La historia de Ricardo Barreda genera debate cada vez que su nombre vuelve a la agenda. El odontólogo, que asesinó a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra en su casa de La Plata en noviembre de 1992, salió definitivamente en libertad cuando la Justicia consideró extinguida su condena a reclusión perpetua.
La medida fue firmada por el juez Raúl Dalto, quien en su fallo detalló que ya había accedido a la libertad condicional en 2011, aunque esta fue revocada en 2014 por el riesgo que implicaba su convivencia con su última pareja, Berta “Pochi” André. Luego de nuevos vaivenes judiciales, el odontólogo se instaló en Tigre a fines de 2015. Desde entonces, y con el nuevo fallo, ya no debía rendir cuentas a la Justicia.
La decisión judicial que lo liberó
De acuerdo con el fallo, Dalto resolvió que la sentencia contra Barreda había adquirido firmeza en 2007 y que, cumplidos los plazos y condiciones, la pena estaba extinguida. De esta manera, el hombre que había sido símbolo de la violencia patriarcal más extrema recuperó el estatus de “ciudadano libre”.
El fallo recordó también las condiciones de la libertad condicional otorgada en 2011: fijar domicilio, continuar con tratamiento psiquiátrico, someterse al Patronato de Liberados y no cometer nuevos delitos. Sin embargo, todo eso quedó en el pasado: con más de 80 años, la Justicia ya no le exigía rendir cuentas.
De Belgrano a Tigre: los años fuera de la cárcel
En 2011, Barreda salió del penal y convivió en una casa del barrio porteño Belgrano con André. La relación se quebró en 2014 después de denuncias de violencia verbal y psicológica, lo que llevó a revocar su beneficio y devolverlo a la cárcel. No obstante, a fines de 2015, un amigo le alquiló una casa en Tigre, donde vivió hasta sus últimos días.
El contraste con otros casos resonó en los medios, que subrayaron el simbolismo de ver en libertad a un hombre que había confesado que volvería a matar en “las mismas circunstancias”.
El crimen que marcó una época
El 15 de noviembre de 1992, Barreda ejecutó con una escopeta a su esposa Gladys McDonald (57), a su suegra Elena Arreche (86) y a sus hijas Cecilia (26) y Adriana (24). La masacre conmovió a La Plata y al país entero, convirtiéndose en uno de los casos policiales más recordados de la historia argentina.