Con una multitud de más de 50 mil fieles reunidos en la Plaza San Pedro, se confirmó este miércoles la elección del nuevo Papa: el cardenal estadounidense de nacionalidad peruana Robert Prevost, de 69 años, quien adoptará el nombre de León XIV. El anuncio fue hecho por el cardenal Dominique Mamberti desde el tradicional balcón del Vaticano, en un clima de emoción que reflejó el impacto global del pontificado de Francisco, recientemente fallecido. La plaza, repleta de jóvenes y banderas de todo el mundo, mostró una notable presencia latinoamericana.
La elección de León XIV se conoció tras dos jornadas de cónclave marcadas por el hermetismo y la expectativa. Fueron necesarias dos votaciones fallidas, que concluyeron en fumata negra, antes de que este miércoles finalmente el humo blanco anunciara al Papa número 267 de la historia de la Iglesia Católica. La emoción desbordó Roma y múltiples rincones del mundo católico, luego de que concluyeran las ceremonias fúnebres del Papa Francisco, quien dejó una huella profunda en el clero y en la sociedad global.
León XIV no era uno de los favoritos entre los analistas, pero sí una figura de peso entre los círculos cercanos al ex pontífice argentino. Su perfil conjuga una formación doctrinal sólida, una fuerte experiencia pastoral en América Latina y un estilo conciliador. Originario de Estados Unidos, Robert Prevost desarrolló buena parte de su misión en Perú, donde se nacionalizó en 2015 tras casi 20 años como misionero en el norte del país andino, en tiempos de violencia política y crisis social.
Cardenal Prevost, una larga trayectoria al servicio de la Iglesia
Prevost fue obispo, formador y luego presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Entre 2018 y 2023 enfrentó uno de los momentos más complejos de la Iglesia peruana al intervenir en el caso del Sodalicio de la Vida Cristiana, una comunidad cuestionada por múltiples denuncias de abusos y finalmente disuelta por orden de Francisco. Esa experiencia reforzó su perfil como gestor de crisis y defensor de las víctimas, dos cualidades valoradas por el Colegio Cardenalicio.
Antes de su elección, León XIV ejercía como prefecto del Dicasterio para los Obispos, desde donde supervisaba la selección de obispos en todo el mundo. Esta posición lo ubicó en el centro de uno de los debates clave en la Iglesia actual: cómo equilibrar el poder central del Vaticano con la autonomía de las iglesias locales, una tensión que Francisco intentó atenuar a través de la sinodalidad. Su rol también lo consolidó como una figura de diálogo entre posturas teológicas y geográficas muy diversas.
En su primer discurso, León XIV agradeció a Francisco por su legado y llamó a mantener viva “la Iglesia del encuentro y la misericordia”. Algunos observadores ya lo definen como una “síntesis geopolítica”, que puede servir de puente entre un norte cada vez más secularizado —como su país de nacimiento, donde solo el 23% se declara católico— y un sur donde la fe sigue movilizando masas. El nuevo Papa enfrenta ahora el desafío de continuar el camino iniciado por su predecesor, sin perder de vista las tensiones internas que persisten en el seno de la Iglesia. ¿Será León XIV el líder que logre mantener esa unidad en la diversidad? El mundo católico lo observa con esperanza.