Primal Scream en Buenos Aires: una noche de electricidad y redención

Primal Scream desató una noche eléctrica en el Complejo C con un show de 18 temas tras su paso por el Music Wins, con Winona Riders como potente apertura y el reencuentro esperado con el público argentino después de casi una década.

04 de noviembre, 2025 | 16.42

El lunes a la noche, cuando todavía resonaban los ecos del Music Wins Festival, el aire en el Complejo C vibraba distinto. Era una cita para iniciados: Primal Scream volvía a Buenos Aires con un sideshow que prometía cercanía, intensidad y ese tipo de comunión que sólo se da en espacios donde el sudor y la historia se mezclan.

Antes del torbellino británico, Winona Riders se encargó de abrir el ritual. Con un set breve pero sólido, la banda local presentó algunas canciones de su nuevo disco, atravesado por capas de psicodelia, distorsión y melancolía pop. No fue una simple apertura: fue una declaración de intenciones. Los riffs agudos y las bases electrónicas crearon el clima perfecto para lo que estaba por venir.

Primal Scream encendió el Complejo C Art Media / Foto: Lu Sorichetti.

A las nueve, las luces bajaron y el murmullo se convirtió en rugido. Bobby Gillespie apareció en escena con su elegancia habitual, esa mezcla de predicador del rock y estrella de otro tiempo, y bastaron los primeros acordes de Don't fight it, feel it para que el público entendiera que la noche no iba a ser un repaso, sino una celebración.

Primal Scream y su romance con Argentina 

Dieciocho temas más tarde, el resultado fue claro: Primal Scream sigue siendo una máquina de energía pura. Entre Loaded, Rocks, Swastika Eyes y Country Girl, la banda se movió por su propio laberinto de estilos: el soul, el acid house, el garage y el rock and roll convivieron sin nostalgia, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Cada canción fue un guiño a un público que los esperó años para volver a verlos en un escenario porteño.

La última vez que pisaron Argentina fue en 2018, cuando tocaron en Groove en una gira que dejó huella. En aquel entonces, Gillespie dedicó un tema a Maradona y prometió regresar. Cumplió. Y esta vez, con una formación sólida y un sonido que parece inmune al desgaste, demostró que la banda no vive del recuerdo, sino del pulso vivo del escenario.

En C Art Media, todo fue un recordatorio de lo que el rock puede ser cuando no se acomoda: desprolijo, ardiente, espiritual. Winona Riders había encendido la mecha; Primal Scream la hizo estallar. Cuando sonó el último acorde y las luces se encendieron, la sensación fue la de haber asistido a algo más que un recital. Fue una misa eléctrica, una reunión entre pasado y presente, una noche en la que el ruido fue una forma de fe.