Este martes se cumplen 90 años del fallecimiento de Carlos Gardel, el Zorzal Criollo fue un ícono que marcó un antes y un después en la cultura popular argentina. Y en este marco podemos repasar un hito en su carrera que, en 1925, lo catapultó a un despegue imparable: el día que deslumbró al príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, futuro rey de Inglaterra, con sus tangos en una estancia de Buenos Aires.
A mediados de 1925, Gardel ya era una figura consolidada. El famoso dúo con José Razzano entraba en su etapa final, en parte por el desgaste vocal de Razzano, pero fundamentalmente por la pasión irrefrenable del Morocho del Abasto por el tango. Mientras Razzano se inclinaba más por el "cantor criollo", Gardel abrazaba con fervor el género que él mismo había ayudado a nacer: el tango canción. De hecho, de las 91 canciones que grabó ese año, 61 fueron tangos, y solo 6 como dúo.
A pesar del inminente retiro de Razzano, el dúo estaba en la cima de su popularidad. Fue por eso que el entonces Presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, un gran admirador de Gardel, los convocó para una actuación especial. El motivo: la visita de Eduardo Windsor, príncipe de Gales y futuro monarca británico.
La presencia del joven heredero en Argentina fue un acontecimiento de gran relevancia política y social. Eduardo, un "bon vivant" que disfrutaba de la música popular, se interesó en el tango tras escuchar "Buen amigo", de Julio de Caro. Este tema se convirtió en uno de sus preferidos, y el príncipe se aseguró de llevar copias a su regreso a Inglaterra.
La cita fue en la imponente estancia Huetel, en 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, el 25 de agosto de 1925. La expectativa por la actuación de Gardel y Razzano era palpable. Los cantores llegaron al atardecer, acompañados por los guitarristas José "El Negro" Ricardo y Guillermo Barbieri. Gardel, siempre previsor, llevó consigo a un joven periodista amigo, Emilio Ramírez, para que, a pesar de la prohibición de prensa, pudiera dar testimonio del histórico evento.
El propio príncipe mostró un genuino interés, recibiendo a los artistas antes de la actuación e incluso obsequiándoles una medalla de oro con su imagen. Antes del show, compartieron un asado criollo junto a una comitiva de lujo, que incluía al presidente Alvear y su esposa, la cantante lírica Regina Pacini.
El repertorio de Gardel que cautivó al príncipe inglés y la efervescencia del tango
El periodista Emilio Ramírez, en su crónica para el diario La Razón días después, detallaría el programa: "Poco después de las 22, llegaron al gran hall del palacio... el conjunto criollo Gardel-Razzano". Vestidos de gauchos, iniciaron con la zamba "Linda provincianita", seguida del célebre tango "Galleguita", de Horacio Pettorossi y Alfredo Navarrine, vinculados a Carlitos. Continuaron con zambas a dúo como "Claveles mendocinos" y "La pastora".
Pero el momento cumbre llegó con "La canción del ukelele" ("Say it with an Ukelele"), un popular foxtrot de la época. Gardel, con un guiño al invitado, presentó el tema. La reacción de Eduardo fue eufórica: perdió su flema inglesa, se unió a las palmas y, para sorpresa de todos, fue a buscar su propio ukelele para cantar junto a Gardel y sus músicos. La alta sociedad argentina, atónita y divertida, presenció el singular espectáculo.
La velada se extendió, con cantos y bailes criollos a cargo de Razzano, el anfitrión y el dramaturgo Alberto Vaccarezza. Para el final de la noche, a pedido del príncipe y a pesar de la predilección de Gardel por amenizar el evento con variados géneros, Carlitos cerró con broche de oro, interpretando los tangos "Mi noche triste" y el reciente "Silbando" (música de Sebastián Piana/Cátulo Castillo y letra de José González Castillo), dejando a los asistentes "mudos de emoción".
Al día siguiente, antes de la partida, el príncipe Eduardo, entusiasmado por lo vivido, intentó un gesto que no pudo concretarse: una foto con Gardel y Razzano vestidos de gauchos. Aunque plantaron un árbol juntos, la imagen no se hizo realidad. Mientras Eduardo de Windsor sería rey por un breve período, Carlos Gardel se coronaría, esa noche y para siempre, como el Rey del Tango.