Platense y PSG campeones inéditos: el juego de las diferencias (y de los parecidos) entre el oro y el barro

Son dos campeones inéditos, pero uno se lleva todas las miradas por ser nuestro, de Argentina. Las diferencias y similitudes entre dos clubes primerizos.

03 de junio, 2025 | 00.05

Imposible, en muchos sentidos, comparar a los dos campeones inéditos que tuvo el fútbol este fin de semana. Porque uno es Platense, por supuesto, campeón argentino por primera vez en cientoveinte años de vida. Y el otro es PSG, campeón por primera vez en medio siglo de la Champions, tras la paliza 5-0 que le propinó el sábado en Munich al Inter de Lautaro Martínez. Pero el fútbol, del Tercero al Primer Mundo, tiene igualmente códigos comunes, que permiten jugar en el análisis. 

Primero: el fútbol es un juego de equipo. Puede sonar ingenuo afirmar que PSG ganó sin estrellas, porque desde Ousmane Dembelé al georgiano Khvicha Kvaratskhelia, por citar solo a algunos, el club propiedad de Qatar está lleno de cracks. Pero se coronó rey europeo solo después de haberse desprendido de Kylian Mbappé, Neymar y Lionel Messi. Fue campeón, finalmente, sin los supercracks. Platense es un mundo opuesto. No tiene cracks, supercracks ni estrellas. Es un equipo armado con jugadores casi todos de nuestro cascoqueteado Ascenso. Pero armó un equipo. Y superó en sus propias canchas a tres grandes como Racing, River y San Lorenzo. Y a Huracán en la final. De una u otra manera ganaron los equipos, no las estrellas. 

Segundo: Rico o pobre, el “hambre” sigue siendo motor clave para el triunfo. Para los ricachones de PSG fue el desafío de mostrarle a Europa que su potencia era el equipo y que jugadores que habían sido relegados antes porque había que dejarle lugar a las superestrellas (caso Vitinha especialmente) solo esperaban su turno para mostrar su valía. Para Platense, sabemos, el “hambre”, no fue metafórico sino real en los orígenes de jugadores y cuerpo técnico. Allí está, sino, el relato del propio DT Sergio Gómez, su hermano muerto en el barrio difícil de San Antonio, en Gran Bourg, y su hija asustada con la ducha en el primer departamento que le dio Platense, porque “esa agua que caía de arriba”. PSG se dio una fiesta de fútbol, Platense fueron soldados en la batalla. Pero, a su modo, los dos jugaron con hambre.  

Tercero: El juego aquí es de los opuestos. Nuestro fútbol, que no se permite hinchas visitantes por miedo a la violencia, celebró una final con aficionados de los dos equipos, viajando horas en caravanas de fiesta hacia Santiago del Estero. El viernes por la noche, en un programa radial, Roberto Goyeneche hijo contaba la tarde que su padre, hincha célebre de Platense, fue salvado por hinchas de Huracán en un partido accidentado. En el estudio estaba “el Gallego” Rubén Espiño escuchándolo. Esperando que terminara, para decirle que esa tarde él mismo estaba allí y decirle los nombre de quiénes fueron los salvadores de su padre. Eran hinchas rivales sí, pero abrazados antes de una final que fue carnaval de uno y tristeza del otro, pero que fue también ilusión pura de ambos en la previa y que además terminó en paz. Todo lo contrario de lo que sucedió en el Primer Mundo. La conquista de PSG derivó en gravísimos incidentes en París. Heridos, cientos de detenidos, saqueos y daños a comercios y autos. “Bárbaros”, los calificó un ministro. Muchos de ellos habitantes de la periferia parisina, la “banlieu”, algo así como “lugar de destierro”. Siempre los hay. En el Primer Mundo también.  

Y cuarto y último: el fútbol, está claro, es un estado emocional. Platense fue emocionalidad pura. Cada palabra de la dupla técnica Sergio Gómez-Favio Orsi hacía llorar a técnicos y a jugadores. Fue motor clave. Pero también es cierto que, ya dentro de la cancha, esa emoción de ningún modo afectó concentración ni disciplina colectiva. Asumido el formato de torneo corto y playoff, Platense fue el mejor. Porque no solo eliminó a los grandes. Los anuló. ¿Cuántas ocasiones de gol le crearon sus rivales en los cuatro partidos de playoff? ¿No dio acaso la sensación de que, anotado el 1-0 (gran remate de Guido Mainero), Huracán podía jugar noventa minutos más y, aún así, no habría podido romper esa defensa? Hubo justicia. Y el fútbol que, pese a todos sus pesares, termina entonces coronando a un equipo que es el “antinegocio”. Y que hasta tenía suspendido a su presidente, Sebastián Ordoñez, sancionado bajo la acusación de haber lanzado un botellazo en cancha de San Lorenzo. 

También PSG fue pura emoción. Saquemos el oro qatarí y vayamos a Luis Enrique y Xana, su niña muerta de nueve años muerta en 2019 por un cáncer de huesos. Fue siempre tan emotivo el discurso del DT español que las redes viralizaron todos y cada uno de sus recuerdos. Palabras que, paradójicamente, fueron pura vitalidad. Cómo lidiar con el dolor. Con lo inevitable. Y con la vida que sigue. La hinchada de PSG no solo recordó en una pancarta a la hija muerta de su DT. Recordó también que existe otro drama llamado Palestina. Y lo hizo en Alemania, donde la policía canceló hasta shows musicales por exhibir banderas similares que pedían una “Palestina libre”. Aquí no pudieron hacer nada. Los hinchas de PSG desafiaron al poder y la omisión de la UEFA. Desafiaron a la omisión general. PSG hizo todo eso, emoción, recuerdo, dolor, pero jamás se olvidó de jugar al fútbol. Más aún, emoción, recuerdo y dolor fueron ruedas de auxilio. Porque su motor principal, en realidad, fue el fútbol. Toda una paradoja, los ricachones jugaron como si estuviera en el potrero. Futbol de toque, ataque y gol del primero al último minuto. Ganaron recordando que el fútbol, pese a todo, sigue siendo un juego.