Boca gana en los libros, River en la cancha

El clásico dejó un poema de Franco Mastantuono, pero también otros detalles que entran en los libros. Afuera de la cancha, las letras xeneizes ganan sobre las riverplatenses.

28 de abril, 2025 | 13.36

 “La intolerancia, la estupidez y el fanatismo pueden combatirse por separado, pero cuando se juntan no hay esperanza”. La frase, atribuída al escritor argelino-francés Albert Camus (que fue arquero de joven), la citó Juan Sasturain el jueves por la noche, en la apertura de la Feria del Libro. Sasturain es un escritor conocido fana de Boca. Pero en su discurso no hablaba de ciertas locuras del fútbol, sino de la escena política que nos toca vivir. 

Otros dos escritores también boquenses, Liliana Heker y Martín Kohan, abrieron las Ferias de los dos últimos años. Y de Boca también es Martín Caparrós, autor de “Boquita”, acaso uno de los libros más bellos sobre la historia de un club (el colega Andrés Burgo escribió “Ser de River”, también hermoso, pero es periodista, no tiene la misma talla de escritor que Caparrós). El sábado en la Feria expusieron Sergio Olguín, otro de nuestros grandes escritores actuales, también fana de Boca, junto con la periodista Eugenia Zicavo, que fue directamente con la camiseta azul y oro.  

Un día antes, pasó por la Feria, para entrevistas radiales, Santiago Allende, historiador, autor del flamante “¿De quién es Boca?”, un libro que repasa la tensión entre la gestión de casi un cuarto de siglo del Pro de Mauricio Macri y la más reciente liderada por Juan Román Riquelme, un ídolo que tiene libros propios, pero que hoy está bajo la mira, más aún después de la derrota ayer de Boca en el Superclásico en el Monumental.

La jornada comenzó con emotivo video que recordó a Francisco y el minuto de silencio por el Papa, pero la tribuna, fiesta pagana, acomodó al instante su minuto de silencio propio, dedicado a Boca, porque “el que no salta, murió en Madrid”, como lo reflejó inclusive la cantidad oficial de público que, según River, asistió ayer al estadio: 80.018 personas, un 18 último que muchos interpretaron como una burla al rival, por 2018 el año de la Libertadores en el Bernabéu.  

El fútbol, claro, es mucho más que “once contra once corriendo detrás de una pelota de fútbol”, como ironizó crítico alguna vez el gran Jorge Luis Borges (el colega Juan José Panno replicó que sería como decir que un libro es simplemente medio millar de caracteres condensados en trescientas páginas).    

Sabemos que un libro es mucho más que eso. El fútbol también. ¿No diríamos, por ejemplo, que el primer gol ayer en el Monumental, el bello tiro libre de Franco Mastantuono, fue “un poema”? El pibe que de muy niño era tenista eximio es una de las razones por las cuales agrandamos nuestro fútbol. Pero jamás tanto como lo hizo Jorge Brito, presidente de River, en la conferencia del viernes, cuando dijo que el Superclásico “es el partido más importante del mundo”. Difícil decir eso cuando un partido, como el de ayer, tiene apenas 45 minutos de juego neto (es decir, todo un tiempo sin jugar). Y, más aún, hacerlo un día después del clásico formidable que, por ejemplo, jugaron en Sevilla Barcelona y Real Madrid por la final de la Copa del Rey.  

Por supuesto que ayer hubo goles, acción y emoción hasta el minuto final. Y por supuesto que, pese a los manotazos finales de Boca que resolvió Franco Armani, River fue justo ganador y jugó mejor ante un Boca que, DT Fernando Gago mediante, anunció de entrada su decisión de darle pelota y terreno al local, con una línea de cinco inédita, que casi jamás despegó sus laterales y que, pese a que tenía tres centrales, perdió también numerosas pelotas aéreas, como sucedió en el segundo gol de Sebastián Driusi, favorecido luego por el rebote que dio el arquero Víctor Marchesín. 

Fue un gol que hizo durar apenas seis minutos el engañoso empate 1-1, buena definición del uruguayo Miguel Merentiel (centrodelantero titular ante la baja de Edinson Cavani), pero favorecida por un grosero mal cálculo de Germán Pezzella, que desnudó que River sigue frágil en defensa.  

Alguna vez, Paul Laverty, guionista de las películas del inglés Ken Loach (otro fana futbolero) dijo que no hay grandes filmes sobre la pelota porque un partido ya es una película (o un libro) en sí mismo. Difícil hacer una película sobre una película. A veces, ni siquiera el guión más forzado tiene más carga dramática que un partido. Allí está, sino, la final del Mundial de Qatar que Argentina le ganó a Francia. 

Ayer mismo, Armani salvó a River en el último minuto ante un cabezazo de Ayrton Costa. No hubiese sido justo, pero en ningún lado está escrito que el fútbol deba ser justo. La fiesta de la pelota, ya fue dicho, es pagana. Por eso terminó con el coro del inicio, pero ya sin la imagen del Papa Francisco en la pantalla del Monumental. Porque Boca puede tener superioridad en los libros. Pero el “minuto de silencio” pospartido, era otra vez “para Boca que está muerto