Son de las más desconocidas del mundo: así son las islas Aurora, pisadas por primera vez por un argentino

El hombre que viajó pisó por primera vez las inhóspitas islas, es de nacionalidad argentina y se volvió un hecho histórico en la ciencia.

25 de septiembre, 2025 | 16.35

Al sur del océano Atlántico, a más de 1000 kilómetros de Tierra del Fuego y prácticamente aisladas, se encuentran las desconocidas Islas Aurora. En medio de un mar frío y agitado, un conjunto de rocas, seis denominadas “Cormorán” y otra conocida como “roca Negra”, que apenas cubren 0,2 km² emergen como reliquias geográficas casi olvidadas. Y fue un argentino quien rompió ese anonimato: Mario Giovinetto.

Nacido en La Plata en 1933, Giovinetto se dedicó desde muy joven a estudiar regiones polares. En 1952 comenzó a involucrarse en investigaciones sobre glaciares, clima y geografía extrema. Durante su servicio militar en el Instituto Antártico Argentino en 1954, embarcado en el ARA Bahía Aguirre, comenzó a perfilar lo que sería una carrera marcada por exploraciones y descubrimientos en lugares inhóspitos.

Durante la campaña antártica argentina de 1955-56, Giovinetto logró acceder por primera vez, y de hecho fue la primera persona en la historia documentada, al suelo de las Islas Aurora. Lo hizo en helicóptero, con el fin de tomar muestras de rocas e investigar geológicamente la zona.

Estas islas habían sido avistadas ya en 1762 por el navío español Aurora, bajo el mando de José de la Llana, pero su escasa extensión, la dificultad de aproximación por mar, y condiciones climáticas adversas hacían que fuese casi imposible desembarcar. Muchos mapas antiguos las mencionan, otros las dudan, incluso algunas expediciones las consideraron “islas fantasma”. Giovinetto fue quien verificó que sí existían y documentó su presencia en ellas.

Una vida dedicada al hielo, la altura y el clima extremo

Además de este episodio, Giovinetto sumó numerosos logros: fue el primer argentino en pisar el Polo Sur (en 1958), realizó varias expediciones a glaciares en los Andes y en África, estuvo en estaciones polares (invernales y estivales) como Byrd y Amundsen-Scott, participó de estudios en Groenlandia, y viajó mucho en escenarios glaciales. 

También recibió reconocimiento académico y geográfico: una montaña en la Antártida lleva su nombre, el Monte Giovinetto (4.090 metros), en homenaje a sus contribuciones al conocimiento polar