El arroz con leche es uno de esos clásicos que nunca pasan de moda. Su aroma y su textura cremosa evocan la infancia, los domingos en familia y esas meriendas que siempre dejaban ganas de repetir. Sin embargo, esta versión con frutillas logra darle un giro moderno y refrescante a una receta de toda la vida, convirtiéndola en un postre ideal para los días cálidos o para sorprender con algo distinto.
La combinación del dulzor natural de las frutillas con la suavidad del arroz cocido en leche da como resultado una preparación equilibrada, colorida y muy tentadora. No solo es deliciosa, sino también práctica: se hace con pocos ingredientes, sin horno y con un proceso simple, aunque requiere un poco de paciencia para alcanzar la textura perfecta.
Ingredientes
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2 litros de leche entera
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300 gramos de arroz doble carolina
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500 gramos de frutillas frescas
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200 gramos de azúcar
Preparación paso a paso del arroz con leche de frutillas
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En una olla grande, calentá la leche entera hasta que esté a punto de hervir.
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Agregá el arroz en forma de lluvia mientras revolvés constantemente para evitar que se formen grumos.
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Bajá el fuego y cociná durante unos 20 minutos, removiendo de vez en cuando, hasta que el arroz esté tierno y la mezcla tenga una consistencia cremosa.
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En otro recipiente, procesá las frutillas junto con el azúcar y llevá esa mezcla a fuego suave durante unos minutos hasta que espese levemente.
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Incorporá el preparado de frutillas al arroz con leche ya cocido, mezclá bien y dejá enfriar.
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Serví en copas o frascos individuales. Si querés darle un toque especial, decorá con trocitos de frutilla fresca o unas hojitas de menta.
Para lograr una textura cremosa y homogénea, el tipo de arroz es fundamental. El doble carolina es el más recomendado, ya que libera el almidón justo sin desarmarse. Si preferís un resultado más liviano, podés usar arroz largo fino, aunque quedará un poco más suelto. En cambio, conviene evitar el arroz “que no se pasa”, porque no libera el almidón necesario para darle cuerpo al postre.
Otro punto clave está en la leche: la entera es la mejor opción, ya que aporta esa untuosidad característica del arroz con leche tradicional. La versión descremada puede funcionar, pero el resultado será menos cremoso y con un sabor más neutro.
