El Brainrot, que se traduce como "cerebro podrido", hace referencia al consumo excesivo y repetitivo de contenidos digitales absurdos, virales, acelerados y con poca coherencia lógica, como los videos del tipo “Tralalero, tralalá”.
Este estilo de contenido está diseñado para captar toda la atención de forma instantánea y mantener al cerebro en un estado de estimulación constante, pero superficial. De hecho, el psicólogo Alexis Alderete explica que “este fenómeno termina afectando la atención, la capacidad de concentración y además la capacidad de regular las emociones de niños y adolescentes". Y agrega: "Lo que se observa luego de pasar tiempo con este tipo de contenido es que no desarrollan habilidades sociales, se les dificulta tener una conversación por el malestar que les produce, leer o realizar una actividad sin distraerse".
Al mismo tiempo, el especialista indica que “también pueden experimentar irritabilidad, impulsividad, ansiedad, desmotivación escolar o incluso aislamiento emocional”. A largo plazo, este tipo de consumo va modificando el cerebro hacia la inmediatez, la búsqueda constante de placer lo que libera dopamina y genera incapacidad para tolerar el aburrimiento o el silencio. El no estar haciendo algo permitirse aburrirse permite el desarrollo de la creatividad, además de no estar conectado con el placer y el aceleramiento de la mente permite que se regulen las emociones.
Un contenido que se vuelve adictivo
Este tipo de contenido se vuelve adictivo, especialmente en los cerebros de los niños y adolescentes que se encuentran en desarrollo. “Cada vez que un chico ve un video que le genera alegría, sorpresa y lo termina compartiendo con sus amigos, su cerebro libera dopamina, el neurotransmisor del placer. Al tratarse de estímulos cortos y constantes, el sistema de recompensa se ve hiperactivado, generando una necesidad continua de más contenido para mantener ese nivel de estimulación” indica el psicólogo Alderete.
Como resultado se va desarrollando una adicción conductual, donde la persona trata de obtener la misma satisfacción que obtuvo en la primera visualización, lo que lo lleva a consumir durante varias horas este tipo de contenidos. Este mecanismo de gratificación instantánea funciona de forma muy similar al de las adicciones: hay tolerancia (necesito más), hay abstinencia (me siento mal si no lo tengo) y hay pérdida de control (sé que me hace mal, pero no puedo parar).
Hoy en días las redes sociales se diseñan para que cada usuario no decida de manera voluntaria qué es lo que quiere mirar: el propio algoritmo va analizando cada visualización, like y diseña un perfil para cada persona, donde se vuelve un consumidor pasivo.
Prevenir y evitar este fenómeno
- Enseñar a los hijos con hábitos saludables que van a incorporar para su propia vida. Algunas estrategias clave son:
- Involucrarse en la vida de sus hijos y conversar sobre lo que consumen: Entender qué ven, qué les genera gracia, qué los atrapa.
- Generar tiempo y espacios en el día que no estén atravesadas por pantallas: Recomendar no utilizar el celular antes de dormir, debido a que interfiere en la conciliación del sueño.
- Dar el ejemplo como adultos en los hábitos que van a tener: Como padres se debe inculcar con el ejemplo, debido a que los hijos observan nuestro comportamiento, más que lo que le decimos como con palabras.
- Buscar ayuda de un psicólogo: Cuando aparecen cambios en la impulsividad de las emociones, bajo rendimiento escolar es importante comenzar un proceso terapéutico para mejorar las conductas.
“Los adultos que no se involucran en las actividades que realizan sus hijos suelen minimizar el brainrot diciendo, “son cosas de chicos” o “yo también miraba pavadas cuando era chico”. Sin embargo, hay que comprender que el contexto actual y la tecnología que utilizan no es la misma con la que los padres crecieron: ahora hay una exposición masiva, constante, sin freno y con algoritmos que manipulan la atención” indica Alexis Alderete . Y concluye que “lo que antes duraba una hora en televisión, hoy puede durar 6 horas en TikTok, sin que el chico se levante del sillón. Los padres deben entender que minimizar a lo que están expuestos los chicos, que en un principio puede convertirse en una adicción, el problema no está tanto en lo que consumen sino la relación que tienen con él, donde lo que comienza como un juego termina afectando la calidad de vida de sus hijos, teniendo consecuencias a largo plazo”.
Fuente consultada: @holapsicologo