Fue agregado obrero en la URSS con Perón, escapó y el stanilismo lo descubrió con un español en el baúl

Pedro Conde Magdaleno está detrás del libro “¿Por qué huyen en baúles los asilados españoles en la URSS?”, que cuenta también su historia. Fue desde delegado del gremio de los panaderos, hasta diplomático en la URSS y ayudante de disidentes. Pasó por la cárcel de Moscú y fue felicitado por Perón. 

02 de julio, 2025 | 00.05

Pedro Conde Magdaleno nació en 1913 en el partido bonaerense de General Madariaga. Los acontecimientos que marcaron su vida bien podrían ser el argumento de una película de acción sobre la guerra fría: marchó el 17 de octubre de 1945, se hizo peronista, llegó a delegado de su gremio y viajó como agregado obrero de Juan Domingo Perón a la URSS, donde vio ciertas imágenes que lo llevaron a traerse a un compañero español escondido adentro de un bául. Lo descubrieron y terminó en una prisión de Moscú.

A los 15 años, Pedro empezó a trabajar como panadero; el oficio heredado. La explotación que padecían los trabajadores de su gremio lo llevó a sentirse atraído por el socialismo, el comunismo y el anarquismo. Aunque, tras participar del 17 de octubre de 1945, se sintió atravesado por el peronismo. En 1947, Juan Domingo Perón lo designó para que se desempeñe en el flamante puesto de agregado obrero en la embajada argentina en la Unión Soviética. El sindicalista viajó con mucho entusiasmo pero sus impresiones cambiaron. A su vuelta escribió un libro que resume también en parte su paso por la URSS, tiitulado: “¿Por qué huyen en baúles los asilados españoles en la URSS?”.

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En abril de 1947, Pedro Conde Magdaleno le comunicó a su esposa, Alicia Masini, que Perón lo había designado como “agregado obrero” en la embajada de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El novedoso rol venía a darle la presencia al trabajador en el ambiente elitista de la diplomacia. Una molestia para los funcionarios de esa cartera, de hecho, con Pedro Cantoni (embajador en URSS) no tenían muy buena relación., El oriundo de Madariaga partió a la U.R.S.S. con toda su familia, con ansias de ver cómo era la dinámica del comunismo al servicio del trabajador, pero no sabía que iba a decepcionarse.

A pocos días de llegar al puerto de Odesa, el 23 de abril, Conde ya advirtió ciertos aspectos que no le dieron una buena impresión. Muchos ancianos, niños, mujeres mendigando que se le abalanzaban. Al principio, creyó que aquello era producto de la posguerra, pero la idea no le terminó de cerrar cuando al mismo tiempo veía otras personas ataviadas con tapados de pieles, pomposos vestidos, lujosos trajes o relojes costosos. Además, el llegó con la idea de un país en el que primaba la justicia social y lo que vio estaba muy alejado de ese preconcepto, en su opinión.

De hecho, más adelante, ratificó sus sospechas cuando vio que las fábricas trabajaban de noche (prohibido en ese entonces en Argentina), las mujeres hacían trabajos forzados, había diferenciaciones entre los escalafones en la comida de los trabajadores, los salarios eran irrisorios, los alquileres – en relación a los ingresos- eran inalcanzables y hasta los jubilados debían trabajar porque no les alcanzaba el dinero. El contexto, general, además era de mucha pobreza, marginalidad y violencia juvenil, según él cuenta. 

Hijo y nieto frente a la experiencia soviética

Pedro Conde, uno de los hijos del agregado obrero, hoy tiene 86 años y como costumbre que aun persiste en la familia aplicada a todo primogénito lleva el mismo nombre que su padre. Este músico charló con El Destape y recordó aquellos días de viaje hacia la U.R.S.S. en los que era muy chico. 

Viajamos en el buque carguero barco Andrea Gritti, que como tal no llevaba pasajeros, más que a nosotros. Yo tenía 9 años: mi otro hermano, 8 y el más chico, 6. El viaje fue muy largo, encima después hicimos trasbordo con otro que no recuerdo su nombre. Típico de niños, nos llamaron mucho la atención los peces voladores, que nunca habíamos visto. Nos la pasábamos jugando todo el tiempo. También me viene a la cabeza cuando entramos por el Mar Muerto y cuando llegamos a Odesa, (pernocte mediante) luego fuimos por tierra hasta Moscú”, rememora el hijo de mayor de los Conde. 

Y continuó: “Pese a ser chicos, otra cosa que nos sorprendió fue que era que la primera vez que veíamos a mujeres haciendo trabajos de hombres. Y a mi papá más todavía, que hacía comentarios al respecto, pese a que a nosotros nunca nos trató de traspasar su pasión por la política, de hecho, yo y todos mis hermanos nos hicimos músicos ”. 

“Y una vez allá en el Gran Hotel Moscú nos compró una bicicleta de piñón fijo que usábamos en los pasillos del alojamiento. La gente quería salir de las habitaciones y decían: ‘Cuidado, ahí vienen los Conde’. Y después otro gran entretenimiento era el trineo; nunca habíamos visto nieve,  y menos uno de esos transportes, imaginate”, evoca con una sonrisa, Pedro Conde (h). 

“A mi abuelo, lo conocí hasta los 4 años: cuando falleció. Quiero tener algún recuerdo, pero no lo logro. Sin embargo, es una presencia en todas nuestras vidas: Fue el padre de mis tíos, de mi viejo, su historia política estuvo siempre presente y, sobre todo, el esposo de mi abuela que fue la que me crió. Y ella también fue la que pasó en limpio su vivencia soviética y escribió el diario de esos días que es fundamental para el libro”, le cuenta a El Destape Pedro Conde, nieto del protagonista de esta historia.

Y el músico, compositor y letrista, continuó: “Mi padre me contó muchas cosas de ese viaje. Por ejemplo, la ida a la U.R.S.S. se produjo en barco y él que junto a mis dos tíos, que eran muy chiquitos, y se aburrían de ver agua por todos lados. El frío que pasaron y esa habitación chiquita que les dieron al llegar con mi abuela y sus hermanos al hotel London. También me relató que los detienen en la frontera de Finlandia para revisarles unas valijas con la familia. Y sobre el episodio de el baúl me dijo que a mi abuelo no lo llevaron a Siberia como a los asilados españoles ya que el era diplomático, estuvo unos días encerrado en Moscó. Luego lo enviaron a Argentina con el pedido a Juan Domingo Perón de que sea castigado, pero eso no sucedió. Al contrario, el ex presidente vio en mi abuelo a un valiente. De hecho, el General le dio una medalla otorgada a muy pocos: la medalla del peronismo, de la lealtad”. 

Dos compañeros que volvieron de la muerte

La ironía del destino quiso que Pedro Conde, quien se había ofrecido voluntariamente para luchar contra Franco en la Guerra Civil española, se encontrara con dos asilados españoles republicanos en la U.R.S.S. que se querían escapar del stanilismo. De hecho, Pedro Cepeda Sánchez viajó de muy chico a las tierras soviéticas, mientras que José Tuñón Albertos ya era un avezado aviador para ese entonces. Ambos fueron traductores del agregado obrero de Perón. Al principio, no tuvieron una relación fluida, pero de a poco fueron tomando confianza y los ibéricos le confesaron que querían huir.

Así fue que a Pedro Conde se le ocurrió esconderlos en baúles diplomáticos y traerlos en avión para Argentina. Su principal apuesta se basó en el diseño de los habitáculos: bien amplios, con el espacio necesario para que los refugiados se pudieran mover, giren, se sienten y no se ahoguen. Aunque todo falló en ambos casos. 

Cepeda ni siquiera pudo subir al avión, porque Sigifredo Antonio Bazán -el otro diplomático que lo llevaba- no tenía los rublos suficientes para pagar por el equipaje y no le querían cambiar los dólares que llevaba consigo. Aquella situación es descripta en el capítulo del libro Por qué huyen en baúles… dedicado al diario de su esposa: en ese texto, el español le explica a Alicia Masini que desconfía de Bazán y se muestra totalmente desahuciado. Incluso, pese a viajar en un baúl más chico, le cuenta a la esposa del sindicalista que el tiempo que estuvo adentro se sintió bien. Y promete que de todas formas se irá, Alicia en el libro cuenta que después no lo vio más: lo detuvieron.

El caso de Tuñón, en tanto, que ingresó como equipaje el sindicalista argentino, fue un poco más complicado. Si bien pasó los controles y despegó con destino final hacia el Río de la Plata, en el medio del vuelo casi se asfixia porque quedó cabeza para abajo en el baúl. De hecho, se empezaron a oir golpes de la zona de la bodega, uno de los tripulantes lo advirtió desde la cabina y envió a una azafata para saber qué sucedía y al abrir la caja de donde provenía el sonido se encontró con el asilado español a punto de morir ahogado. 

Los dos españoles, a diferencia de Pedro Conde, fueron arrestados y llevados a Siberia. El argentino nunca más los vio y se murió creyendo que el Stalin los había matado, aunque lo cierto es que fallecieron mucho tiempo después. A ambos los condenaron a 25 años de trabajos forzados en los temibles campos del Gulag en Intá y Karagandá (actual Kazajistán).

Cepeda, que llegó escapándose de la Guerra Civil española a los 15 años, tras la muerte de Stalin, pasó más de dos años en prisión antes de ser liberado. Vivió en Karagandá y a los 36 años se casó con Svietlana Étkina, una violinista con quien tuvo dos hijos. A pesar de sus esfuerzos, no logró abandonar la U.R.S.S. hasta que, en 1966, obtuvo la visa y el permiso para poder regresar a España. Murió el 8 de enero de 1984 a los 62 años. 

Mientras que José Tuñón había llegado a la U.R.S.S. en 1938 para los cursos de recapacitación de la escuela de pilotos. Nueve años más tarde, en agosto de 1947, empezó a trabajar en calidad de intérprete del agregado de la embajada argentina. 

Luego del episodio del baúl, fue detenido y permaneció en esa condición durante siete años junto a Cepeda. Por buen comportamiento, en agosto de 1955, la comisión central de revisión de las causas admitió sus peticiones y rebajó la medida de castigo hasta un plazo ya cumplido, por lo que fueron liberados. Tuñón regresó a España, más adelante se afincó en México ya que allí tenía familia, país donde murió. 

“Uno de ellos era nuestro maestro de música, no recuerdo quién de los dos ahora. Creo que fue Cepeda. Me enseñaba a mi, sobre todo porque yo tocaba el piano y papá me pudo llegar a comprar un acordeón (a piano). Entonces tocábamos junto con mis hermanos, que uno ejecutaba el violín y otro la guitarra, en las reuniones de los chicos de la embajada”, recuerda Pedro Conde (h).

Con todo, Pedro Conde regresó a la Argentina a los pocos días de estar detenido. Desde la U.R.S.S., le pidieron a las autoridades argentinas que lo sancionen, pero nunca sucedió: por el contrario, al poco tiempo, Perón le asignó el mismo rol en la embajada argentina en Perú. E incluso, si bien no está comprobado fidedignamente, hay quienes aseguran que reconoció el acto de valentía de Conde. El agregado obrero, en tanto, nunca supo que los españoles sobrevivieron a aquella travesía y se murió con esa idea. 

Un muerto embalsamado hecho cenizas, el regreso a Buenos Aires y la difamación de sus compatriotas comunistas 

Pedro Conde fue demorado unas horas en Moscú, esos casi dos días fueron interminables para su esposa que -en principio- volvería en otro viaje con sus hijos y en ese interín se enteró por otro diplomático que su marido había sido descubierto. No obstante, el 5 de enero, el agregado obrero apareció para la tranquilidad de su familia, aunque permanecieron encerrados en el hotel. Mientras tanto, solicitaron las visas correspondientes, pero su entrega se dilataba más de la cuenta. 

De hecho, Masini cuenta en su diario -que está publicado en el libro de Conde- que lo habitual era que la documentación para regresar se entregara en dos días, pero pasaron más de dos semanas. Recién el 19 de enero de 1948  emprenden su regreso que tampoco estuvo falto de sobresaltos y tensiones. “A las 22.30 horas salimos de Moscú, en tren, rumbo a Leningrado. Llevamos con nosotros la urna funeraria conteniendo las cenizas del desdichado Farina (otro diplomático fallecido en U.R.S.S. por enfermedad) que nos fue confiada para trasladarla a Buenos Aires”. 

En rigor, el cuerpo del diplomático estaba embalsamado, pero las autoridades soviéticas los obligaron a que lo incineren. “Tuvimos que cometer el sacrilegio de incinerarlo porque los rusos exigían que fuera retirado inmediatamente y en la Embajada nadie podía tenerlo por falta de espacio”, explica la esposa de Pedro Conde en el libro. 

Durante el regreso, a Pedro le exigieron que abriera sus valijas. El agregado obrero de Perón se negó, pero los soldados rusos le dijeron que entonces no podía continuar el viaje. Su esposa le rogaba que lo permitiera y el le respondió que allí tenía los documentos que eran la prueba fidedigna de las irregularidades que se encontró en la U.R.S.S.. Ante otro embate de los soviéticos, Alicia Mazini convenció a su marido con la condición de que ella en algún descuido sacara solamente esos documentos y los guardara en otro lugar. La urna con las cenizas de Farima fue destruida porque querían saber que había adentro de la urna.

Finalmente, después de tantos nervios, continuaron viaje y llegaron a las tierras finlandesas de Helsinski el 22 de enero. Luego, el periplo finalizó en Buenos Aires. A su regreso, Conde sufrió de las críticas y las difamaciones de parte del sector comunista del sindicato que representaba. De hecho, en su libro se refiere a esa situación y se manifiesta preocupado por la actitud mezquina de que a sus detractores ni siquiera les importarba el gremio, ni la integridad de los trabajadores. Incluso hubo medios que lo señalaban como un espía de EE.UU..

“Mis conferencias y artículos publicados en Clarín de Buenos Aires, El Día de Montevideo y en otros países, motivaron que el órgano de nuestro Partido Comunista , Orientación, publicara la ´caja de sorpresa adjunta’”, escribió Conde en su libro, debajo de una imagen que el mostraba como un muñeco que salía con un resorte desde un habitáculo, llevaba un bolsa de dinero en una mano y con un megáfono decía: “¡Lo que yo vi en Rusia! (Made in USA) Bla,bla,bla”. 

Nueva agregaduría obrera y un libro bajo el brazo

Luego del episodio de película que Pedro Conde vivió en la URSS decidió volcar su esperiencia en un libro intitulado ¿Por qué huyen en baúles Los asilados españoles en la U.R.R.S.? El material cuenta en primera persona y acompañado con documentos, gráficos e imágenes, la desazón y la travesía que experimentó en tierras soviéticas. Asimismo, cuenta con un diario muy preciso de su esposa, quien -según el nieto de ambos- lo ayudó también a escribir el texto general. 

En 1951, el material se imprimió a través de los Talleres Gráficos de la Dirección General de Instituto Penales de la Nación. De hecho, su nieto Pedro Conde detalla que el trabajo lo realizaron en la Peninteciaria Nacional ubicada en lo que en la actualidad es el Parque Las Heras. Su obra vendió muy pocos ejemplares y en la actualidad solo se la puede encontrar a través del portal más famoso de comercio electrónico. 

Aunque no solo la publicación de su denuncia dejó en claro que Perón, lejos estuvo de castigarlo como pretendían desde la URSS, además, le volvió a asignar el mismo rol en la embajada argentina en Perú. Allí, con otro hijo más en la familia, permaneció hasta el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, cuando Pedro Conde dejó de manifiesto su enojo y disconformidad. “En Perú, cuando derrocan a Perón, cae mi abuelo, entonces se trepa a la estatua de San Martín que había allí y le pone un crespón negro”, afirma su nieto ante El Destape

Luego continuaron sus días en el barrio bonaerense de Francisco Álvarez, ubicado entre Moreno y General Rodríguez, como una forma de alejarse de la persecusión al peronismo. En el conurbano, fundó una línea de colectivos que conducía junto a sus hermanos. Fueron tiempos austeros, de hecho, tanto su hijo como su nieto recuerdan que la familia allí conoció las empanadas de cardos. 

En las tierras del actual conurbano militó para que el electorado votara como presidente a Arturo Frondizi cuando el peronismo estaba proscripto. De aquella etapa se arrepintió hasta su muerte, como muchos otros compañeros que luego confirmaron que las políticas del radical poco tenían que ver con las de su líder. Se hizo querer entre sus vecinos y poco antes de morir, a los 51 años, fundó una sociedad de fomento. 

Kapuska, la obra de teatro que visibiliza al héroe olvidado

Kapusta en ruso significa “repollo”, en su libro Pedro Conde menciona a la verdura porque precisa que entre el pepino, la papa y el pan negro son parte de “la dieta cotidiana del pueblo trabajador”. De hecho, en la parte superior de la página 53 de Por qué huyen..., aparece el nombre de la col y debajo una foto con una campesina que tiene uno de esos alimentos en sus manos. 

¡Kapuska, un peronista suelto en Moscú!, a su vez, es un obra de teatro que se presenta en el teatro El Victorial y El Vitral, viernes y sábados respectivamente, que con mucho humor relata las peripecias de Pedro Conde. La dramaturgia es de Florencia Aroldi y Max Delupi y cuenta con el protagónica de Carlos Belloso, José Luis Arias, Beto Bernuez, Eduardo Marcos y Alejandra Oteiza.

“Fui a verla y la verdad que yo estoy flasheado. Me pareció increíble que la adaptación abarcara las partes más difíciles de explicar del libro, abarca varias etapas de su vida y lo hicieron muy bien. La alusión a La Pasionaria (Dolores Ibárruri, presidenta el partido comunista español en tiempos de Franco) que es quien quiere rescastar a los niños españoles y termina confinándoles a un régimen temible me pareció genial. Muy bien contada y muy graciosa también. Además, visibiliza la lucha de mi abuelo que se jugó la vida y pocos lo saben”, opina Pedro Conde nieto. 

El creador de Los Melli y actor en Tumberos, Campeones de la vida, La Odisea de los giles, entre otras decenas de puestas de cine, TV y teatro, también es el director general de la obra. “La historia me la acerca Max Delupi que me cuenta que le encantaría llevarla al teatro, donde el público vaya para conocerla. Entonces me sentí como atraído por esas ganas que tenía Max, acepté y le dije que tenía que hacerle algunas correciones y fui por el lado del humor porque también me gusta entretener: creo que el humor abre posiblidades pedagógicas como en este caso. Y después me fui metiendo en el personaje y me enamoré. Es un idealista, que se piensa que se va a encontrar con algo soñado y se encuentra con el stanilismo sanguinario”, le cuenta Carlos Belloso a El Destape

Y el actor agregó: “Yo lo tomo como un núcleo histórico muy potente. Pensá que todavía no existía la KGB, era el comienzo de la Guerra fría, había un discurso que proponía la separación de la U.R.S.S. de occidente, entonces también me imaginé como una historia de espías. Y también quise transmitir, en estos tiempos donde todo está tan atomizado, que sirve unirse para derrotar a un gobierno que no cumple con su palabra y enfrentarlo desde el campo nacional y popular, desde las ideologías que sean”, concluye el artista.

Si bien su nieto le cuenta a El Destape que hubo -y aún siguen habiendo- propuestas para realizar un documental sobre la patriada de Pedro Conde Magdaleno, lo cierto es que es una historia invisibilizada. De hecho, ante la pregunta de El Destape sobre si su abuelo recibe homenajes de su gremio, el de los panaderos, su respuesta fue negativa. Por ahora, solo existe un hotel en Mar de Ajó: Hotel Panaderos Capital: “Pedro Conde Magdaleno”.