"La vida es física, dice Piedad Bonnet. Si no queda un cuerpo que lo sostenga, ¿en dónde habita ese dolor? Eso nos los quedamos los vivos", se puede leer a mitad de Tarantela (Mandrágora), la nueva novela de Abril Castillo Cabrera, una frase que describe su esencia en pocas palabras. Se trata de un libro que pone sobre la mesa una realidad dura de aceptar: no hay familia que esté exenta del dolor, por más unidos, millonarios o fuertes se muestren. Cuando iniciamos una novela de este tipo esperamos una suerte de descargo, reclamos y una trama pesada, pero Tarantela no es esa novela: es un mapa emocional que gira en torno a un misterio primordial, y lo hace con el ritmo hipnótico de una tonada familiar.
El libro se teje a través de un punto de partida. No es una idea, no es un recuerdo, es un archivo: un fichero que reúne los últimos días de Jano, tío de la protagonista, hospitalizado tras ingerir veneno para ratas. En torno a ese núcleo, la narradora reconstruye memorias, fragmentos y ecos familiares. A través de una historia que no vivió en carne propia, pero que resuena en el fondo de su tejido nervioso como una herencia familiar, la protagonista intenta entender qué es ese peso que carga y por qué marcó de tal manera a su familia.
El fichero fue escrito por el abuelo de la protagonista, papá de Jano, donde registró cada día del envenenamiento de su hijo hasta el día que murió. A parir de su lectura, la narradora empieza a reconstruir la historia y a armar su tejido familiar: orbitan los recuerdos tempranos, la infancia compartida con su hermano, la muerte de un tío que parece repetir su destino y una maldición que recorre las generaciones. ¿Cuándo la historia personal se vuelve indistinguible de la historia familiar? ¿Quiénes tienen el poder de cortarlo? ¿Cómo afecta esa herencia emocional a las demás generaciones? Esas son las preguntas que surgen a lo largo de la novela y a las que, con su prosa poética y rítmica, Abril intenta dar respuesta.
Jano, dicen, murió por una maldición: cargar con el mismo nombre de otro tío que murió a la misma edad que él. Entonces, hay otra pregunta que late en todo momento: ¿qué debe cargarse un nombre, qué peso imprimen los gestos de los muertos sobre los vivos? Por si fuera poco, la historia transcurre en México, un país que le da un peso cultural diferente a la muerte. Entonces, cada duda y reconstrucción a lo largo de la novela encaja perfecto con el contexto en el que sucede.
En este contexto, la escritura funciona para Abril como espacio de salvación y confrontación. La narradora no quiere solo recordar, sino reescribir, reinterpretar los vínculos rotos. En ese acto de escritura recae también la esperanza de un antídoto contra el veneno que tiñe la trama, metáfora de la familia. Se trata de un libro diferente, inesperado y, sobre todo, memorable.
Sobre la autora
Abril Castillo Cabrera es una escritora, editora, ilustradora y gestora cultural mexicana. Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Licenciada en Artes Plásticas y Visuales por la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado. Su escritura se enfoca en la literatura infantil y juvenil. .