La historia del boxeo argentino está repleta de leyendas y noches mágicas. Horacio Accavallo, hijo de uno de los campeones del mundo salido de estos pagos, reconvierte los mitos y la nostalgia en remeras. Lo hace a través de su marca que lleva el apodo de su padre, Roquiño, con la que diseña y fabrica ropa que los fanáticos lucen cuando van a ver peleas, en los gimnasios o de paseo por la calle. Hay modelos para todos los gustos: de Oscar Ringo Bonavena se puede elegir una en la que el eje es su pertenencia a Parque Patricios, otra en la que el centro es su pelea con Muhammad Ali y una tercera con los brazos levantados en clave triunfal. El catálogo brinda la posibilidad de llevar en el pecho hazañas de Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez y Jorge Locomotora Castro, por sólo mencionar a algunas de las glorias del ring. Y de Horacio Accavallo, claro. Roquiño. Y su combate en Japón en 1966 en el que obtuvo el título mundial mosca.
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Las remeras de boxeo llamaron la atención también de gente del espectáculo. Durante el último mundial de fútbol, en plena euforia con la selección de Scaloni, Ciro, de Los Piojos, tocó en Qatar junto a Los Persas enfundado en una Roquiño en homenaje a Ringo Bonavena. Esteban Lamothe, Diego Peretti y Matías Martín se suman a la lista de los que se fotografiaron vestidos con la marca.
En el nombre del padre
“Orgulloso hijo de Horacio Accavallo”, es el lema con el que Horacito, como lo llamaba el padre, se presenta en el Instagram de la marca, que tiene más de 33 mil seguidores. Su deseo de homenajearlo lo impulsó en 2019 a lanzar la iniciativa de diseñar y fabricar remeras.
“En realidad, nunca estuve muy vinculado al boxeo. Mi viejo se retiró siendo campeón del mundo en 1968 y yo nací en 1975. Lo conocí ya dedicado a los negocios. No me llevaba al gimnasio. Estudié diseño gráfico y fui haciendo mi camino con el diseño de páginas web en 1999, cuando recién arrancaba el tema, para la industria del calzado”, explica a El Destape y agrega: “En 2015, cuando a mi papá se le desarrolla mucho el Alzheimer, es que, además de tener que hacerme cargo de la parte comercial, sentí la necesidad de investigar, de conocer su vida”.
El paso siguiente fue ponerse a trabajar en un libro sobre su padre para el 50 aniversario de la obtención del título mundial mosca de Horacio Accavallo. “Me empezaron a invitar a charlas, a homenajes y recién ahí me enamoré del boxeo, de su buena gente, de su lealtad”, se emociona.
Ahí toma una primera decisión. El local de Accavallo Deportes de la avenida Caseros en Parque Patricios, lo bautiza como "El Campeón" y pone en pie un museo con objetos de su padre.
Ya con libro y con comercio-museo es que da el paso de crear una marca de remeras. “Como vivo y tengo el negocio en Parque Patricios, empecé con Ringo Bonavena. Además, soy amigo de su hijo. Fueron un éxito así que ahí empecé a hacer las de homenaje a papá y seguí con distintos boxeadores. Por suerte, todo el mundo tiene buena onda. Hasta me pasó que familiares de Falucho Laciar se contactaran para pedirme si podía hacer modelos de él. Todo el mundo del boxeo se siente representado por lo que hacemos”, se enorgullece.
La historia de Roquiño
Horacito Accavallo siente orgullo por la pelea de su padre por salir de la miseria. “De pibe, a los 10 años, era botellero, iba con el carro a caballo junto a mi abuelo, que era municipal en Lanús, pero no le alcanzaba la plata. Eran del barrio de Villa Diamante. Al poco tiempo se largó solo”, relata.
La primera oportunidad le llegó cuando un circo se estableció en el barrio y fue a pedir trabajo. “Arrancó como ‘Che Pibe’, al tiempo ya aprendió de todo un poco, trapecio, payaso. Pero la pegada fue que invitaba a la gente que iba a ver el espectáculo a pelear. Tenía 1,50, 14 años y era zurdo. Los grandotes que se confiaban recibían una paliza de novela”, cuenta.
Cuando el circo se iba para Brasil se lo quisieron llevar. “Mi abuelo italiano Rocco, al que acá le pusieron Roque, no lo dejó irse. Cuando empezó a boxear le decían Roquiño, por eso, por ser hijo de Rocco”, detalla. Previo a ganarse el pan a las piñas, Accavallo quiso probar suerte en el fútbol. “En Villa Diamante era ídolo, se fue a probar a Racing, del que era fanático, pero lo rechazaron con el argumento de que era chiquito de físico”, añade.
El pasado de botellero, el circo, el intento de ser futbolista es lo que le permite concluir que “papá lo que buscaba era salir de la miseria y el boxeo fue un medio. Por eso, hizo sólo tres defensas del título del mundo exitosas y se retiró, porque ya había arrancado con los emprendimientos comerciales. Por supuesto, disfrutó ser campeón del mundo y del deporte, estaba orgulloso. Pero su pelea de fondo era por salir adelante. Creo que eso fue lo que hizo que pudiera abandonar el boxeo y seguir con otros proyectos”, afirma.
Sus primeros negocios fueron previos a consagrarse campeón del mundo y los abrió en su barrio, en Villa Diamante. “Recién después del título del mundo, tuvo su primer local en un centro comercial grande como Pompeya. Con el tiempo llegó a tener más de 25 locales de Accavallo Deportes y creó la marca Jaguar”, continúa.
Entre los comercios que manejó se incluyó una parrilla en Valentín Alsina. “Ahí fue que en los 90 el Mosca de 2 Minutos lo va a ver y le cuenta que van a sacar un tema sobre boxeo”. La alusión es al tema “Piñas van, piñas vienen”, donde Acavallo hace una arenga. “Yo, Horacio Accavallo, gracias por el homenaje a todos los boxeadores campeones del mundo. ¡No me bajés los brazos, pendejo. Vamos todavía!”.
Horacio Accavallo murió en 2022. En El Campeón de Parque Patricios, junto a las remeras de Roquiño, está el museo que armó su hijo. “El cinturón de campeón del mundo y la bata de Racing que usó en marzo del 66 cuando se consagró en Japón, las recuperé después de 20 años. Mi viejo se las había prestado a Lectoure para una muestra y nunca las fue a buscar. Después de una nota en que dije que la estaban buscando vino un muchacho a traer esas reliquias que estaban en un galpón del Luna Park”, destaca.
Una de las tantas historias de Roquiño, de un homenaje a un campeón, que viste la tradición del boxeo argentino.