El moho es uno de los visitantes más molestos que aparecen en nuestras casas, ya que muchas meses es incontrolable y difícil de manejar. Sobre todo en la cortina del baño. Sin embargo, hay pequeñas acciones que se pueden realizar día a día para evitar esta situación.
Después de una ducha, algo tan simple como cómo se deja la cortina del baño puede ser decisivo para evitar la aparición de moho. Especialistas consultados por The Washington Post coinciden en que lo ideal es estirarla por completo, dejando unos 15 centímetros libres en cada extremo. Ese pequeño detalle permite que el aire circule mejor entre la zona de la ducha y el resto del baño, acelerando el secado y reduciendo la humedad que favorece el crecimiento de hongos.
Los expertos remarcan que, además de acomodar correctamente la cortina, es fundamental ventilar el ambiente y eliminar el exceso de agua de las superficies lo antes posible. La humedad persistente convierte el baño en un escenario perfecto para el moho, un problema que puede afectar tanto la salud como la estructura del hogar.
Karen Dannemiller, profesora asociada de ingeniería civil, ambiental y geodésica de la Universidad de Ohio, lo resume así: “Los inconvenientes empiezan cuando el moho crece al punto de poder verlo u olerlo dentro de la casa”. La acumulación de agua en la cortina, sobre todo si queda arrugada, amontonada o completamente cerrada, mantiene las condiciones ideales para que se desarrollen hongos.
En la misma línea, William Nazaroff, profesor emérito de ingeniería civil y ambiental de la Universidad de California en Berkeley, advierte: “Si la cortina se arruga después de la ducha, permanecerá húmeda el tiempo suficiente para generar riesgo de moho, incluso si el resto del baño ya se secó”.
Qué pasa si estoy en contacto con el moho
Respirar esporas de moho de manera continua puede provocar distintos malestares. En personas sensibles puede generar alergias, irritación de ojos y garganta, tos persistente y problemas respiratorios. En casos más severos, especialmente en personas con asma, bebés, adultos mayores o quienes tienen el sistema inmunológico comprometido, la exposición prolongada puede desencadenar crisis asmáticas, infecciones respiratorias o inflamación crónica de las vías aéreas. Además, el moho libera compuestos que deterioran la calidad del aire interior, afectando el bienestar general y el sueño.
