como tarántulas, y anfibios, como escuerzos.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
La otra función del serpentario, además de la preservación de los animales, es la de "educar" a los visitantes sobre los peligros para la naturaleza del tráfico ilegal y el mascotismo. Por ejemplo, las serpientes son grandes controladoras de plagas. Cada quien cumple su función. "Son animales en exhibición, sin posibilidad de reinserción. Se ven acá en este lugar para poder educar a la gente en lo que es el proyecto de conservación", señaló Gonzalo, quien contó que los animales están en tránsito -aunque "permanente"- en el serpentario, ya que pertenecen a la Dirección de Flora y Fauna de la provincia de Buenos Aires. "Al no poder reinsertarse, van a vivir en cautiverio toda su vida, pero nosotros no decidimos qué hacer con ellos. Solo los cuidamos", amplió.
Todas las semanas, un equipo de veterinarios visita a los reptiles, anfibios y artrópodos que están en el Tigre, pero son los trabajadores del serpentario quienes están día a día los encargados de alimentarlos. Por citar un caso, las serpientes comen ratones que llegan desde un bioterio, un centro que los cría y los entrega ya sacrificados, después de un método indoloro. En el serpentario, los calientan en agua caliente en una olla y, por la anatomía de las serpientes, identifican rápidamente cuando se acerca la comida. "Cuando vengo con la olla con ratones, las serpientes se ponen todas como locas. Porque empiezan a percibir el aroma. Con la lengua ellas perciben las partículas del aire. El aroma está por el aire, ellas lo sienten y se ponen como locas. Es un estimulante", contó Gonzalo.
El origen del serpentario
El "big bang" del serpentario se remonta a casi una década atrás, cuando Federico Amador hizo unos documentales para mostrar la naturaleza argentina, con énfasis en la fauna. "Recorrimos el país y conocimos muchos lugares donde la gente se dedica a la conservación, centros de rescate, donde llegan animales víctimas del mascotismo irresponsable, del tráfico ilegal. Y lo que pasaba en todos, el denominador común, era que tenían un gran problema con los reptiles, que, después de las aves, son los animales más traficados", explicó Amador en diálogo con este portal, antes de aclarar que los reptiles tienen necesidades "muy particulares" para su bienestar: algunas especies necesitan calor todo el año, otras requieren de rayos de luz ultravioleta. "Estos lugares no daban abasto y no tenían estas determinadas condiciones", continuó.
En ese momento, el actor llegó a dos conclusiones: los centros de rescate necesitaban ayuda con los reptiles que, además, generaban los puntos de mayor rating en esos programas, dato que exponía el interés de la sociedad en ese clase de animales. "La serpiente cautiva al ser humano desde épocas muy antiguas. La serpiente siempre estuvo en la mitología, en los cuentos, en las leyendas. Hay como un amor-odio muy cautivante con la serpiente. Entonces, lo que se nos ocurrió fue, por un lado, dar una mano a la conservación y a las autoridades provinciales instalando un lugar donde podamos recibir estos animales traficados y, por otro lado, con la ayuda de la gente que viene a conocerlos e interiorizarse sobre estos animales, los mantenemos", describió.
"Lo primero que hicimos fue hablar con las autoridades provinciales. Todos estos animales son de fauna de la Provincia, pertenecen a la fauna de la Provincia, entonces hablamos con ellos, con organizaciones, y a todos les pareció una gran idea tener este lugar, un lugar educativo. Hay muchos animales exóticos que nacen en una pecera y es imposible que vuelvan a Asia, a la naturaleza, entonces les damos todas las condiciones para que tengan un bienestar animal. Y cuando vienen las escuelas y los niños los acercamos a la naturaleza, ese es un poco el espíritu", añadió.
Las especies: lo que hay que saber sobre el veneno de las serpientes
Durante todo el recorrido, el equipo del serpentario está presente para liberar las dudas de quienes van de visita, contándoles datos y curiosidades sobre la vida y la conservación de los animales. Hay dos grandes grupos: los exóticos, nombre con el que se llama a los que fueron traídos de otro país, mayormente del continente asiático, y los autóctonos, que algunas veces pueden ser liberados. Ese será el caso de un grupo de tortugas de agua que será liberado en el Delta en unas semanas, cuando estén dadas las condiciones climáticas para su supervivencia.
Antes de ver las serpientes, se pasa por un cuartito en el que hay tortugas terrestres. En este momento, hay 10 tortugas terrestres, lo que representa el límite por la capacidad y que hace que no puedan recibir más. Muchas presentan problemas en sus caparazones o enfermedades.
Luego, aparecen las serpientes, que llegan con la respectiva explicación de los trabajadores del serpentario. "Serpientes son todas y hay cuatro tipo de serpientes: pitones; boas, que son las constrictoras, sin veneno; después tenemos las culebras, que pueden ser constrictoras y pueden tener veneno de baja peligrosidad -salvo excepciones, como la Falsa Coral-, y el último grupo son las víboras, que son las venenosas de importancia médica, como las Yarará, la Cascabel, la Cobra", enumeró Gonzalo, quien remarcó que las serpientes "no son animales agresivos".
Hay decenas de serpientes, y de todos los grupos, en el centro de rescate de Tigre, uno de los pocos para reptiles de la provincia de Buenos Aires. Con un cartel que está sobre el vidrio, se especifica, por ejemplo, si el animal tienen veneno sin importancia médica: básicamente, son los animales que generan veneno para poder comer y, si muerden a una persona, es probable que el veneno genera un irritación, salvo que haya alguna cuestión de salud preexistente que cambie el panorama. Ese veneno que generan las ayuda a digerir a su presa.
Incluso en los casos de las serpientes venenosas, como puede ser la Yarará -descripta por un trabajador como la "serpiente argentina por excelencia"-, va a hacer múltiples avisos antes de atacar con el veneno. "Ella no quiere gastar veneno. Ahora, si voy y la agarro, me va a morder", informó Gonzalo. "Para ella también es un riesgo, porque te puede morder a vos y gasta veneno y después quizás tiene que defenderse de otro depredador. Principalmente es para comer", continuó y agregó: "Gastar ese veneno va a ser su último recurso. Su modo de defensa es enrollarse hacer ruidos también para avisarte. Si yo me encuentro una serpiente en nuestra naturaleza, lo ideal es que me escuche caminar para que ella se vaya para un lado y yo para el otro".
El mismo pasillo por el que se ven las serpientes lleva a la vista de los otros animales, como los lagartos, el dragón barbudo, las tarántulas, los anfibios y los dos yacarés, caimanes sudamericanos. "Los yacarés provienen de captura, son nativos, y los venden en la ruta cuando son crías. El problema es que después empiezan a crecer y la gente no los sabe alimentar, no los sabe cuidar, se vuelven agresivos, sufren malformaciones. No es legal tener un animal de esos", siguió y agregó: "La gente tiene que entender que los animales no son trofeos, no son para tener popularidad, para subir a Instagram. Son seres vivos que sienten, que tienen necesidades y que cumplen una función en el planeta".
El final del recorrido es la misma habitación en la que se comienza, pero con una última información para llevarse y algo nuevo para ver: están exhibidas, en una canasta, las pieles que fueron cambiando las serpientes en el último tiempo, que los visitantes pueden tocar. "La piel queda un 10% o 20% más chica de lo que queda el animal después de mudarla. O sea, el animal crece un 10% o 20%. Cambian la piel durante toda su vida, incluso cuando terminan su crecimiento", concluyó el especialista.