“Me decían que no se podía venir a Sudamérica, que era caro. ¡Les dije que en Buenos Aires están mis mejores fans y que quería empanadas!”, gritó Katy Perry en medio de su segundo show en el Movistar Arena e hizo evidente lo que se vivió a lo largo de todo el recital: una conexión única y permeable entre la cantante y sus fieles argentinos.
Faltaba media hora para las nueve de la noche y el campo del microestadio ya estaba casi lleno; desde la mitad para atrás había un frente infranqueable de fans que no estaban dispuestos a ceder los lugares que habían conseguido por haber llegado antes. En las pantallas gigantes se podían ver micropantallas que emulaban televisores vintage y reproducían imágenes de diferentes videoclips de todas las épocas de Katy Perry.
La espera se hizo larga: el show arrancó casi media después del horario estipulado, alrededor de las 21.30. Las luces se apagaron y el público exultante aulló alaridos cargados de ansiedad y expectativa ante lo que estaban por vivir. Katy Perry entró al escenario en un soporte giratorio que se elevó desde el suelo hacia lo más alto del estadio, con luces rojas y azules a los costados. “Hola, Buenos Aires. ¿Están listos para esta noche? Esperé mucho tiempo para verlos”.
Artificial pertenece al más reciente disco de Perry -143- y fue el track inicial del concierto pero eso no fue un presagio: la cantante repasó todos los hits de su discografía en el resto del show y no cantó en su totalidad el material lanzado en 2024. Chained to the Rythm, Teary Eyes y Dark Horse fueron las piezas que siguieron y provocaron el aumento de éxtasis en los presentes.
La estructura del show tuvo una base cinematográfica y se compuso por cuatro bloques que dieron forma a la historia que Katy quiso contar: un mundo apocalíptico y futurista dominado por los robots en el que ella fue la líder de los humanos y luchó por lo que diferencia a unos de los otros: tener o no corazón, pasión, autenticidad. Dark Horse marcó el final del primer bloque y el segundo se dio en el eje horizontal de la T que formaba el escenario; esa disposición les permitió a los fans de todos los sectores tener una cercanía aún máyor con su ídola.
“¡Olé, olé, olé, olé. Katy, Katy!”, gritaban los fanáticos y Perry no pudo hacer como si nos los escuchara: acercó su oreja al bullicio de sus adeptos y, acto seguido, preguntó: “¿Qué significa?”. Un joven pegado a la valla del campo trasero le indicó que solo se trataba de un cántico de aguante típico de Argentina. “Ah, ok. Es que no hablo español. Bueno tampoco es que hablo tan bien inglés”, bromeó la cantante y así resaltó, por primera vez pero no última, su espíritu gracioso ante sus fans.
La jocosidad dio paso a un mash-up algo forzado de canciones históricas de Perry como California Gurls, Teenage Dream, Hot’N Cold, Last Friday Night y I Kissed a Girl: las versiones fueron cortas -en algunos casos solo el estribillo- y dio la sensación de que las incluyó de prepo en el show. “Gracias por estar siempre y bancarme en los buenos y malos momentos. Y, sobre todo, ¡gracias a la comunidad gay por ser los más fieles!”, soltó Katy con una bandera multicolor en sus manos, ante una evidente mayoría de varones floripondios de entre 25 y 40 años que cantaban y bailaban al ritmo de las canciones que marcaron sus adolescencias.
El recorrido del concierto no tuvo momentos musicales destacados: todas las canciones fueron ejecutadas con una base de electrónica en una capa superior de sonido y poco se notaron los instrumentos más orgánicos a pesar de que en el escenario había una guitarrista, un bajista, un baterista y una tecladista. Solo en los momentos acústicos se escuchó la voz de Perry acompañada únicamente por la guitarra acústica y los teclados.
Todos los cambios de vestuario de Katy tuvieron una estética futurista y robótica, alusiva a la premisa conceptual del espectáculo. Alrededor de la mitad del concierto, Perry apareció con su outfit vanguardista que emulaba un traje a cuadros, el mismo que lució la noche anterior para interpretar Don’t Cry for me Argentina, pero ese momento nunca llegó. Asimismo, sucedió uno de los momentos de más conexión entre la artista y su público: la interpretación acústica de The One That Got Away, canción de desamor que todos cantaron a pulmón.
Entre otras piezas que no fueron muy coreadas, los hits que siguieron fueron ET, Part Of Me, Roar y el gran cierre estuvo a cargo de Firework. Katy Perry demostró una vez más que tiene charm, glamour, un puñado de hits que todos se saben y a la comunidad gay como principal base de fans: posee el certificado de diva del pop y ella lo sabe. La californiana se despidió en medio de una explosión de papelitos de colores y volvió a marcar cuánto ama a sus fieles argentinos. “Thank you so much, Buenos Aires! I love you!”.
Argentina vs. Uruguay en el recital de Katy Perry
Katy Perry hizo subir a dos fanáticas al escenario en la parte acústica del show; una de ellas, oriunda de Buenos Aires, y la otra de Uruguay. En el momento de abrazo de la artista con su admiradora charrúa, ésta le puso a la cantante la bandera de su país en la espalda y eso despertó algunos pocos gritos rivalistas por parte del público: "¡No, no!", reaccionaron férreos a su espíritu argentino cuando vieron que Perry vestía los colores uruguayos. Acto seguido, Katy tomó una bandera argentina y alzó ambas insignias: "¡Todos somos lo mismo!", gritó y provocó aplausos en los presentes, quienes entonces alentaron a la joven del país vecino que cumplía un sueño ante ellos.