¿Se puede ser feminista y maradoniana?: cuatro voces repiensan al Diez desde la contradicción

Mónica Santino, exjugadora y directora técnica; Ayelén Pujol, periodista deportiva; Paula Giménez, periodista de género; y Ayelén Zabaleta, periodista y una de las autoras del libro Todo Diego es Político, repensaron la devoción popular y la crítica política que genera la figura de Maradona.

25 de noviembre, 2025 | 06.00

Cinco años pasaron desde la muerte de Diego Armando Maradona y, lejos de ser solo un recuerdo plano, una historia cerrada, su figura se ha convertido en el centro de una conversación colectiva ininterrumpida que despierta miles de interrogaciones. Con el paso del tiempo, su ausencia adquirió una presencia ineludible: aparece en cada discusión sobre el país, en cada metáfora de la injusticia, en cada alusión al orgullo nacional y en cada grito de resistencia popular. Es como si su voz siguiera resonando entre los pliegues de una época marcada por la desigualdad, el desencanto, el odio y la necesidad de referentes capaces de hablar para y por el pueblo sin intermediarios ni intereses oscuros.

Ningún otro ídolo argentino condensa de manera tan intensa, incluso en su lecho de muerte, las pasiones, las contradicciones, los amores y las heridas de esta tierra. Por esa misma razón, en medio de un duelo colectivo aún irresuelto, persiste una pregunta que divide, incomoda y a la vez revela mucho más que una postura moral: ¿se puede ser feminista y maradoniana? La pregunta no apunta solo al juicio sobre un hombre y su vida, sino a un conflicto más profundo que se hace carne entre dos lenguajes políticos, el del feminismo y el del pueblo, que muchas veces se rozan, se enfrentan y se necesitan. Porque hablar de Maradona es hablar de clase, de poder, de violencia, de humanidad, de lucha y de redención, pero también de cómo los feminismos interpelan el sentido que adquiere su imagen sin dejar de reconocer sus aciertos y sus errores.

Para pensar estas tensiones, debatimos con cuatro voces imprescindibles del periodismo y el feminismo popular: Mónica Santino, ex jugadora de fútbol y directora técnica del Club La Nuestra de la Villa 31:  Ayelén Pujol, comunicadora, periodista deportiva y autora del libro “¡Qué Jugadora!”; Paula Giménez, periodista especializada en temáticas de género; y Ayelén Zabaleta, periodista y una de las escritoras del libro "Todo Diego es Político". “Siempre las feministas, las mujeres, tenemos que explicar absolutamente todo, incluso el amor por un ídolo de estas características que no se parece a otros ídolos populares”, dice Santino con una frase que es una definición en sí misma. Desde sus miradas, distintas pero complementarias, reconstruimos un mapa posible para pensar a Maradona desde los feminismos, sin renunciar ni al amor popular ni a la crítica política.

Maradona es el pueblo (y sus contradicciones)

Maradona fue el hijo de Don Diego y Doña Tota, pero también fue hijo del barro. El Pelusa, aquel pibe de Villa Fiorito, se atrevió a desafiar las jerarquías sociales y humilló a los poderosos con una pelota y con la palabra. Encarnó la revancha social de los sectores populares y la irreverencia frente al poder. Fue, y sigue siendo, un cuerpo donde el pueblo encontró una forma de orgullo y desobediencia. En él, los sectores populares se vieron reflejados: en su desborde, en su rebeldía. Maradona fue, es y será, la posibilidad de que un pobre ganara, aunque fuera simbólicamente, una batalla contra los dueños del mundo.

Pero esa épica convive, tal vez necesariamente, con una biografía marcada por otras dimensiones de lo popular: la violencia de género, los vínculos desiguales y las lógicas patriarcales que el feminismo denuncia. Su vida privada exhibió muchas de las estructuras culturales que los movimientos de mujeres y disidencias intentan desarmar: la naturalización de los privilegios masculinos, la impunidad del ídolo, la subordinación de las mujeres al deseo de un varón poderoso. En ese cruce entre amor y contradicción, entre mito y biografía, se abre la pregunta que atraviesa este debate: ¿puede una mirada feminista abrazar a Maradona sin negarse a sí misma?

Para Mónica Santino, entrenadora y referente del fútbol feminista, la clave está en la genealogía política ya que “el feminismo nació como un movimiento que lucha contra las opresiones, y desde ese punto aún un varón machista y formateado en el patriarcado como era Diego tiene algo en contacto con nosotras: la rebelión ante la injusticia, algo que le dolía mucho a la oligarquía”. En esa línea, Santino plantea que no se trata de negar al ídolo sino de comprenderlo en su tiempo y su clase: “Maradona tenía 60 años cuando se murió, y era como la mayoría de los varones que formaron parte de nuestras vidas. Nadie me va a pedir que cancele a mi viejo, que en un montón de cosas era como Diego, tuvo otras mujeres, decía frases dolorosas, y también es el tipo que hoy extraño un montón porque no tengo con quién hablar de fútbol.”

Paula Giménez por su parte incorpora la lectura desde la mirada interseccional que define a los movimientos feministas: “Sabemos que no es lo mismo ser mujer que ser mujer y ser pobre, que ser mujer y ser lesbiana, y creo que hay algo de Diego que está atravesado por la cuestión de clase. Diego era una persona realmente muy popular, del pueblo, que generaba escozor en las clases altas, y los movimientos feministas tenemos que ver con eso: con luchar contra las opresiones.”

En su análisis Ayelén Pujol recuerda cómo fue la cobertura del funeral aquel 25 de noviembre de 2020, en plena pandemia, cuando el país entero se detuvo para despedirlo: “Fui a cubrir el velatorio a la Casa Rosada. Había una calle llena de personas con barbijo, llorando, y muchas eran mujeres de barrios populares. Me hablaban del legado de Diego, de cómo siempre estuvo con los pobres, de su amor por la bandera, por el país. Era algo profundamente nuestro, una emoción que no se podía borrar con un tuit o una consigna.” Pujol reconoce, sin embargo, que vivimos tiempos difíciles para pensar la contradicción y por eso, más que nunca, debe ser un ejercicio obligatorio: “Hoy cuesta transitar las contradicciones, porque son tiempos de poca profundidad, donde todo es blanco o negro. Pero hay que poder asumirlas: hay cosas que te gustan y cosas que no, y se puede tomar ese cariño por un ídolo desde esa perspectiva.”

Para cerrar Ayelén Zabaleta, entiende que esa tensión entre amor y crítica es netamente política : “Creo que algo que demostró Maradona es la noción política de la felicidad, algo que solo el peronismo hizo en este país. Y eso también nos tiene que liberar como feministas: tenemos que poder asumir nuestras contradicciones como algo natural. A veces siento que no tenemos permiso para ser contradictorias, y eso es una posición súper hipócrita.” En ese sentido, reivindicar a Maradona no es justificarlo, sino asumir la complejidad que implica amar una figura que encarna tanto lo mejor como lo peor de un pueblo: “Reivindicar a Maradona, reivindicar las contradicciones, discutirlas, ponerlas sobre la mesa -dice Zabaleta - es lo mejor que podemos hacer. En ningún momento hay que separar a la persona de la figura, porque eso es lo que lo hizo gigantesco.”

Santino cierra el tramo del debate con una síntesis que parece atravesar a todas: “El feminismo no es un movimiento uniforme, hay tantos feminismos como compañeras. Diego es esa figura del amor, de la generosidad, una generosidad que tiene que ver con su origen, con el barrio, y que también nos define como pueblo. En este momento, cuando parece que nos van a rifar de un día para el otro, hay que levantar esas banderas más alto que nunca. Cuando pasan cosas en contra del pueblo, todos nos preguntamos: ‘¿Qué diría Diego ahora?’.

La figura de Maradona, entonces, no se sostiene a pesar de sus contradicciones, sino desde y con ellas. En su vida, sus actos, y declaraciones se entre cruzan las pasiones populares y las marcas de un tiempo, la violencia estructural y la ternura política. Ser feminista y maradoniana no tiene por qué ser una incoherencia: es un modo de seguir disputando la libertad, el sentido del amor y la justicia desde abajo.

Entre el perdón, la revisión y la cancelación

En tiempos donde “cancelar” se volvió consigna y práctica, la figura de Maradona vuelve a poner a prueba los límites entre la crítica, el juicio y la empatía. No es solo una discusión moral o de época, sino un punto de inflexión sobre cómo los feminismos piensan sus propias estrategias frente al poder y la violencia. “Hay algo con la palabra cancelación que con el tiempo ha madurado - explica Paula Giménez - Los movimientos feministas tenemos distintas herramientas a las que teníamos hace cinco u ocho años. No es lo mismo responsabilizar que cancelar, y eso es clave para la lectura con Maradona. Cancelar me parece un error porque lo eliminás como sujeto de análisis”. En esa distinción se condensa un debate central: ¿cómo ejercer una crítica que no borre, sino que historice y transforme?

Este caso, dice Giménez, la cancelación constituye un gesto que a veces clausura más de lo que abre. Maradona no fue un militante antifeminista ni un predicador del machismo; fue un varón atravesado por los mandatos de su tiempo, “que representaba el machismo de los años 50’ y 60’, con actitudes que hoy ya no nos representan”. Su figura, entonces, se vuelve una oportunidad para revisar los contextos culturales que moldearon a generaciones enteras de varones y mujeres, no para absolverlos, sino para comprender el sistema que los hizo posibles.

La DT Santino lo plantea desde un lugar más íntimo: “La deconstrucción es un espejo en el que cuando te vas a mirar te devuelve algo que no te gusta y te hace revisar tus propias prácticas. No es exclusivo de los varones, aunque ellos hayan sido los privilegiados. Lo que estamos discutiendo son privilegios”. Para la jugadora, la revisión no es un ejercicio de pureza, sino de honestidad colectiva. Incluso recuerda: “Diego mismo, ya de grande, tuvo actitudes y palabras hacia nosotras que fueron cien veces mejores que las de cuando era pibito: apoyó la despenalización del aborto, apoyó el fútbol femenino, lo celebraba. No sé qué hubiera pasado con más tiempo de Diego en este mundo”.

Ayelén Pujol, por su parte, propone pensar sobre la ética maradoniana, como una forma de estar en el mundo atravesada por la transparencia y la contradicción: “Maradona fue contradictorio, pero también fue modificando su forma de ver y sentir las cosas. A mí hay una frase que me gusta mucho de él, cuando dice: ‘¿Qué me vienen a decir a mí si están todos más sucios que un bidet?’. Hay algo ahí de su autenticidad, de decir lo que pensaba y no caretearla. Esa ética lo pone en el lugar de la imperfección, pero también de la verdad. Fue un tipo que expuso sus propias hipocresías y, al hacerlo, también nos puso frente a las nuestras”.

En esa idea de la imperfección como verdad se juega otra dimensión política del debate: la posibilidad de reivindicar el error sin glorificarlo. Como señala la escritora Zabaleta, “Maradona asumió abiertamente sus contradicciones. Hoy, si pensás en figuras al mismo nivel, ¿cuántos tienen esa capacidad de posicionarse, de hablar, de asumir una postura política? Él lo hacía todo el tiempo. Por eso, de alguna manera, elimina la posibilidad de cancelación: decía ‘yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha’”. Esa frase, tantas veces citada, sigue siendo una forma popular de nombrar la responsabilidad sin renunciar al efecto o las consecuencias.

El hilo común entre estas miradas es la idea de que revisar, deconstruir, cuestionar, no es lo mismo que negar. Que el feminismo, al interpelar la cultura popular, no tiene por qué renunciar a la ternura, al amor, la felicidad o a la memoria. La justicia y el avance hacia una sistema más equitativo, material y simbólicamente, no se logran con castigos mediáticos, sino con transformaciones colectivas. Y quizás ahí, en ese punto, reaparece la dimensión más política de su legado que Pujol condensa con claridad: “Hay algo de ese legado, de esa ética maradoniana, que tiene que ver con lo popular, con la bronca como motor, con construir desde el barro. Los movimientos feministas saben mucho de eso. Maradona, desde su origen villero, supo convertir la bronca en impulso colectivo. Hay un hilo invisible que une esa bronca con las luchas feministas: la de no resignarse, la de pelear aunque el mundo diga que no”.

El ídolo posible (o el mito con nombre de varón)

Maradona fue un Dios laico, un mito plebeyo, una bandera de identidad nacional. Pero también y sobre todo un varón.  No es novedad que no se producen ídolas, ni referentes mujeres, con la misma intensidad que ídolos, y mucho menos en ámbitos masculinizados y atravesados por la lógica mercantil. La cultura popular tolera la genialidad de los varones, pero no valora las conquistas de las mujeres, aun cuando estas implican esfuerzos incalculables para atravesar techos de cristal y paredes simbólicas. Hoy no hay una “Maradona mujer” en el fútbol, ni en la música, ni en la política, y nos preguntamos si alguna vez lo habrá. Pero es imposible debatirlo sin revisar, al mismo tiempo, la historia del deporte y del fútbol femenino y las formas en que el patriarcado definió quién podía y quién no.

La escritora de “¡Qué Jugadora!”, Ayelén Pujol, abrió el eje de conversación con una pregunta contrafáctica, imposible de responder, pero iluminadora: “Maradona es el quinto hijo, pero el primer varón, y llega después de cuatro mujeres a una casa en Villa Fiorito, en un momento donde el fútbol femenino ya existía. Incluso ya existía cuando nace Doña Tota: el primer registro de mujeres jugando al fútbol en Argentina es de 1913.” Desde ahí, trazó una línea que conecta a Maradona con las mujeres invisibilizadas de la historia del deporte. Recordó particularmente a las Pioneras que participaron en el Mundial no oficial de México 1971, donde la selección argentina femenina le ganó 4 a 1 a Inglaterra con cuatro goles de la leyenda Elba Selva, “una número 10 zurda, quince años antes de que un tal Maradona hiciera el gol del siglo”. Ese paralelo invita a pensar qué hubiera pasado si aquel partido se hubiera visto en los livings de las casas argentinas: “Capaz Diego hubiera querido ser futbolista por ella y no por Ricardo Bochini.” O capaz hubiera sido el inicio de la historia de alguna Maradona mujer, que nunca pudo ser.

A partir de ese punto, es necesario enfocar el análisis en las estructuras que sostienen hasta la actualidad la invisibilización y el desprecio. Santino al respecto fue categórica: “La única respuesta a por qué no tenemos todavía una Maradona mujer es el patriarcado y cómo se pensó el deporte históricamente, que fue un brazo armado para ordenar conductas y cuerpos, para definir quién podía estar adentro o afuera. Y sigue siendo binario.” La referenta de la Villa 31 recordó que el fútbol femenino fue prohibido durante décadas en países como Brasil o Inglaterra, y que la masividad y la industria deportiva consolidaron un relato masculino del éxito y lo que funciona. “A las jugadoras nos decían que no éramos espectáculo porque parecíamos hombres  - agregó - Es la misma lógica que hoy reaparece en los discursos de odio cuando dicen que el fútbol femenino no le interesa a nadie.”

Ayelén Zabaleta sumó una mirada sobre las desigualdades materiales y la falta de financiamiento económico que aún persisten en todas las instituciones deportivas: “Se nos reclama visibilidad y masividad, pero ningún deporte femenino tiene el nivel de promoción, recursos o infraestructura que tiene el masculino. El patriarcado te impone límites que después usa para justificarse.”  Y subrayó otro punto central del colorario maradoniano, que es la diferencia en el modo en que se tolera, o no, la rebeldía y la desobediencia: “A un varón que se pelea con los dirigentes o se planta ante el poder se lo celebra. Si una futbolista hiciera lo mismo, sería sancionada. Ni siquiera tenemos el permiso de transmitir la pasión que genera identificación popular.”

Pero como sostuvo la comunicadora Paula Giménez no se trata solo del fútbol, ya que esto mismo se registra en otras dimensiones como la cultura, la música, la política y la literatura: “Tenemos que entender que los íconos de la cultura no tienen la misma valoración si son masculinos o femeninos. Fabiana Cantilo hace algo arriba del escenario que haría Charly y le dicen ‘vieja loca’. Cristina levantaba el tono y era una dictadora. Hoy tenemos un presidente que dice barbaridades todos los días y nadie lo mide igual.” A esa altura del debate, ya no se trata solo de Maradona, sino del modo en que se construye el valor simbólico de lo popular. Las cuatro coincidieron en que el problema no es la falta de talento, de trabajo o de pasión, sino de oportunidades, condiciones de posibilidad y reconocimiento. Pensar al ídolo posible desde una perspectiva feminista es reconocer que la consagración también es un territorio político. Mientras la cultura siga exigiendo pureza, humildad y sacrificio a las mujeres, el mito popular seguirá teniendo nombre de varón.

Pero también las invitadas coincidieron en algo más: la historia no está cerrada y depende de nosotras. Quizás, si el fútbol femenino logra sostener su crecimiento, si las niñas y adolescentes pueden elegir y jugar sin pedir permiso, y los medios aprenden a mirar sin prejuicio, la próxima figura popular no será “una Maradona mujer”, sino una ídola con su propio lenguaje, nacida de otro tiempo y de otras luchas. Una número 10 que gambetee no solo rivales, sino siglos de exclusión y desigualdades. Y cuando eso ocurra, porque ocurrirá, será la evidencia de que el pueblo argentino aprendió a admirar el talento, la magia y la rebeldía sin que dependa del género de quien la encarne.