Más de tres décadas después de una de las masacres que estremeció a la Argentina, las obras de recuperación empezaron en abril en la emblemática casona de La Plata, provincia de Buenos Aires. Allí, el 15 de noviembre de 1992, Ricardo Barreda ejecutó a su familia con una escopeta. Desde entonces, el inmueble estuvo abandonado, cubierto de pintadas de repudio y convertido en un ícono del terror.
Hoy, en un giro histórico, la Provincia y el Municipio avanzan en transformar esa casa fantasma en un espacio de memoria y reparación. Un mural con los rostros de las víctimas ya decora la fachada: la primera señal de un nuevo capítulo que busca resignificar el sitio.
El día que Barreda hizo historia negra en La Plata
El “caso Barreda” es uno de los episodios criminales más impactantes del país. El odontólogo asesinó a su esposa, Gladys McDonald; a su suegra, Elena Arreche; y a sus dos hijas, Cecilia y Adriana. Después de los crímenes, intentó encubrirlos con un falso robo. Sin embargo, la investigación lo desenmascaró y fue condenado a prisión perpetua en 1995.
La sociedad argentina, en los '90, todavía no contaba con la figura penal de femicidio, pero el crimen de Barreda puso sobre la mesa la violencia extrema contra las mujeres en un tiempo en que ese debate estaba lejos de ocupar la centralidad que hoy tiene.
La casa del horror: abandono, litigios y proyecto de memoria
Durante casi tres décadas, la casona -ubicada en calle 48 entre 11 y 12- permaneció tapiada, cubierta de graffitis y en estado de ruina. El paso del tiempo y los litigios judiciales trabaron su destino: la Provincia tomó posesión del inmueble recién en 2021, después de la expropiación votada en la Legislatura bonaerense.
Ahora, el Ministerio de las Mujeres impulsa un proyecto que combina prevención de la violencia de género con memoria colectiva. “La memoria como política reparatoria es fundamental”, dijo Estela Díaz, titular de la cartera bonaerense.
Vecinos y organizaciones feministas insisten en que el inmueble no debe ser destruido, sino resignificado. Convertir la casa de Barreda en un espacio de memoria es un intento de transformar el símbolo del horror en una herramienta contra la violencia machista.
Mientras la fachada blanca y el mural comienzan a borrar décadas de abandono, la historia de Gladys, Elena, Cecilia y Adriana vuelve al centro de la escena: no como víctimas invisibilizadas, sino como banderas de una lucha que hoy sigue más vigente que nunca.